Elmo Catalán, en las voces de su hijo,sus colegas y compañeros.

Publicado el 08 abril 2018 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

Digno de amar

Por Hugo Dimter

Aún se le ve por la calle regalando elegancia con su andar pausado, la chaqueta de tweed, los anhelos de siempre.

Elmo no se ha ido. Ni a Bolivia, ni al sur, ni al norte, ni a ninguna parte. Su espíritu indomable y comprometido -al igual que sus ideas-permanece.

Elmo José Catalán Avilés.
El hombre pletórico de vida que se fue a la guerrilla. El periodista cabal e ideológicamente verdadero. Ese Elmo políticamente jugado por un guevarismo que consideraba indispensable.
Más que con una tendencia política a Elmo Catalán hay que asociarlo y definirlo como un revolucionario.
Elmo, uno de los periodistas más notables de Chile y sin embargo podría pensarse que ha sido relegado, transformándose sólo en el nombre de una brigada que pinta murales. No es así: Elmo, cual ejemplo, vive para las nuevas generaciones.

¿Dónde está?
Pero si está ahí.
Elmo nunca se ha ido.

Fue el primer profesional de su familia y pese a ello permaneció alejado de lujos e intrascendencias. Con esfuerzo y trabajo se convirtió en ejemplo de Hombre Nuevo.
Eso es lo que tiene que decirse de él. Pero hay mucho más.

El norte

Cae la noche en Arica. En el descampado un niño driblea con la pelota a sus amigos. Casi llegando al arco -a punto de rematar sobre el distraído portero- se tropieza desplomándose al suelo. Los otros pequeños se ríen y él, empolvado, los mira con pena. Aun así se levanta y se echa a andar rumbo al centro de la cancha. Y vuelve a lanzar amagues y regates, hasta volver a hacer un gol.
– ¡Elmo, éntrate!- le grita Aída, su madre, moviendo las manos blancuzcas de tanto lavar ropa, propia y mayoritariamente ajena. Elmo se aleja.

No hay muchos datos sobre la infancia de Elmo Catalán. Sólo que era ariqueño de nacimiento, que vio la luz en 1932 y que provenía de una familia muy humilde. Elmo, una contracción de Erasmo que significa “digno de ser amado”, tuvo una niñez de esfuerzo junto a su tres hermanos. Su madre lavandera. De su padre apenas se sabe que era minero, un asalariado pobre cuya existencia estaba marcada por injusticias y precariedades. Sin embargo los padres de Elmo decidieron que él debía ser alguien en la vida y para ello solo el estudio podía ayudarlo. La madre decía que Elmo había sido un niño muy inteligente durante su enseñanza preparatoria (básica) en el Liceo Coeducacional de Arica. Destacado, y también muy brioso, muy sin reglas. Ya de pequeño se evidenciaba que Elmo tenía un carácter fuerte que se acrecentó luego de la separación de sus progenitores. En 1946 su padre se aleja definitamente. Atrás quedan los días de unión familiar que, pese a las vicisitudes de la vida, habían sido felices. Elmo recuerda su primer trabajo en el puerto junto a su padre. A la memoria le vienen esas jornadas agotadoras bajo el implacable sol nortino, pero es inútil quedarse en los recuerdos. Hay que mirar hacia adelante. El futuro es incierto pero Elmo le hace frente con coraje.
Un día toma su maleta y se va a un mejor liceo en Antofagasta. Continúa jugando fútbol en el club O’Higgins y Norte Unido del puerto. Eran mediados de los 40 y ese muchacho nunca más volvería a su casa, salvo de visita.

Posterior a su estadía en el Liceo de Hombres de Antofagasta Elmo viaja a la capital para estudiar Derecho en la Universidad de Chile. Al año siguiente se cambia a Periodismo. Para costear su carrera Elmo realiza labores en la construcción y se empapa de las injusticias que sufrían los trabajadores. En Periodismo sus compañeros de curso –mayoritariamente El Clan de los nortinos: Enrique Pizarro, Ibar Aibar, Atio Gálvez, Horacio Marull y Luis Ochoa, todos del Liceo de Hombres de Antofagasta- lo recuerdan como un muchacho seguro de sus ideas que inspiraba respeto. Un joven de izquierda. En ese entonces, 1951, vestía de forma casual y tenía el pelo chuzo. Pese a ello destacaba por su altura y el rigor en su trabajo: las cosas debían hacerse bien.

