Dos autobuses esperaban en la Plaza Colón de Valladolid a las más de cien personas que habían sucumbido al (creciente) poder de convocatoria -de partida limitado, por ser jueves- para acompañar a este emergente quinteto en la presentación de su, recién estrenado, primer trabajo profesional de la larga duración, Rompe el silencio. El público madrileño, que ya llenaba más de la mitad de la sala, hubo de esperar a la llegada de ambos para dar comienzo a un directo de perfecta ejecución, corto pero intenso.
La oscuridad dejó paso al silencio. A petición de un desconcertado auditorio que veía aparecer a los miembros de la formación con instrumentos para un concierto en formato acústico, y entre el que se sumergieron para dar vida a “Prisión”. Era algo inusual. Pero así, desenchufados, decidieron comenzar la noche. Sintiendo de primera mano el calor de un numeroso público que, desde el comienzo de la primera estrofa, acompañó con su voz cada una de las frases que bien aprendidas traían de casa, algo que sucedería a lo largo de todo el espectáculo.
Ya en formato eléctrico, eLe De eMe dio buena muestra de un sonido sólido. “Loco” y “Rompe el silencio”, fueron las encargadas de abrir el repertorio. La primera, una composición de agradecida dinámica ascendente y guitarras abiertas, con saciable ceremonia final; y, la segunda, con un medio tiempo encarnizado de influencias blues y rock. La imparable “Metal y cartón” hacía lo propio entre las primeras arrancadas del público que, si ya acompañaba con sus aplausos al ritmo de la música, más lo harían en una acertadísima -tanto por elección, como por interpretación- versión de una de esas voces del momento. Adele y su “Rolling in the Deep” sirvieron de excusa para practicar eso que se conoce como feeling o, tal vez, feedback, entre el público y su grupo.
Con el público inmerso de lleno en el ritual, era el momento de echar la vista atrás. “Como si fueran los 80” llegó como un regalo para aquellos que no eran nuevos entre su legión de seguidores. Allanó el terreno para la trama más emocional de un álbum con historia. “No todo está perdido”, por lo general, inseparable ya de una dedicatoria a su compañero David Cacho; y, “El rincón de la calle Mayor”, un estreno muy esperado. Un inciso breve y lento que se despidió con toda la fuerza y entusiasmo que, allá por donde vaya, provoca “Galway”. Su primer, y bien acogido, single. Para la ocasión, con la intrusión de un violín, a manos de Eva Aparicio.
Una sección de viento metal, muy bien avenida, irrumpió en el escenario para la traca final. Compuesta por la frustración y en clave de rock, “Lejos de lo que soy” no podía menos que servir para festejar lo hasta hoy conseguido. Superados aquellos capítulos grises, las melodías insinuantes y arrebatadoras de “Excepto tú” sirvieron de preludio para todo lo que pueda estar por llegar. Y que, por hoy, bien sea como broche final o inicial decidió despedirse con “Osos polares”. Otra muestra más de lo que, más que un trabajo de estudio, bien podríamos considerar una amplia lista de singles.
Javier Luna Roldán
Ruta 42
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