En el folclore de Asia Oriental, a los zorros de carne y hueso se les otorga una identidad fantasmal o divina. Por ello son responsables de sucesos sobrenaturales, tanto positivos como negativos. Dado que la magnitud de su poder era discernible por su número de colas, aquellos que alcanzaban la novena y última obtenían una posición privilegiada.
La persistencia de estas creencias ha dado frases como kitsune ni tsumareru ("ser pellizcado por un zorro", cuando no creemos lo que vemos) o kitsune no yomeiri ("procesión nupcial de los zorros", la llovizna que se produce con el cielo despejado). Su influencia es más evidente en el manga y el anime, como el zorro Kurama de Naruto, llamado así por el personaje homónimo de Yu Yu Hakusho que igualmente es un zorro o Shippou de Inuyasha. También tiene presencia en videojuegos, como Ninetales en Pokémon, Miles "Tails" Prower en Sonic, la máscara Keaton en The Legend of Zelda, Daji en Smite o Ahri en League of Legends.
La creencia en esta criatura mítica se extendió de norte a sur en China, alcanzando también a Corea. A Japón llegó durante el siglo VII d.C. A estos zorros se les conoce en China como Huli Jing, Laohu cuando es anciano, Jiuweihu (九尾狐) cuando tiene nueve colas y Huxian como zorro celestial. En Corea, el zorro de nueve colas puede llamarse Kumiho (구미호), Gumiho o Goo Mi Ho. En Japón, los zorros son llamados Kitsune, mientras aquellos de nueve colas son llamados Kyūbi no Kitsune (九尾の狐). Los sirvientes de la deidad sintoíta Inari eran Myoubu.
El Shanhaijing (山海经; Clásico de las montañas y los mares; s. IV a.C.) lo llama Jiuweihu (九尾狐) y dice "A 300 li [969-1500 m] al este están las montañas Colinas-Verdes, donde puede encontrarse mucho jade en la ladera sur y cinabrio verde en el norte. Hay una bestia allí cuya forma recuerda a un zorro con nueve colas. Hace un ruido parecido a un bebé y es antropófago. Quien se la coma estará protegido contra el veneno de insecto (gu)".
A pesar de esto, los zorros de nueve colas podían ser considerados signos de buena suerte, especialmente asociado con el ascenso al trono de los emperadores. En el relato de Yu el grande se auguró que cuando se casase a los 30 años, el matrimonio traería prosperidad a su familia y logros políticos, por lo que cuando se encontró con un zorro blanco de nueve colas interpretó que el presagio se haría realidad. En el arte Han, aparece junto a la Diosa Madre del Oeste en su función de diosa de la inmortalidad en el monte Kunlun, pero mientras esta abandonó su faceta destructiva cuando alcanzó la cima del panteón, el zorro seguía siendo un embaucador que no se arrepentía de sus acciones. También se decía que se le apareció al rey Tang de la dinastía Shang (XVI-XI a.C.) cuando ascendió al trono y cuando los bárbaros orientales se sometieron al rey Wen.
Los eruditos confucianos explicaron en el Baihutong (白虎通; Descripción exhaustiva del salón del Tigre Blanco; 79 d.C.) que se trata de un símbolo. Dicen que cuando muere un zorro, su cabeza se gira a la colina donde nació, ya que no lo olvida, usándose como ejemplo para que las personas no pierdan la perspectiva de las calamidades inminentes. También añaden que cuando las nueve concubinas reales encuentren su lugar, sus hijos y nietos encontrarán una paz abundante, enfatizándose en la cola ya que su posteridad será numerosa. En el Liji (禮記; Libro de ritos) también se le asocian los reyes y concubinas y la necesidad de continuar la estirpe ancestral para la paz y armonía dinástica.
Sin embargo, los zorros eran animales ambivalentes que también podían considerarse como bestias demoniacas ( yaoshou) cabalgadas por fantasmas, como definió el lexicógrafo Xu Shen (30-124), conectando al animal con el inframundo y siendo la causa de enfermedades en la medicina tradicional. Un relato Tang ofrece otra conexión, ya que dice que cuando va a cazar, debe llevar un cráneo y adorar al asterismo de El Carro, transformándose en humano si el cráneo no se cae. Esta combinación era un concepto taoista, ya que el zorro era yin y los huesos se consideran yang, usando el ritual de adorar a El Carro para unirlos. Dado que el yang debía ser quien sometiese al yin, se consideraba una unión antinatural que el zorro usaba para poseer con ilusiones visuales que enloquecieran a sus víctimas o para cortarles el pelo, despojándolos de su vitalidad. Su relación con el ámbito funerario también podía verse en su asociación con los fuegos fatuos que producían frotándose la cola o
Como otros animales, los años le harían adquirir poder y la capacidad de trascender sus limitaciones. Guo Pu (276-324) dijo que cuando un zorro cumple 50 años, puede convertirse en una mujer, pero que al llegar al siglo se transforma en una bella mujer, médium espiritual o un hombre adulto que copula con mujeres. Con su aumento de poder, tendrían conocimiento de cosas a miles de kilómetros de distancia, podrían usar sus hechizos para envenenar o poseer y desconcertar a sus amantes, haciéndoles perder la memoria y sus conocimientos. Finalmente, al cumplir el milenio ascenderían a los cielos como un zorro celestial. Sin embargo, la conexión de este zorro celestial con el zorro de nueve colas ocurriría durante la dinastía Tang (618-907), cuando los textos decían que era un zorro dorado de nueve colas que servía en el Palacio del Sol y la Luna y que trascendía el yin y el yang.
