Elizabeth y su jardín alemán, de Elizabeth von Arnim

Publicado el 06 junio 2017 por Oly

Por norma general no suelo hablar de las biografías de los autores cuando opino sobre alguno de sus libros. No obstante, creo que en este caso es muy interesante conocer un poco de la vida de Elizabeth, sobre todo porque no se sabe muy bien dónde comienza la obra y donde termina la autora. Escrita en forma de diario nos encontramos con una novela semi autobiográfica. Elizabeth von Arnim, de soltera Mary Annette Beauchamp, nacida en Australia pero educada en Inglaterra, se casó en 1981 con el barón von Arnim, el que se convertiría en un matrimonio no demasiado bien avenido. Tras adoptar su apellido comienza una nueva vida como miembro de la aristocracia de Prusia. Tras cinco años viviendo en Berlín, y ya con tres hijas fruto del enlace, su vida cambia cuando visita la propiedad de su marido en Pomerania. Elizabeth se enamora del lugar y decide mudarse allí con su familia. Aquí es donde escribe Elizabeth and her German Garden, publicado en 1898 y reeditado veintiún veces en un año. Se convertiría en lo que hoy conocemos como best-seller. Es gracias a esta obra cuando comienza a ser conocida como Elizabeth. Prima de Katherine Mansfield, amante de H. G. Wells, incluso E. M. Forster fue tutor de sus hijos. Descrita por muchos como una mujer excéntrica, vivió una vida digna de novela, aunque eso quizá es mejor dejarlo para otro día.

Como decía más arriba, se trata de una novela semi autobiográfica, y es por ello que os cuento esos pequeños detalles de su vida. En el libro, Elizabeth hace poco que se ha mudado al campo junto con sus hijas y su marido y trabaja incansablemente en su jardín. Bueno, por lo menos lo supervisa. Una buena mujer alemana debe dedicar su tiempo a la cocina y la costura, además de a su familia, por supuesto. Sin embargo, ella prefiere pasar horas y horas en su amado jardín, rodeada de la naturaleza, viendo cómo crecen sus queridas flores en su reino celestial, como ella lo describe. Esto hace que incluso sus sirvientes la tachen de excéntrica, volviendo locos a los pobres jardineros con sus sugerencias y originales ideas, proporcionándonos así momento verdaderamente divertidos.

[...] llegué a hacerlo yo misma un caluroso domingo de abril del pasado año, cuando los sirvientes cenaban, doblemente protegida de las miradas del jardinero por el día día y la hora de la cena, y así salí furtivamente con una pala y un rastrillo y me puse a cavar y remover con ardor un pedazo de tierra, sembrándola a continuación con ipomeas y volviendo a la casa acalorada y sintiéndome culpable para sentarme en una silla y ocultarme detrás de un libro con un deje lánguido, a tiempo para salvar mi reputación.


Son muchas las descripciones del jardín que podemos encontrar, así como incontables nombres de plantas y flores, por lo menos en la primera mitad del libro. En algún lugar leí que no es una novela para aquellas personas que no disfruten de la jardinería, pero no estoy para nada de acuerdo. El amor que transmite Elizabeth, la pasión que nos hace llegar por aquello que le hace verdaderamente feliz, es un sentimiento tan puro que cualquier persona reconocerá como propio, independientemente de la actividad que provoque ese entusiasmo. Seremos testigos de sus decepciones pero también de sus éxitos. Me parece imposible que nadie se sienta identificado con los sentimientos que ello le produce.

Pero esto no es más que una parte de lo que podemos encontrar. Sus más y sus menos con sus plantas y flores parece ser el tema principal de la obra, pero nada más lejos de la realidad. Elizabeth nos cuenta con un sentido del humor e ironía exquisitos su forma de ver la vida, la forma en la que se relaciona con amistades y conocidos. Incluso se percibe el trato con su marido, al que apoda 'el Hombre Airado', pero sin llegar a entrar en detalles. Ese tono ligero y burlón que tiene la obra se mantiene en todo momento. Veremos también su lado más tierno en las escenas en las que aparecen sus tres hijas, cariñosamente llamadas 'las niñas de abril, mayo y junio'. Momentos entrañables y divertidos, reflexiones profundas y personales y finas críticas a la sociedad y a la posición de la mujer en ella. Con poco menos de ciento cincuenta páginas, sin una trama al uso que seguir, Elizabeth y su jardín alemán es uno de esos libros para leer despacio, sin prisa, deleitándose con cada frase y cada sentimiento. Simplemente una mujer, su diario, su forma de ver la vida y su jardín, por supuesto. Una obra atemporal que seduce y divierte, escrito de una forma sencilla y elegante. Una joya para releer a placer.

La obsesión por estar siempre acompañados es para mí absolutamente incomprensible. Puedo entretenerme durante semanas sin llegar a reparar que he estado sola, a excepción de la paz que inunda todo. Y, sin embargo, me gusta recibir a invitados que se quedan por unos días, o incluso por unas semanas, si son tan anspruchslos como yo y se contentan con los placeres sencillos; la única condición es que cualquiera que venga y se sienta feliz debe tener algo dentro de él. [...] Serían bienvenidos y despedidos con el mismo afecto; pues la verdad me obliga a reconocer que, aunque me encanta verles llegar, me agrada igualmente verlos marchar.

Os dejo algunas imágenes de la preciosa edición de Lumen que incluye este poster obra de Sara Morante.