[6/10] A medio camino entre el cura rural de Bernanos y el cura guerrillero comprometido con lo social encontramos a Julián, párroco en un suburbio miserable y violento de Buenos Aires. Allí trata de llevar a buen puerto su labor pastoral… cuando le diagnostican un tumor cerebral y se ve obligado a buscar apoyo y relevo en su amigo Nicolás. Si Julián arrastra dudas sobre su misión y siente amargura en su interior, Nicolás sufre el sentimiento de culpa y la soledad que le llevan a debatirse entre su vocación y el amor humano. Narcotráfico y familias rotas, violencia entre bandas callejeras y tiranteces con las autoridades civiles y eclesiásticas conforman el difícil ambiente de esta pareja de sacerdotes que tienen más o menos fe en la justicia social… y más o menos fe en la ayuda divina. Así es “Elefante blanco”, última película de Pablo Trapero y homenaje al padre Carlos Múgica, asesinado en 1974 cuando desarrollaba su labor en la parroquia bonaerense de Cristo Obrero por él fundada.
El prólogo nos muestra ya el triple drama al que asistiremos: un cáncer, una matanza, y una población abandonada a la pobreza y a la droga. Unos largos plano secuencia y una fotografía de tonos apagados nos introducen en un escenario de pobreza material y moral, tratados desde una estética realista. Allí unos sacerdotes y laicos comprometidos tratan de levantar un proyecto humano y social, entre las dificultades del entorno y las crisis internas que padecen. Trapero logra recoger el dramatismo de un ambiente hostil y opresivo, pero a duras penas lo consigue con el drama existencial de sus protagonistas: la interpretación de Ricardo Darín salva, sin embargo, los muebles con un silencio que refleja un dolor interiorizado y un futuro lleno de dudas en Julián; por su parte, Jérémie Rénier no aguanta el peso de la culpa que se supone en Nicolás… y su rápido derrumbamiento es previsible y a la vez forzado… a no ser que el montaje nos haya privado de pasos intermedios en su evolución.
Por eso, se puede decir que las tramas de tensión personal quedan eclipsadas por la situación de conflicto permanente que se vive en las calles… narrada de manera algo confusa, reiterativa y pesada, con un flojo y cuestionable desenlace con el que parece que se quiere cerrar la historia a toda prisa. A la cinta le cuesta arrancar y después no empantanarse entre tanta miseria y violencia, con una tórrida subtrama amorosa que pretende ofrecerse como alternativa válida al compromiso de Julián. Con ellos, Trapero levanta un retrato de opuestos complementarios, con sus momentos de heroicidad y de debilidad, con sus tensiones y sus dudas de conciencia. Ambos arriesgan y entregan su vida por los más indefensos, y ambos temen no poder salvar la suya en el combate final… cuando sienten el odio y la carne que les acechan.
Oscura y fatalista, sórdida y amarga, “Elefante blanco” -nombre del hospital de la barriada de Buenos Aires, inacabado en su construcción, alojamiento de drogadictos y sin techo- muestra algunos destellos de buen hacer cinematográfico… fundamentalmente en su puesta en escena y diseño de producción, y también chispazos de una fe comprometida con una labor social no exenta de dificultades. El silencio de Dios y la entrega a los demás, la debilidad humana y la necesidad de afecto, la pobreza y la desidia de los gobernantes… demasiadas y trascendentales realidades, tratadas aquí evitando el tópico, de manera tan personal como ambiciosa.
Calificación: 6/10
En las imágenes: Fotogramas de “Elefante blanco”, película distribuida en España por Alta Classics © 2012 Matanza Cine, Morena Films y Patagonik Film Group. Todos los derechos reservados.