Dª Elena tiene el perfil de una política a la española, con ese punto de desfachatez cortés, fruto de una dilatada experiencia en el resbaladizo mundo de los partidos. Entró a formar parte de las juventudies socialistas con diecisiete años, y como muchos correligionarios, aunque cursó Derecho y Ciencias Políticas, no terminó ninguna de las dos licenciaturas, pero es la número dos de este PSOE desnortado. Llama la atención la huida hacia Europa, ese cementerio de elefantes que garantiza una excelente calidad de vida, aunque alejada del primer plano político; la aceptación de la Sra. valenciano tiene varias lecturas, pero parece la más probable el abandono del buque capitaneado por Alfredo Pe Punto, que sigue el inexorable curso del Titanic hacia las profundidades del Atlántico Norte. Dicen que una retirada a tiempo es una victoria, y parece que la política madrileña prefiere la tranquilidad de una vida resuelta a la aguerrida defensa de los trabajadores a quienes dice representar. Ser número dos de Rubalcaba es mucho más un problema que una responsabilidad, y la salida por la tangente hacia un parlamenteo europeo demuestra que Dª Elena tiene tanta inteligencia como egoísmo.