El voto útil sin bipartidismo

Publicado el 12 junio 2016 por José Luis Ferreira

Uno de los temas recurrentes ante cada elección es el “voto útil”. La idea es que una persona puede acabar votando a quien no es su primera preferencia porque esa opción no tiene opciones reales de ganar. Hay varias maneras en las que esto puede pasar. Voy a hablar de cuatro de ellas, que pueden ser relevantes para las próximas elecciones.
Lo primero de todo es aclarar conceptos: ¿cómo se define lo que se acaba votando? ¿qué son opciones reales de ganar? Lo primero puede definirse bien si identificamos el voto útil con el voto estratégico que no se corresponde con el voto preferencial. Lo segundo dependerá del mecanismo de votación y de las situaciones estratégicas a que dé lugar. Lo aclararé en los ejemplos.
1. No tirar el voto
Seguramente sea el ejemplo más claro. Imaginemos que en una provincia los partidos A, B y C tienen 10.000, 4.600 y 1.000 simpatizantes, respectivamente, y que se eligen dos diputados. Si todos votan a su partido preferido los dos escaños serán del partido A. Si más de 400 simpatizantes de C votan a B, se tendrán un escaño de A y otro de B. Si estos simpatizantes prefieren B antes que A, será mejor para ellos votar a B (voto útil, estratégico) antes que a C (voto preferencial). Este ha sido históricamente el problema de los partidos minoritarios tanto de izquierda como de derecha, y una de las fuerzas que hace difícil salir del bipartidismo.
2. Perjudicar al contrincante sin pagar un coste
En el ejemplo anterior pongamos que los simpatizantes de A, B y C son 10.000, 6.000 y 4.000, respectivamente. Si todos usan el voto preferencial habrá un escaño para A y otro para B. Si los simpatizantes de A prefieren a C antes que a A, un número de ellos (más de 2.000 y menos de 4.000) podrían votar a C en lugar de a A. De esta manera el escaño de A se mantiene y el de B pasa a C, que es un resultado mejor para estos votantes. Esto pasa con más frecuencia de lo que creemos, aunque sea algo difícil de tener en cuenta por los electores. Véase por ejemplo el caso de La Rioja y alguno más aquí.
3. Favorecer un mejor resultado en 2ª vuelta
Los partidos A, B y C tienen el 40%, 35% y 25% de las simpatías de los electores. Los simpatizantes de A prefieren a B antes que a C. Los de B prefieren a C antes que a A. Los de C prefieren a A antes que a B. Si votan sinceramente quedarán A y B para la segunda vuelta, en la que ganará A (los de A y los de C votarán por A). Sabido esto, los de B ganan si votan por C, para que en la segunda vuelta se enfrenten A y C, en la que ganará C (los votantes de B y C votarán por C). No hace falta que sea una segunda vuelta estrictamente, puede suceder esto si la primera votación es para elegir diputados de manera proporcional y en la segunda es para que estos elijan presidente en un sistema en que es contrario a toda norma o costumbre el que el tercer partido se presente candidato.
4. Favorecer pactos
Pongamos que hay cinco partidos, A, B, C, D y E, ordenados ideológicamente y que con gran probabilidad harán falta tres de ellos para formar gobierno. Las coaliciones naturales, por proximidad ideológica, son (A, B, C), (B, C, D) y (C, D, E). Si el partido C prefiere las coaliciones (B, C, D) y (C, D, E) antes que la (A, B, C), los simpatizantes de A pueden muy bien acabar votando a B para hacer más fácil la coalición (B, C, D), que la preferirán a la (C, D, E), olvidándose de la (A, B, C), que lo tiene muy difícil.
Por supuesto, todo lo anterior ha requerido de simplificaciones. Una de las más importantes es, sin duda, la reputación que uno quiera tener para las siguientes elecciones, por lo que mantener el voto al partido preferido puede tener una utilidad más allá de lo que pase en las presentes elecciones, algo que el análisis no ha tenido en cuenta. Lo que importa es que, al margen de que existan otras consideraciones, el análisis muestra que también están estas detalladas en los cuatro ejemplos.

El lector se podrá preguntar por qué no nos dotamos de un sistema electoral en el que lo estratégico sea votar al más preferido y evitarnos todos los cálculos y distorsiones del voto útil. La razón es que tal cosa no existe. El teorema de Gibbard-Satterhwaite es la prueba matemática de ello. Es más, cuantas más opciones haya, más posibilidades de voto estratégico. Solamente si hay dos opciones deja de haber voto útil. Y por esto el voto útil es un problema todavía mayor en estos tiempos, con cuatro partidos grandes, que en la época del bipartidismo. Por eso, también, hablar de voto útil en más casos que los tradicionales del ejemplo 1 es más relevante ahora de lo que lo era en el pasado.
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