Aprendizaje y enseñanzasEliana Cea, periodista y cercana, recuerda aquellos años:
“Conocí a Elmo Catalán cuando ingresé a la Escuela de Periodismo, en 1954. En esa época no fui amiga de él, pero llamaba mi atención su apasionada oratoria en las asambleas estudiantiles. La idea que me formé fue la de una persona vehemente, que trataba de convencer a su audiencia con discursos muy ideológicos. Tengo entendido que en esa época él era militante comunista. Personalmente, su verba me inhibía y diría que hasta me asustaba”, señala Eliana.

Elmo ya en 1955, sin aún recibirse, trabaja en El Siglo como editor deportivo. Se recibe en 1956 y al año siguiente, aun trabajando en el periódico comunista es detenido en la imprenta Horizonte del PC y relegado en abril a la pre cordillera de Belén, localidad cercana a Arica. Su detención se debe a manifestaciones, supuestamente incitadas por ese periódico, contra el gobierno del general Carlos Ibáñez del Campo. Sin embargo pasada una semana se le reenvía a Curepto, en la provincia de Talca. Tras pocos meses es dejado en libertad y vuelve a su ciudad natal donde pone todos sus esfuerzos en lograr el puerto libre de Arica.

Transcurrido un tiempo Elmo regresa a Santiago donde en 1957 se casa con la profesora Ana María Agüero -a quién conoce reporteando-, pero también para hacer clases en las mismas aulas universitarias donde estudió.
Gladys Díaz, periodista y fiel amiga, nos cuenta:
“Él era ayudante en la escuela con Eliana Cea en un ramo que impartía Juan Honorato. Ya se había recibido cuando yo entré. Elmo era mayor unos ocho años y era de la Primera Generación Universitaria. Yo me hago amiga de él cuando estoy recibida”, señala Gladys.


Campo de estudio

Las investigaciones periodísticas de Elmo fueron pioneras. Con profética intuición trató temas como la concentración de los medios -estudiado posteriormente en miles de tesis-, el despilfarro de nuestra principal materia prima: el cobre, lo que influyó en su nacionalización por parte del Presidente Salvador Allende en 1971, y otros artículos de orden económico nunca antes estudiados con acucioso interés. Elmo no sólo reportea sino que iba al meollo del problema tratando de establecer causas y efectos.
Gustavo González, periodista egresado de las aulas de la Universidad de Chile y Secretario General del Centro de Estudiantes de Periodismo entre 1966 y 1968, quién lo conoció durante esos años -cuando Elmo solicita alumnos en práctica para el diario El Cobre- define sin ambivalencias que Catalán es uno de los grandes periodistas de Chile.

Su hijo, quién también se llama Elmo, recuerda que en las conclusiones del libro La Propaganda, instrumento de presión política, -su tesis de grado en la carrera- su padre señalaba que le había costado mucho ingresar al Servicio de Impuestos Internos porque la única manera de advertir esas cifras y acceder a esos datos puros era a través de la información del propio Estado, en este caso del SII.
“Si tú te metes a investigaciones actuales dicen exactamente lo mismo de la Superintendencia de Bancos, por ejemplo. Porque esa es una información que está resguardada por el propio Estado y por lo tanto es confidencial y tú no puedes tener acceso total a la información que señale cómo se están repartiendo las platas en los medios de comunicación. Entonces es súper actual lo que él señaló en su tiempo”, sentencia Elmo hijo. Y Gladys Díaz agrega datos a ese ápice del trabajo de Elmo:
Todo lo que él escribió estuvo dirigido a demostrar la influencia que los capitales -y el mundo de la política norteamericana- tenía en el mundo militar chileno. La influencia incluso en el periodismo. Fíjate que en esa época pasaba una cosa muy curiosa: Todos los periodistas éramos de izquierda ¿por qué? Porque no había periodistas de derecha. O sea los medios de comunicación de derecha tenían que contratarnos a nosotros y por eso Elmo trabaja en la radio Minería que era de la gran minería del cobre y yo trabajaba en la radio Agricultura de los terratenientes, y siempre supieron lo que éramos. No es que nosotros nos estuviéramos ocultando.
En ese tiempo habían dos tipos de censura, que siempre las hubo: los avisadores y los dueños. Tú no podías hablar contra los Consorcios. Por eso hablábamos fuera. Elmo escribía afuera y yo tampoco podía hablar contra los latifundistas, eso era obvio. Entonces cuando teníamos información de esas cosas se la pasábamos a los otros medios para que otros lo publiquen”, señala Gladys Díaz.

