La Razón – 23 de octubre de 2011 La elección judicial del 16 de octubre, para bien o para mal, será un antes y después para el MAS. ¿La primera derrota electoral? ¿Un mero traspié a causa de un problema coyuntural (el TIPNIS)? ¿El comienzo del fin? Prematuro decirlo, pero sí urgente de empezar a analizarlo.
Inéditas. Las elecciones judiciales no dejan de ser eso. Ahora toca al resultado: un porcentaje de nulos y blancos nunca visto. Puntos más, puntos menos (el cómputo oficial se conocerá a fin de mes), la pelea ahora es por la lectura de la realidad de los datos: en qué medida se puede hablar de un “octubre del MAS” y en qué medida, de una refundación del sistema judicial. ¿Qué pasó en realidad? ¿Qué vendrá después?Mientras para el Gobierno lo verdaderamente significativo de la elección es el salto hacia adelante que se dio en la reforma del sistema judicial, para la oposición es la hora del viraje, retroceso, rectificación, comienzo del fin —según quien lo vea— del proceso de cambio.Nunca está de más mirar otra vez, median los analistas.
Proceso. El ministro de la Presidencia, Carlos Romero, insiste en un necesario “abordaje estructural, despolitizado” del tema: el domingo 16, “el pueblo boliviano ha mostrado su plena disponibilidad de convertir la justicia en un mandato popular”. Se trata de un “paso audaz” hacia la pluralidad, “hubo una renovación de cuadros del sistema judicial; ahora se cuenta con jóvenes, mujeres, indígenas, que no sólo democratizan el acceso a la justicia, sino que reflejan la expresión más plural y diversa del país”.Para la senadora del Movimiento Al Socialismo (MAS) Gabriela Montaño, antes que ver la elección a través del lente del voto nulo (que todavía está por verse si es mayoría), lo importante y ecuánime es ver el proceso en su conjunto: finalmente, buena parte de la población (la que votó válido) tomó la decisión de elegir, y afirmó el mecanismo propuesto (la elección ciudadana de los jueces supremos del país), destaca.
¿Plebiscito? Para nada, señala el viceministro de Coordinación con los Movimientos Sociales, César Navarro. Y es que Evo Morales o el Gobierno no fueron candidatos; no se midió su gestión. En consecuencia, tampoco se puede hablar de una derrota gubernamental o de una victoria de la oposición. Lo que estuvo en juego es la elección de los miembros del Órgano Judicial y la distorsión que hubo por parte de la oposición al promover el voto nulo.Para la analista María Teresa Zegada, en cambio, desde que el Presidente llamó a la votación por el Sí (que ganamos con el 70% de votos válidos) frente al voto nulo, la elección adquirió un carácter plebiscitario, sin ser un plebiscito. Si bien la población no fue a votar ni por el Presidente ni por sus candidatos, los referentes objetivos fueron dichos discursos pro y contra. “Lamentablemente”, pues el objetivo era muy distinto: la elección de los jueces supremos.
Nulo. La disputa ahora es por el voto nulo y el voto blanco. ¿Qué representan en el fondo? Si bien aquí hay mucho de especulación, admite el ministro Romero, una hipótesis válida es que no siempre es la respuesta a la convocatoria de la oposición: dada la complejidad de la elección, se puede afirmar que este voto representa en gran medida un elevado margen de error de la gente.Lo más que conceden los entrevistados del MAS es que el voto nulo en gran medida es la reproducción, con otro rostro, del porcentaje histórico que la oposición alcanzó en su conjunto en las últimas elecciones (no más del 30%-35% del electorado), además de cierto descontento contra el Gobierno, aunque esto tampoco significa que el voto nulo pueda ser adueñado por la oposición.En cambio, para Fabián Yaksic, diputado del Movimiento Sin Miedo (MSM), en el voto nulo hay que ver varias interpelaciones: contra la forma en que se llevó adelante el proceso, desde la preselección de candidatos en la Asamblea Legislativa hasta un voto contra el gobierno del MAS, pasando por la crítica al árbitro del acto eleccionario, los tribunales electorales.Para la diputada Rebeca Delgado (MAS), además de lo complicado del acto electoral, lo reconoce, el voto nulo también podría representar el “desencanto de la clase media” con el MAS. Alguna forma de crítica de la ciudadanía, añade el viceministro Navarro.
