Noviembre entrega colores de agua aterida en las calles y en la montaña. Siglos de conversación en nuestras sierras entre el viento y el agua han dado formas asombrosas a múltiples piedras en la Pedriza de Madrid, en numerosas sierras de esta tierra que palpita con el mismo corazón de misterio y fortaleza.
La Pedriza de Madrid tiene nombres y formas que dejan con la boca abierta y entregan el corazón al viento libre de la tierra entera. Hemos visto el Cocodrilo, la Ardilla, el Caracol y varios Elefantes en la Pedriza. Desde el aparcamiento del Tranco en Manzanares el Real se adentra el montañero por diferentes sendas camino del Yelmo, después de un rato de sudoroso esfuerzo llegamos al inicio de la Gran Cañada.
Entre la Gran Cañada y el Yelmo sale “Las Cerradillas” una escondida vereda montañesa entre el verdor y la piedra; guiado por buenos compañeros he pasado horas de montaña y sosiego aprendiendo nombres que otros han otorgado a diferentes riscos y piedras, nombres de botánica vegetal y sus propiedades ornamentales o médicas. Mientras paseamos y aprendemos entre el respeto a la vida de la piedra, del vegetal o de los diversos animales me señalan Cinco Cestos. Yo me asombro con estas maravillas edificadas por la naturaleza en la piedra, aunque las vea treinta veces, treinta veces me asombro.
Continúan los montañeros la marcha montaña adelante contemplando cumbres de aprendidos nombres, contemplando allá abajo amplísimos valles madrileños; en medio de la marcha encontramos la Cara y las Cuatro Damas que descansan en un rellano.
Continuamos montaña abajo con otros nombres y piedras: Peña del Ofertorio, El Caracol, El Indio… los montañeros recuerdan nombres y lugares; los montañeros saludan con respeto al tiempo pasado y a la naturaleza; los montañeros regresan al Tranco entre el presente y la eternidad del tiempo.
Javier Agra.