Eliana Cea rememora a Elmo Catalán en aquella década de finales de los 50:
“Con el correr de los años, supe de su trabajo como reportero en Radio Minería, y su calidad profesional me impactó tras un accidente aéreo que conmovió al país el 3 de abril de 1961 y donde murieron casi todos los jugadores del club Green Cross. Pasaron días y horas en que se no se lograba alcanzar las cumbres cordilleranas donde se había estrellado el avión. Con un esfuerzo y audacia increíbles, Elmo llegó al lugar (el cerro Lástimas, al interior de Linares) captando y describiendo todo el horror de la tragedia. Reflejando cansancio en su voz, como único testigo, relató a la enorme grabadora que portaba todos los antecedentes recogidos y que más tarde fue trasmitiendo al país, que escuchó emocionado su golpe periodístico. Después de ese episodio concluí que no sólo era un orador apasionado, sino también un profesional de extraordinaria capacidad”, manifiesta Eliana. Y continúa:
“En la década de los 60, Elmo y yo fuimos designados profesores ayudantes de la cátedra de Periodismo Informativo, que dictaba Juan Honorato. En esas labores nació una relación amistosa que se prolongó hasta 1967. Debo confesar que el Elmo de ese período era bastante distinto al que conocí en la escuela. Se veía siempre muy sereno, diría que vestía elegante y resultaba muy atrayente como hombre. Además, el apasionamiento que en otros años me asustaba, había dado paso a una enorme dulzura”, concluye Eliana Cea.

Pero Elmo no sólo era consecuente con sus ideas, sino además era un periodista cabal. Gladys Díaz lo ratifica:
“Era muy talentoso y muy seguro de sí mismo. Con una gran personalidad. Fue muy buen periodista radial. En ese tiempo, supuestamente, todos los que éramos buenos periodistas trabajábamos en radio porque la radio de entonces era la televisión de ahora. Era mucho más importante trabajar en radio que en revistas o en diarios, porque era todo rápido. No había horario y nos hacían levantarnos a las 3 de la mañana porque había un incendio, o una toma de terreno. Entonces tenía mucho que ver con la personalidad de mi generación que era una  generación, primero, muy idealista, muy activa, muy de principios.

En el libro Vendedores de sol, de Alejandro Cabrera, Eliana Cea hace un recuerdo del periodista chileno. Textualmente dice: “Elmo Catalán fue un periodista de una sensibilidad enorme, muy perfeccionista, con entusiasmo sin límites para buscar la noticia y por ser el mejor y el primero. Todas esas características personales las transmitió luego a sus alumnos, causando algún pánico, pero más que nada admiración”.
Eliana Cea recuerda que Elmo -en su calidad de maestro- era implacable en los trabajos que encargaba a sus alumnos, imponiendo exigencias casi insalvables. Como anécdota, recuerda que en una de sus clases provocó una explosión colectiva de llantos femeninos luego que les reprochara a algunas alumnas que hubiera poco celo periodístico en sus reportajes. “Estando en la sala, observé como conocidísimas periodistas de hoy lloraban sin consuelo. El hecho fue tan chocante para Elmo que ese mismo día decidió dejar las clases. Salió de la escuela muy molesto. Días después conversé con una de las alumnas, quien me dijo:
‘Creo que fue un estallido histérico de mujeres enamoradas de su maestro’”. Eliana entrega más datos sobre esta cualidad:
“La verdad es que Elmo producía un encantamiento especial, y las mujeres nos sentíamos cautivadas sin que él se diera cuenta. En esa época estaba muy enamorado de una niña de segundo año de periodismo, Ana María Maurer, quien, creo fue la última pareja que tuvo en Chile”.

