La primera vez que nos acostamos me sujetó las manos por encima de la cabeza. Me gustó. Él me gustaba. Era hosco, en una forma que se me antojaba romántica; era gracioso, brillante, tenía una conversación interesante; y me daba placer.
Elizabeth McNeill en Nueve semanas y media (1986).
Traducción de Manuel Sáenz de Heredia.