Elliott Murphy en Bikini

Publicado el 14 marzo 2012 por Kar

Deacuerdo, el título podría llevar a un equívoco propio de chiste deArévalo, así que me centraré en el neoyorquino. De cómo acabéinteresándome por la carrera de Elliott Murphy, podríamos usar eltópico del cúmulo de casualidades. Mi primer contacto fue a travésdel mítico programa Bulevard, de Radio 3, que escuchaba con bastantefrecuencia y que, de paso, quisiera reivindicar. Entonces, ElliottMurphy publicaba un disco en directo, recogiendo la que era surealidad por aquél entonces, un Neverending Tour de conciertosacústicos junto con la que era su “nueva” mano derecha, suescudero, un francés que atendía al nombre de Olivier Durand. Sinrecordar muy bien cómo, conseguí ese disco en cuestión, “April”,del que ya hablé por aquí. Y tras la agradable sorpresa, me dijeque en la primera oportunidad que tuviese, tenía que ver a ElliottMurphy en directo. Poco sospechaba entonces que esa “primeraoportunidad” se daría tantos años más tarde.
Yfue la casualidad la que me llevó a Bikini el sábado pasado. Aultimísima hora, como movido por un resorte, compré entradas entaquilla, quince minutos antes de la hora marcada, y, oh, sorpresa,habían tickets. Siempre es agradable volver a un concierto en lasala Bikini. Buena visibilidad, buena acústica (aunque al principiodel concierto fallara, no por culpa de la sala, sino delecualizador), un espacio limpio (que yo me pregunto, ¿qué norma noescrita indica que los conciertos de rock tengan que ser en pocilgascon lavabos mugrientos y con tanta roña en el suelo que te quedespegado a él?), una camarera bonita que en momentos de poca demanda,atendía el show moviéndose al son de las guitarras...

Murph the Surf con Olivier Durand en Barcelona (foto de El Periódico de Catalunya)

Noconocía nada más de Elliott Murphy, nada más allá de los cortesque componían ese “April” y de un “A Little Push” que sonócomo single en Radio 3 de su disco de 2002. Y aún así, no hizofalta. En esta ocasión, le acompañaba, además del clásico OlivierDurand, un bajista y un batería, lo cuál le daba un aire másrockero a su música, sin restar intimismo allí donde los temas lorequerían. Aunque un inicio un poquito frío me hizo presagiar algomalo, al tercer tema ya estaba la sala patas arriba, con un Murphyque fue de menos a más, que aunque comenzó callado, al poco noparaba de interaccionar con el público, así, hasta llegar a las doshoras de concierto. 62 añazos que tiene el amigo. Yo quiero llegar alos 62 así.
Poralguna razón, algo en mi cabeza relaciona a Elliott Murphy con elmalogrado Willie DeVille. No sé, ambos de NYC, ambos siempremoviéndose a la sombra de otras grandes estrellas probablementemucho menos dotadas, ambos trufando de versiones sus directos. ConWillie DeVille no reaccioné a tiempo y ahora es ya tarde para poderverle sobre las tablas, y me alegro de que no sea así con Murphy. Sele suele situar a medio camino entre Dylan y Springsteen. Pero lodiré aquí y ahora, me gusta mucho más la propuesta actual deMurphy que la de Dylan, y me parece bastante mejor que BruceSpringsteen.
Ypoca cosa más me queda que decir, tal vez una recomendación, lapróxima vez que Elliott Murphy esté en vuestra ciudad, no dejéisde verle. Para el recuerdo me queda ese broche de dos temas (“RockBallad” y el celebérrimo “Keep On Rockin' In A Free World”) apelo, dos guitarras desenchufadas y sin micro.
Canciones:
ElliottMurphy: “Rock Ballad”JoeCocker: “Do I Still Figure In Your Life?”TheFlaming Sideburns: “Flowers”