Los peligrosos encantos de esta forma hicieron que durante las Seis Dinastías (222-589 d.C.) y la dinastía Tang se usaran intercambiablemente los términos "demonio zorro" y "hechicera vulpina" ( humei). Debido a su naturaleza yin, en las dinastías Ming (1268-1644) y Qing (1644-1912) había una conexión entre los zorros y las prostitutas, considerándose equivalentes por su lascivia. Entre las que no tenían licencia, había quien se consideraba zorra de nueve colas, estafando a sus clientes y huyendo por la noche, especialmente en la capital. Por extensión, algunas leyendas también lo revelaban como la identidad de los artistas callejeros, que solían ser vagar y ser perseguidos por la legislación. En resumen, cualquiera que actuase contra ley o no se estableciese en un lugar era sospechoso de ser un zorro.
Al igual que en la tradición china es común que algunos personajes históricos terminen venerados como dioses (p.ej. Guan Yu), en algunos casos podían ser representados como zorros. Es el caso de Daji, consorte del rey Zhou de la dinastía Shang y supuesta inventora del vendado de pies, cuyo culto fue prohibido al amenazar al panteón oficial. La relación entre Daji y el zorro de nueve colas habría comenzado antes del 1101, ya que es el registro más antiguo que se conserva, siendo una fuente japonesa. Su historia es conocida especialmente por el Fengshen Yanyi (封神演義; La investidura de los dioses) o Fengshen Bang (封神榜). De forma similar, el relato japonés del periodo Muromachi (1336-1573) de Tamamo-no-Mae habla de una mujer de belleza e inteligencia excepcional que encandiló incluso al emperador Konoe, pero que huyó cuando se descubrió que era la responsable de su enfermedad.
No obstante, no todas las bellas mujeres zorros tenían malas intenciones. Shen Jiji (s.VIII) escribió sobre la señorita Ren, un espíritu ( nüyao) que enamora a dos aristócratas que conocen su pasado. No solo permanece fiel al primero de ellos del que se enamora, sino que rechaza las intenciones del segundo y, usando su clarividencia, ayuda a su esposo a tener un negocio florenciente que lo saque de la pobreza. En otro relato, Li es otra mujer zorro que se casa con un erudito, permaneciendo con él 20 años y dándole siete hijos y dos hijas. Sin embargo, justo antes de morir, le revela su verdadera naturaleza. Por ello su esposo celebra un funeral como si fuera humana.
En Japón, según una leyenda, a un joven noble que liberó a un zorro de un cazador que lo quería matar por su hígado se le apareció una bella mujer llamada Kuzunoha. Kuzunoha curó las heridas que el cazador provocó en el noble durante la pelea. Con el tiempo se enamoran y tienen un hijo talentoso debido a la influencia de los poderes de la madre. Un día, mientras ella observaba unos crisantemos, su hijo descubrió la punta de su cola, por lo que se vio obligada a huir. Despidiéndose en un poema, le dijo al noble que visite el bosque de Shinoda, donde se les aparece como un zorro, entregando a su hijo el don de entender el idioma de los animales.
Como puede verse, sus transformaciones suelen ser incompletas, dejando algún rasgo que los identifique o siendo incapaces de verse reflejados. También pueden ser revelados al asustarse con el ladrido de un perro o, en Japón, el olor del azufre.
Mientras en China y Japón la naturaleza de los zorros podía ser tanto beneficiosa como perjudicial, en Corea era exclusivamente maligna. Según las leyendas coreanas, al alcanzar los 1000 años también adquiría su novena cola, convirtiéndose en kumiho, pero debería devorar un órgano humano para convertirse en uno. Según una leyenda, una pareja solo podía tener hijos, por lo que cuando al fin tuvieron una niña esta se convirtió en su favorita. Sin embargo, cuando llega a la adolescencia, su ganado comienza a morir. Uno a uno, los padres mandan a sus hijos a vigilarlo pero, aunque todos le dicen que han visto a su hermana mojarse sus brazos con aceite de sésamo para atravesar el vientre de las vacas y extraerles el hígado para comérselo, no les creen y los expulsa de la casa. El último consulta a un monje que le dice que, o su hermana ha sido poseída por un zorro, o ha sido devorada por uno que ha tomado su forma. Al volver a la casa de sus padres, los encuentra muertos. Su hermana intenta devorarlo también, pero la mata con pociones que le entregó el monje.
En el budismo, la joya mani es uno de los siete tesoros que simbolizaban a Buda. Puede verse en la cintamani del bodhisattva de la compasión Kṣitigarbha, con la diosa de la felicidad Kisshōten como la nyoi-hōshu (如意宝珠) o junto a dragones. Esta era una esfera que podía cumplir cualquier deseo. Como la Hoshi-no-tama (星の玉, esfera de estrella), fue uno de los tesoros imperiales de Japón, antes de ser sustituida por la Magatama. La Hoshi-no-tama se asoció a los Siete Dioses de la Fortuna. En el caso del kitsune, la lleva en la boca o en la cola y servía como símbolo del dios Inari. Si la perdía, perdería su poder y sería marginado por sus semejantes. Con el fin de recuperarla podía cumplir cualquier petición.
En Japón, tanto zorros, como perros, tejones, gatos o serpientes eran acusados de poseer a las personas. Cualquier comportamiento que se desviase de la normalidad podía señalarse como provocado por un zorro. Tal alteración era llamada kitsune-tsuki. Sus síntomas eran muy variados: terrores nocturnos, mareos, hipo, pica (comer sustancias no nutritivas, como pelos o tiza), vagar por la naturaleza amontonando piedras, saltar a los ríos o correr hacia las montañas. Para expulsarlo se probaba a cubrir al afectado de humo o darle una paliza. De esta manera, parece que el kitsune cumplía una función similar a las hadas en Europa.
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