En entierro del monopolio del poder por el PSOE y el PP en Andalucía no puede ser mas justo y saludable porque la región nunca ha conseguido escapar del atraso, la corrupción, el desempleo y la falta de futuro, a pesar de haber recibido mas de 70.000 millones de euros de ayudas europeas.
Andalucía, por mucho que la presidenta Susana diga que combate la corrupción, es una territorio infectado, con sus grandes partidos, la patronal y los sindicatos inmersos en múltiples y sucios escándalos, sin voluntad de regeneración alguna y habituados al maquillaje, cerrando los ojos ante los abusos y protegiendo a sus miembros implicados y corrompidos.
Andalucía, por su potencial económico, es como un Ferrari conducido por un inepto que ni siquiera sabe dónde está el cambio de marchas.
La situación política andaluza está casi tan deteriorada como la ética, hasta el punto de que cualquier cambio tiene que ser positivo. Ser gobernado por un partido que aparece envuelto en dos de los peores casos de corrupción que han sacudido a España desde la muerte de Franco, el de los falsos EREs y el de la gran estafa de los cursos de formación, no solo es humillante y vergonzante, sino también ineficaz y dañino, a juzgar por la situación de la región, con records de renta por cápita baja, número de desempleados, avance de la pobreza, presión fiscal al ciudadano, recortes en sanidad y educación, fracaso escolar y emigración masiva de jóvenes en busca de trabajo.
La campaña electoral acaba de comenzar con un estilo éticamente deplorable y sin altura política. El partido gobernante luce en los mítines su descaro, prometiendo luchar contra la corrupción, mientras convive cómodo con la suciedad, coloca a los ex consejeros corruptos en el Parlamento, protegiéndolos como aforados, y boicotea a la jueza Alaya, a la que le pone todo tipo de obstáculos para que no investigue sus delitos y abusos.
Por su parte, el PP, con un candidato poco conocido y de encefalograma casi plano, exhibe por enésima vez su incapacidad para conectar con los andaluces y paga la factura del mal gobierno de Rajoy con una huida en masa de sus antiguos votantes, muchos de los cuales votarán por Ciudadanos una opción emergente que sube como la espuma en las encuestas.
Podemos fagocita a Izquierda Unida, pero tiene dificultades en Andalucía para comerle terreno al PSOE, un partido bien implantado en la región gracias al clientelismo y a que millones de andaluces viven de los subsidios, favores y regalos de la Junta socialista.
Basta hacer números para descubrir que la Junta, que es el primer empleador, la primera empresa de Andalucía y la dueña de casi la mitad de toda la economía regional, tiene asegurado los votos de por lo menos el 20 por ciento de la población con derecho a votar, un suelo que la convierte al socialismo en casi invencible.
Tendría que ocurrirle una catástrofe al PSOE para que pierda unas elecciones en Andalucía, donde, gracias a su clientela fija y generosamente subvencionada, es inmune hasta a los gravísimos escándalos de corrupción y abuso de poder que le estallan con una frecuencia sobrecogedora.
Las elecciones han sido anticipadas por la presidenta Susana sin otro motivo que su ambición personal. Ella aspira a disputarle a Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, el liderazgo del partido y para lograrlo necesita fortalecerse con los votos directos de los andaluces. Pero muchos de sus correligionarios creen que la presidenta ha calculado mal la jugada y que, aunque gane las elecciones, por culpa de la fuerza de las formaciones emergentes, sobre todo de Podemos y Ciudadanos, perderá tantos votos y escaños que saldrá mas debilitada que fortalecida de la contienda electoral.