El pasado domingo se constituyeron los consistorios de España tras las elecciones locales y regionales del mes pasado. Fueron unas elecciones que nos devuelven a la casilla de salida de la democracia española al configurar un sistema de bipartidismo muy debilitado. Sigue siendo un sistema donde los dos partidos principales se siguen repartiendo el poder, porque pese a todo el cacareo y la pérdida de importantes plazas para los dos grandes partidos, sobre todo para el PP, el voto a éstos dos partidos se mantiene por encima del 50% del electorado. Es verdad que el bipartidismo ha sufrido una fuerte erosión desde las últimas elecciones generales, pero de ahí a rubricar su defunción dista un gran trecho. Las elecciones, como todas en las que se configura un sistema con varios partidos importantes, deja un reguero de derrotas. En política siempre hay que medir éxitos y fracasos según las expectativas de cada partido y, en esta ocasión, todos han perdido en mayor o menor medida. El Partido Popular ganó las elecciones, no solo en términos de votos totales sino también en numerosas regiones y consistorios. Pero la sensación en Génova no es de victoria. El PP se dejó 2'4 millones de votos respecto a las elecciones regionales de 2011, pero considero que hay que matizar algunos aspectos. La primera de ellas atañe a que los resultados del 2011 respondían al proceso de erosión del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero. La forma netamente mejorable con la que el PM socialista encaró el inicio de la crisis, sus parches y desastres sin paliativos los terminaron pagando los alcaldes y dirigentes regionales del PSOE que vieron como sus oponentes del PP fueron aupados a los que eran feudos socialistas. Por tanto las cotas de poder regional y local alcanzados por el PP formaban parte del vacío de poder que la descomposición del PSOE dejaba, no por una alternancia natural. La misma coyuntura oportunista que aupó al PP en 2011 acabaría por barrerlo en 2015. Muchos regidores locales y presidentes autonómicos sin ser necesariamente malos, terminaron pagando la factura de desgaste de las políticas del Mariano Rajoy.
A pesar de que éstas elecciones han dado un vuelco al mapa electoral español y al sistema de partidos, al final la novedad reside en la aparición de nuevas bisagras que sustituyen a los partidos nacionalistas, sobre todo después del divorcio de CiU. Pero aunque las bisagras sean nuevas, las puertas siguen siendo las mismas. Publicado por david alonso en 13:55