Eliécer Ávila, el ‘hombre nuevo’ que se volvió opositor

Publicado el 10 abril 2017 por Tomarlapalabra

Eliécer Ávila será doblemente castigado porque el poder actúa con más saña contra los suyos cuando se rebelan

YOANI SÁNCHEZ

Original: 14yMedio

Caminar por las calles junto a Eliécer Ávila puede ser una tarea complicada. Su rostro es muy conocido gracias a un video viral difundido hace casi una década. Sin embargo, antes de que la fama llegara a su vida, este joven nacido en Las Tunas era un hombre nuevo modélico: el más acabado producto del adoctrinamiento ideológico.

Como todo niño cubano, Ávila gritó consignas en el matutino, participó en incontables actividades de repulsa “contra el imperialismo” y soñó con parecerse a Ernesto Guevara. Pero, mientras en la escuela le enseñaban los logros sociales que el proceso revolucionario trajo a la población, en su casa la realidad se obstinaba en mostrarse diferente.

Pobres, de una pobreza que aprieta la garganta, así son los pobladores del Yarey de Vázquez, el municipio de Puerto Padre donde nació el líder del Movimiento Somos+. Un lugar perdido en la nada, donde muchas familias todavía hacen sus necesidades en letrinas y viven en casas con techos de guano.

Rodeado de cerdos, gallinas y tedio, Ávila se percató de que la versión oficial que le enseñaban no encajaba con su vida. Nació en 1985, en mitad de esa “década dorada” en que la Unión Soviética apuntalaba a la Isla y, apenas sabía caminar, cuando Fidel Castro mandó a cerrar los mercados libres campesinos en medio del Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas.

A Eliécer Ávila le tocó llegar a la pubertad en el Período Especial. Con la voracidad que aún conserva, se enfrentó muchos días de su adolescencia al plato medio lleno o casi vacío. Cosió a mano los zapatos con los que iba a la escuela, inventó todo tipo de “modelitos” con las viejas camisas de su abuelo y apagó la luz a la hora de mostrarse en ropa interior, para que no le vieran los remiendos.

Con un liderazgo natural, en el que se mezcla cierto humor y una innegable capacidad histriónica para narrar anécdotas, el joven sorteó aquellos años sin subirse a una balsa para escapar del país ni terminar en la cárcel. Quienes lo conocían le auguraban un futuro de cuadro político, debido a esa “labia fina” que le ayudó en las reuniones estudiantiles y en las conquistas amorosas.

La suerte le sonrió poco después. Logró matricular en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) fundada en 2002, en plena Batalla de Ideas y ubicada en el mismo lugar que una vez estuvo el Centro de Exploración y Escucha Radioelectrónica conocido como la Base Lourdes, donde Rusia tuvo hasta 2001 su mayor estación de espionaje fuera de sus fronteras. Una escuela para que jóvenes confiables se convirtieran en soldados informáticos de una Revolución que le teme a Internet.

Ávila lideró la Operación Verdad mientras estudiaba en la UCI. Su tarea consistía en monitorear los sitios digitales y los blogs críticos con el Gobierno. En aquellos espacios, el joven revolucionario afilaba su arsenal de la lucha política que incluía desde el hackeohasta el fusilamiento de la reputación de quien llevara la contraria a la Plaza de la Revolución.

Poco a poco, como ácido que se cuela por las rendijas, aquellos argumentos que leía en la web comenzaron a calar en su mente y a mezclarse con su propia inconformidad. Inquieto, en 2008 levantó la mano para pedir la palabra durante una visita a la UCI del entonces presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón. Los minutos que siguieron a esa comparecencia pública marcaron el resto de su vida.

El video del encontronazo entre Ávila y Alarcón saltó al primer lugar del hit parade de las redes clandestinas de distribución de audiovisuales. Nadie quería perdérselo, en especial el momento en que el líder del Parlamento justificaba las restricciones de viaje de los cubanos con una posible congestión de los cielos si todos pudieran abordar un avión.

Ahora, nueve años después, el joven activista prefiere que no lo llamen como “Eliécer, el que debatió con Alarcón”, pero el resto de su vida esa será su más importante carta de presentación frente a millones de cubanos. Su desafío del poder, con preguntas sencillas y voz firme, ha sido uno de los gestos de rebeldía más certeros y mejor documentados en casi seis décadas de castrismo.

Después de eso, recibió su castigo. Tras graduarse, las autoridades lo enviaron a un remoto Joven Club de computación a purgar su atrevimiento. Fue el momento decisivo en que decidió cruzar la línea roja hacia su independencia. Dejó el sector estatal, fundó el Movimiento Somos+ y se mudó para La Habana. Una osadía tras otra.

Los ataques le llovieron de todas partes. La Seguridad del Estado elevó los grados de presión sobre su entorno, los líderes tradicionales de la oposición le lanzaron dardos por advenedizo y no faltó quien asegurara que solo se trataba de un topo de la policía política disfrazado de disidente.

Desde entonces, Ávila ha tratado de dar forma a un discurso cívico que echa mano de las nuevas tecnologías y de un lenguaje menos politizado, más cercano a las preocupaciones de la calle. Pero, como todo disidente, está atenazado por la ilegalidad, la vigilancia y el halo de satanización que se impone a todo aquel que no aplaude al poder.

Los numerosos viajes al extranjero que ha realizado a partir de la Reforma Migratoria de 2013 le han permitido conocer el mundo, solo para descubrir que el más apasionante e indescifrable de los territorios que le aguardan se ubica en la Cuba futura. Ese país con el que tantos han soñado y que tanto se demora en llegar.

Recientemente fue un paso más allá y anunció que estaba preparado para representar como delegado a los electores de su circunscripción. Una posibilidad algo remota dado los aceitados mecanismos de control que mantiene el oficialismo sobre las asambleas donde, a mano alzada, los asistentes deben postular a los posibles candidatos.

Esta semana, el guajiro del Yarey de Vázquez ha cruzado otra línea. Una protesta pública que protagonizó en el Aeropuerto Internacional José Martí se ha saldado con el allanamiento de su casa, su detención y una acusación por “actividad económica ilícita”. El detonante fue el decomiso de su computadora portátil en la Aduana cuando regresaba de Colombia.

Ahora, es de esperar que el cerco alrededor del joven líder y de su Movimiento Somos+ se siga cerrando. Nada molesta más a un sistema que ha jugado con la alquimia social que el hecho de que una criatura de su laboratorio ideológico se revire. Eliécer Ávila será doblemente castigado porque el poder actúa con más saña contra los suyos cuando se rebelan.