Elegancia y llegada

Con el paso del tiempo el Elmo Catalán estudiante sufre un cambio. Como periodista, ya consagrado, se comienza a vestir bien, muy elegante.
Los suplementeros y conserjes de los edificios de Agustinas y San Antonio siempre veían al hombre de terno -Elmo- comprar camisas en el local de aquella esquina. Una certera mirada al escaparate y luego el entrar sabiendo de antemano la prenda y el precio. No había tiempo que perder. Santiago era un hervidero de sensaciones. Bullían los ideales políticos, la esperanza de una sociedad distinta, el anhelo de un Hombre Nuevo. Y Elmo -pese a vestir con clase debido a sus múltiples actividades- lo tenía muy presente.
“Yo conocí a Elmo elegante”, manifiesta Gladys Díaz. “Yo no conocí otra faceta de él. Era muy preocupado de su facha. Yo me acuerdo que había una tienda chiquitita en Agustinas al llegar a San Antonio, de pura ropa fina. Él se compraba ahí sus camisas. Recuerdo haber salido con él de la Confederación del Cobre caminando y me dijo “permiso” y se metió. 
 A veces se cree que la persona de izquierda tiene que andar como bien apueblerada. Y, claro, él se distinguía por eso. No era la costumbre. Yo me acuerdo que los miristas andaban todos con una chaqueta montgomery y con bototos. Hombres y mujeres. Las mujeres tenían tres pantalones, cinco blusas, dos chalecos y con eso se daban vuelta años. Los periodistas del mundo político andaban un poco mejor vestidos. Algunos andaban encorbatados, pero no tan preocupados de la calidad de lo que usaban”.

A la buena pinta de Elmo había que sumar una suerte espantosa con las mujeres. Gladys Díaz  recuerda esa cualidad seductora: “Era un hombre que atraía por su manera, por su forma. Muy simpático. Tengo la imagen una vez en una huelga del sindicato de Laboratorio Chile. Iban a hacer una fiesta -no me acuerdo bien si era del Aniversario del Sindicato o el aniversario de la empresa-. Entonces Elmo me dijo: ‘Oye nos invitan a los tres: al Mario Vera, a ti, y a mí, a un almuerzo que van a tener’. En el Laboratorio Chile las mujeres eran mayoría. Llegamos y se armó igual que hubiese entrado un rockero o un actor de Hollywood. Todas la mujeres se paraban y lo abrazaban por aquí por allá. Mario Vera era bajito y era todo lo contrario de Elmo: Mario era mayor, él sí que era hosco, callado, súper serio. Era el matemático, el que siempre andaba sacando las cuentas y me acuerdo que Mario vino y me llevó para un lado, como diciendo ‘no te metas en este lío, déjalo a él’.
Y tengo esa imagen de las mujeres volviéndose un poquitas locas”, finaliza Gladys.

Elmo Catalán tuvo tres matrimonios. Su hijo Elmo analiza esta arista. “No es por justificar a mi padre pero, tanto por la actividad profesional como por la actividad política, la mayoría de las personas que yo conozco de esa época todos se separaron muy jóvenes o tenían muchos matrimonios. No es una buena justificación pero, al parecer, era un momento histórico donde quien militaba estaba totalmente dedicado al trabajo político. Yo participo mucho en encuentros con personas de más de 80 años que fueron amigos de mi papá y nunca he sabido quienes son las señoras. Nada. O sea la familia no es parte de eso núcleo. Es un mundo aparte”, finaliza.

El cobre

Durante el terremoto de Valdivia, en 1960, Elmo Catalán es enviado a la sureña ciudad donde desarrolla un trabajo admirable. Es así como en Santiago se conoce, mediante este puente radial, la trágica jornada en Valdivia durante el mayor terremoto de la historia.
Gladys Díaz, por su parte, confiesa cómo se conocieron: “Elmo había trabajado en varias partes y lo que nos va acercando es que yo soy nacida y criada en el Mineral El Teniente, entonces tengo una cercanía muy grande con el cobre. Cuando chica hacía las marchas con los obreros; a pesar que mi papá era médico y ni siquiera trabajaba en la compañía.
Yo me crie en medio de todo aquello y Elmo también estaba interesado y escribió mucho sobre eso.
En ese punto nos encontramos: en el que a él los obreros le manifestaban que siempre contaban conmigo, yo era su periodista. Los dirigentes le decían: ‘Nosotros, cuando vamos a hacer reuniones, llamamos a Gladys y le contamos lo que está pasando’. Elmo antes que estuviera trabajando en la Confederación del Cobre ya estaba escribiendo sobre estos temas. Entonces cuando se va a trabajar como encargado de comunicaciones de la Confederación y director del periódico El Cobre es una cosa natural porque era su tema”.

