8/10
Es una característica bien sabida que el cine europeo suele ser mucho más imprevisible que el hollywoodiense. Fue esa razón, y no otra, la que hizo que no me uniera en carcajadas al montón de cabecitas, recortadas al trasluz de la gran pantalla, que en la oscura sala reían al unísono con el desparpajo y las ocurrencias de Driss (Omar Sy), el joven problemático, inadaptado y delincuente que había conseguido alegrar la existencia del pobre Philippe (François Cluzet), multimillonario y tetrapléjico tras un accidente de parapente.
Mientras los demás se desternillaban con cada frase ingenua y divertida, yo perdía el tiempo preocupada en la posibilidad de que hiciera algún estropicio de mal gusto o reincidiera en alguno de sus antecedentes. Afortunadamente, y lo adelanto aquí por si alguien no ha visto el film y tiene también esta manía inútil de buscar tres pies donde no los hay, no sucede nada (o casi nada) de esto.
La acción se sitúa en París, donde un joven llamado Driss, habitante de los barrios más marginales de la capital francesa, es contra todo pronóstico contratado como asistente personal del malogrado Phillipe, pasando a vivir de este modo en los aposentos de su gran mansión. Driss se empeñará en tratar a Philippe, no como a un lisiado, sino como a un igual, con el que no tendrá reparos en hacer continuos chistes sobre parapléjicos, someterle a bromas pesadas e incluso desobedecer abiertamente las órdenes de su superior.
Contrario a lo que podría pensarse, Philippe encontrará sin embargo en su nuevo ayudante la compañía que venía necesitando desde hace mucho tiempo; y es que a nadie le gusta rodearse de caras lastimeras y personas complacientes, empeñadas en sacudir su lástima a base de atender hasta la más insignificante de nuestras peticiones. La pareja resultante, como era de esperar, no podía ser más inverosímil.
Intocable es una comedia magníficamente llevada, con grandes ramalazos de realidad, sin caer en ningún momento en la cursilería, el sentimentalismo o lo vulgar. Sí es cierto, pese a todo, que quizá juzga a veces con demasiados tópicos la vida de las clases más privilegiadas, pero eso, también, da pie a numerosas situaciones tan estridentes como divertidas entre el mundo marginal de Driss y el perfectamente culto y educado de Philippe.
Optimista, liberadora, sencilla, es una obra sin pretensiones de grandeza pero ciertamente recomendable. Si quiere pasar un rato agradable, necesita una inyección de positivismo o quiere salir del cine con una sonrisa en los labios, sin duda es su película.
Lee lo que Ángel Jimenez dice de este film!