A veces entiendes ciertas cosas pero te da miedo entenderlas, preferirías una y mil veces no tener razón, pero está claro que cuando se piensa de una manera hay un motivo para pensar así. Las cosas no vienen por ciencia infusa. Sería muy cínico decir que el cielo es verde si lo estás viendo azul, aunque hoy más que azul está blanco. De qué sirve preocuparse si no se saca nada en claro, si siempre faltan datos y al final la conclusión es que no hay conclusión.
Como en los libros de mi infancia siempre elijo la página que me devuelve al mismo lugar (El cielo de Madrid, Deluxe) Me pregunto si alguien leía esos libros, me refiero a los de elige tu propia aventura, ¿blanco o negro?, ¿entras o sales?, ¿te quedas o te vas?. Tenías la capacidad de elegir. Ahora bien, como en la vida, algunas decisiones llevan a buen puerto y otras no. Si elegías mal podías terminar entre rejas, muerto o en un círculo vicioso, algo así como una película en la que al terminar una escena se rebobinara y se repitiese hasta el infinito. Pero el infinito no existe, no existe en sentido material, es un concepto, es una idea, algo que imaginas que no acaba pero que no lo puedes tocar, no lo puedes afirmar, no lo puedes demostrar.