Más que PC o PS, revolucionario

– ¿Ahora él ya era un hombre definido políticamente en esa instancia?- le pregunto a Gladys Díaz.
Él militó en el Partido Comunista. Y después, posterior a su relegación en el norte, se acercó más a los socialistas. No es que fuera militante. El Partido Socialista lo destaca, pero yo creo que era cercano. Elmo estaba por encima de los partidos. Elmo era pro revolución cubana y eso lo definía. Casi todos los que se iban del Partido Comunista al Socialista era porque el PC era muy rígido y no aceptaba la disidencia. En ese tiempo había mucha discusión sobre la Primavera de Praga, por ejemplo. Y acuérdate que el Partido Comunista no estuvo para la revolución cubana. El PC estuvo después. El PC no creía en la guerrilla y en los levantamientos populares a través de la vía armada¨, señala Gladys.
“Elmo era un marxista leninista de todas maneras, pero que se adscribía a la Revolución Cubana, que tuvo gran mérito al captar todos los sectores: marxistas, troskistas, demócratas, los que eran católicos, cristianos. No olvides que Fidel Castro era cristiano. Fidel no era marxista, Fidel descubre el marxismo después del triunfo, él hace con el crucifijo la revolución. Eso le dio mucho aire a la revolución cubana: el ser capaz de incorporar a todos los sectores oprimidos y que buscaban de alguna manera la libertad para sus países”, cuenta Gladys. Y prosigue:
“Era muy fuerte el influyo del Che Guevara en Elmo porque el Che es el primero que define la concepción de un Hombre Nuevo, de un hombre con principios, con valores; no solamente un hombre luchador por sus ideas, sino además un hombre que tiene una vida coherente, valórica, y eso era muy atractivo para los que éramos jóvenes. La posibilidad de un mundo nuevo con Hombres Nuevos. Entonces ese es un concepto que levanta con mucha fuerza Ernesto Guevara, y no te olvides que Elmo trabajó en Prensa Latina. Entonces ahí conoce los detalles de cómo se va construyendo este nuevo país, este nuevo estado, y va acompañando toda esa experiencia. Yo diría que encasillar a Elmo en el Partido Comunista o Socialista es disminuirlo. Por supuesto que él fue muy cercano a Carlos Altamirano, por ejemplo. Yo no sé de dónde sacan eso de que fue secretario. Eran muy amigos. Yo me acuerdo que conocí a la secretaria que tenía Altamirano. Lo que pasa es que Elmo le hacía los discursos. Elmo escribía muy bien”, finaliza Gladys Díaz.

Manuel Jesús Aravena tenía 18 años y militaba en el MIR cuando conoció a Elmo Catalán en 1967 perteneciendo a Espartaco, una orgánica más bien universitaria.
Antes de 1970 el MIR, mi partido, buscaba consolidar su estrategia de la vía armada y conociendo la trayectoria de Elmo buscó un acercamiento a objeto de aglutinar fuerzas. Era un acercamiento no con el PS, sino con los elenos. En esas circunstancias lo conocí. Yo era prácticamente un observador ya que la discusión política la llevaban Miguel Enríquez, Luciano Cruz y Sergio Zorrilla”, señala Aravena.

En aquel tiempo estaba la euforia de la Teoría del Foco”, sentencia Manuel Aravena. “La euforia de la Revolución Cubana había abierto una serie de mechas: Venezuela, Brasil, Argentina, Colombia. Entonces un sector de la juventud del Partido Socialista estaba disconforme con la Orgánica Política del PS de aquella época. El Partido Comunista se había hecho muy reformista, estaba por la convivencia pacífica entre capitalismo y el materialismo y en ello había una inconsistencia porque se decían marxistas pero también eran partidarios de la vía pacífica. Había una contradicción básica. Además el Partido Comunista era un partido muy estructurado: ésta es la estrategia, ésta es la línea política del Partido Comunista y nadie se podía salir de eso. Ni siquiera existía la oportunidad de discrepar. Si discrepabas eras inmediatamente mirado con recelo. Al ser el PC muy estructurado, muy disciplinado, me dio la impresión que eso no le gustó a Elmo. Agregado que el Partido Socialista era abierto y daba más espacio a que hayan diferencias, donde gente pudiera contestar y decir no. Elmo Catalán siempre tuvo una postura más guevarista, más castrista, en lo que era concretar cosas. ¿En esa época quién no hablaba de las distintas organizaciones guerrilleras en Venezuela, Colombia, Brasil, Argentina? Guerrillas urbanas muy potentes, como el caso del Movimiento 26 de julio con Frank Pais, que fue el veinteañero seguidor de la guerrilla cubana”, finaliza Aravena.

“Los elenos era una formación absolutamente clandestina”, cuenta Manuel Cortes, ex eleno y ex GAP, quien próximamente lanzará un libro sobre sus vivencias de aquellos años a través de la editorial Ceibo.