Blanco. Pero, una vez que el voto nulo parece ser mayoría relativa, la verdadera batalla interpretativa está en torno al que puede ser el dirimidor, el que “decida” al ganador: el voto en blanco.Aquí, Montaño insiste en que de ninguna manera el voto blanco puede ser asimilado al voto nulo. Con un fuerte contenido de desconocimiento de los candidatos, este voto se lo puede leer como un distanciamiento del elector tanto del MAS como de la oposición, dice.Tanto para Yaksic como para el diputado de Unidad Nacional (UN) Jaime Navarro, en cambio, entre el voto blanco y el voto nulo en el fondo sólo hay una diferencia de matiz. Navarro señala que, en rigor, en la elección sólo hubo dos posibilidades, de aceptación del proceso (el voto válido) o de rechazo del mismo: el voto blanco como rechazo moderado y el voto nulo como abierto rechazo. Así, calificar al voto blanco como neutro no es correcto, insiste.Para Zegada, una cosa es segura: que el voto nulo, y menos el blanco, no puede ser apropiado por la oposición, es decir, que ésta haya ganado con ambos. Si bien es prácticamente imposible determinar cuánto del voto nulo responde al llamado de la oposición, lo que al parecer muestran los votos nulo y blanco y su gran proporción (nunca vista en elección anterior) es lo que se puede llamar una suerte de victoria de la ciudadanía, “que ha asumido de manera libre su posición con respecto a este acto eleccionario”.El analista cochabambino Fernando Mayorga añade que el 16 de octubre los votantes bolivianos una vez más mostraron la autonomía que tienen en el ejercicio de su derecho al voto, que pese a que en varias elecciones expresaron una preferencia por el MAS, su adscripción al proceso de cambio no es acrítica. En este sentido, el voto nulo por supuesto implica un mensaje al Gobierno, una demanda de cambio de actitud, de cierto estilo de toma de decisiones (el conflicto por el TIPNIS, especialmente la represión a la marcha, fue un factor que, sin duda, inclinó la balanza por la condena al MAS), destaca.
Legal/legítimo. Una vez que según los cómputos oficiales mal que bien se van consolidando los porcentajes reportados en boca de urna (40% válidos, 15% blancos y 45% nulos), el próximo debate será la legalidad versus la legitimidad de la elección.Desde la perspectiva del Gobierno, el debate entre la legalidad y la legitimidad del proceso carece de sentido, en la medida en que la legalidad del proceso ha sido cumplida: se consiguió lo que se proponía, la elección de los miembros del Órgano Judicial, y lo que corresponde es concluirlo, posesionar a las nuevas autoridades.La única manera en que se puede cuestionar la legitimidad del proceso es demostrando si hubo fraude o si la participación ciudadana fue baja (que no es el caso), señala el viceministro Navarro. La senadora Montaño añade que la votación en contra (en este caso el nulo) no invalida, no deslegitima, la votación válida.Por su lado, el diputado Yaksic afirma que desde el punto de vista más bien político el Gobierno no puede sencillamente ignorar la votación blanca y nula, una por una o sumada, como si fuese un hecho anecdótico de las elecciones.Aquí se dio —dice— la primera derrota electoral del MAS y que si éste desea seguir gobernando no puede dejar de tomarla en cuenta. Negarse a hacerlo es alentar una creciente insatisfacción que se irá acumulando con el tiempo, que incluso alcance al 2014, afirma.Al respecto, Mayorga dice que ciertamente no se puede atar la legitimidad de una autoridad a los votos no recibidos.Ante el argumento de que la legitimidad es restada a causa de una mayoría de votos en contra, también es posible razonar que dicha legitimidad aumentaría si la autoridad hubiera sido electa con gran cantidad de votos. La legitimidad —explica— más bien tiene que ver con el desempeño de la autoridad; es un hecho que se ve en el futuro.
Mayoría. El diputado Navarro plantea un debate sobre la simple mayoría. El caso es que, según la Constitución, en las justas electorales judiciales es ganador el candidato que alcance “la mayoría simple de votos”.Para aquél, tomando al pie de la letra la Carta Magna eso que el ganador es quien obtiene la mayoría simple, aquí no se afirma “mayoría simple de los votos válidos”, sino mayoría simple sin más. Así, una vez que la propia norma electoral reconoce que hay tres básicos votos (válidos, blancos y nulos), hasta donde se sabe, la mayoría simple del 16 de octubre es la alcanzada por el voto nulo; por esta vía se cuestiona la derrota de los votos válidos. Habrá que ver.FUENTE: http://www.la-razon.com/version_temp.php?ArticleId=2513&EditionId=2694&idp=42&ids=506