El zapatero veneciano que se crucificó a sí mismo

Publicado el 17 octubre 2022 por Tdi @RLIBlog

En la mañana del 19 de julio de 1805, los venecianos en el extrarradio se toparon con una visión extraordinaria: un hombre crucificado desde la ventana de un tercer piso. Tal suceso generaba multitud de preguntas para las que el afectado guardaba silencio. Por ello, la policía se implicó inmediatamente para encontrar respuestas. ¿Había sido víctima de un desalmado? ¿Era un intento de suicidio? Sin embargo, este caso era tan extraño que, cada vez que resolvían un misterio, surgía otro.

El sujeto era el zapatero Mattio Lovat, nacido en 1761 en el pueblo de Casale, hijo de los granjeros Marco y Vittoria, siendo el mayor de tres hermanos. Esta identificación se la debemos al médico Cesare Ruggieri, quien lo trató en la Escuela Clínica de Venecia, donde daba clases. Ruggieri lo trasladó desde la calle delle Monache, cerca de la iglesia de San Alvise. Gracias a él, se curó de sus cinco heridas a principios de agosto y fue diagnosticado con un delirio melancólico. Debido a esto, la policía, que determinó que había actuado solo, no lo acusó por un intento de suicidio. Por el contrario, fue trasladado el 20 de agosto al hospital de San Servolo, un manicomio en la laguna veneciana dirigido por los monjes de la orden de San Juan. Como su tratamiento estaba financiado por el gobierno, se produjeron informes periódicos que relataban su estancamiento y su falta de apetito durante días, por lo que entre agosto de 1805 y enero de 1806, los monjes tuvieron que obligarle a comer con un tubo en varias ocasiones. En enero sufrió tifus, pero mejoró en marzo. Además, el médico Luigi Portalupi indicaba que los monjes lo apartaban del Sol porque se exponía a este durante horas con el riesgo de quemarse. Tras comenzar a toser, murió de una afección pulmonar no definida el 8 de abril de 1806.


Criado en una familia pobre, aprendió a leer gracias al párroco del pueblo, pero no tenía los medios para continuar sus estudios e ingresar al sacerdocio, como deseaba, por lo que trabajó como zapatero en su pueblo. Allí vivió durante gran parte de su vida, hasta que aquello que le atormentaba comenzó a aflorar. En 1802, se cortó los testículos y el pene con el cuchillo de zapatero, arrojándolos por la ventana. Esto fue un acto premeditado, pues había preparado hierbas y vendajes, con los que aceleró su recuperación. Desgraciadamente, las mofas de los vecinos lo aislaron y el 13 de noviembre se mudó a Venecia, donde vivía su hermano Angelo y donde siguió trabajando como zapatero.

El día de su santo, el 21 de septiembre de 1803, en la casa en la que se alojaba en la calle Cruz de Biri, construyó una cruz con su cama e intentó crucificarse por primera vez, pero los viandantes lo detuvieron cuando intentaba clavarse los pies. Por esto, su casera lo echó y tuvo que volver a Casale, pero regresó a Venecia, trabajando primero para el zapatero Martin Murzani, cerca de la iglesia de los Santos Apóstoles de Cristo, y a partir de mayo en el taller de Lorenzo della Mora. Para estar más cerca de su trabajo, a comienzos de julio, alquiló una habitación en un tercer piso, cerca de la iglesia de San Alvise, en el número 2888 de la Calle delle Monache.

Aún sabiendo esto, ¿qué le motivó a castrarse y crucificarse dos veces? Durante su tratamiento, Cesare Ruggieri intentó preguntarle en sus excasos momentos de lucidez, pues solía permanecer pensativo, en silencio y con los ojos cerrados. Sin embargo, la única respuesta que recibía siempre era: "que el orgullo de la humanidad debe ser castigado, y por lo tanto era necesario que muriera en la cruz". Tan solo en un encuentro con su hermano Angelo le oyó decir "Aún soy infeliz".

En su segundo intento de crucifixión, había escrito una carta para aclarar que no había nadie más implicado y que morir como un mártir en la cruz había sido profetizado por la voluntad suprema. Expresaba su frustración por no haber podido extender la palabra de Dios mediante el sacerdocio, pero también su orgullo de no haber pecado, especialmente en lo carnal. Aclaraba que se cortó los genitales por la magia que experimentó con algunos sacerdotes. Finalmente, continúa mencionando a sus padres, amantes, prostitutas y las danzas escandalosas que lo humillaron, indicando que los sacerdotes le obligaron a realizar un sacrificio.


Otro de los misterios de su crucifixión era cómo fue capaz de lograrlo sin ayuda. Ruggieri razonó que volvió a construir la cruz con las maderas de su cama, atándola con cuervas a una gran viga sobre la ventana. Vestido tan solo con un taparrabos, se colocó la corona de espinas, se hirió en el costado izquierdo con el cuchillo de zapatero y se clavó en la cruz. Sin embargo, tuvo que desclavarse la mano derecha para salir por la ventana con la red y no pudo clavársela de nuevo. No sería visto colgado desde la ventana del tercer piso hasta las 8 de la mañana. Sin embargo, su plan no solo fracasó al no morir, sino porque fue recordado por su arrogancia al querer compararse a Cristo.

Cesare Ruggieri publicó el artículo Storia della crocifissione di Mattio Lovat da se stesso eseguita, escribiendo dos versiones en italiano y otra en francés desde 1806 a 1814, que derivaron en otras distribuidas en Italia, Francia, Alemania y Gran Bretaña ese mismo siglo, dando a conocer el caso más allá de los círculos médicos. En él presentaba el caso y sus observaciones, indicando que su falta de apetito, sus erupciones cutáneas primaverales y su estado mental podían considerarse como un posible caso de pelagra, común en la zona. Las versiones de su artículo circularon durante el resto del siglo, estando muy presente en el desarrollo de la psiquiatría en Francia y Alemania, donde se trató como un ejemplo de locura religiosa.

    Böhmer, M. (2018). The man who crucified himself: readings of a medical case in nineteenth-century Europe. Brill.