“Yo ingresé a los elenos sin ninguna militancia. Y aunque a Elmo no lo conocí era muy renombrada su trayectoria en la formación que integraba. Uno en los comienzos, y por razones de seguridad, sólo conocía a su compañero de enlace”. “

El periodista Ernesto Carmona -autor y editor de libros como Morir es la NoticiaChile Desclasificado, Los dueños de Chile, Los dueños de Venezuela y Yo Piñera, entre otros-  conoció en 1962 a Elmo mientras trabajaba en la Embajada de Cuba. Según Luis Fernández Oña, de la seguridad cubana, ya en ese año Elmo Catalán habría recibido los primeros entrenamientos en la isla. Durante aquella época Cuba apuesta al desarrollo de la lucha armada en Latinoamérica y da un paso importante, del que participa activamente el Che Guevara. Dependiente del Ministerio del Interior, las autoridades cubanas crean “Liberación”. La responsabilidad recae en Manuel Piñeiro, Barbarroja, quien se pondría a disposición de las necesidades dirigidas por el Che, cuyo fin sería apoyar con todos los medios a grupos revolucionarios en las fronteras de Argentina, Bolivia, Perú y Chile. Piñeiro, será actor principal en el trabajo que involucra a Elmo.

“Elmo frecuentaba mucho la Embajada de Cuba, ahí lo conocí, y después trabajé con él en la Campaña de Allende de 1964”, señala Carmona. “Él era jefe de la Unidad de Comunicaciones como le llamarían hoy -en ese tiempo Departamento de Prensa-. Ahí comencé en periodismo. Elmo me ofreció trabajo ahí y me mandó en el Tren de La Victoria, que era lo máximo que se podía hacer: recorren el país con Allende en su tercera postulación. Elmo era mayor que yo once años. A esa edad se nota… Y era un gran periodista, un tipo muy culto, muy inquieto por la lectura, por la información, por la formación. Leía, estaba interesado en los libros, sobre todo en los de política de la época, que yo conocí a través de él. Los grandes autores políticos internacionales: Charles Wright Mills, libros de economía, de sociología. Elmo era un gran lector y él publicó en esos años, con el economista Mario Vera, el libro El Cobre. A diferencia de otros periodistas de aquellos años -y sobre todo de los de hoy- era un hombre muy preparado y con mucha inquietud por el conocimiento y la información. Su libro La Propaganda fue impreso en Prensa Latinoamericana, que era la imprenta de los socialistas. En lo grueso había dos imprentas políticas en esos años: Horizonte, y ésta que era más chiquita, la Prensa Latinoamericana.
Lo recuerdo como un amigo muy generoso, muy solidario, muy divertido, con mucho sentido del humor. Él era muy bueno escribiendo. Manejaba muy bien la escritura. Elmo trabajó poco en radiofonía en la época que yo lo conocí. Antes fue muy famoso en la radio por llegar primero al accidente aéreo del equipo Green Cross. Pero cuando lo conocí ya no trabajaba en radio. Ya había pasado esa etapa. Yo lo conocí en otra dimensión: ya no era reportero, digamos. Trabajamos juntos también en la agencia Prensa Latina.
Teníamos mucha relación de amistad. Íbamos a comer con las respectivas mujeres, nos veíamos mucho. Él fue muy amigo de Carlos Altamirano, y en verdad él estuvo muy cerca del PS, pero no era un militante socialista así de fila, él era un militante de una organización boliviana: el ELN, de los elenos chilenos.
Elmo no era un hombre de discursos, él difundía sus ideas pero no era un hombre de oratoria; sino de escritura. Creo que lo más parecido a la oratoria eran sus clases como profesor. Nunca lo escuché decir un discurso. Él también era muy amigo de Arnoldo Camú, abogado de la de la Federación de Trabajadores del Cobre y la Confederación del Cobre junto con Arturo Long Alessandri.
Camú fue fundador de la corriente elena del PS. Elmo reclutó a muchos socialistas para llevárselos a Bolivia a su guerrilla. A muchísimos: 20, 30. Y para eso contó con la colaboración de Camú y de los elenos. Yo leí en la revista Punto Final una declaración donde el ELN de Bolivia aclaraba que no tenía relación con el ELN de Chile.
Yo no creo mucho en el socialismo de Elmo. Otra cosa es que los socialistas lo atrapen, pero Elmo nunca se destacó como un militante para nada, ni representó al PS. Lo más que yo recuerdo es que él era muy amigo del senador Carlos Altamirano.
Elmo Catalán era un revolucionario. Un revolucionario que obedecía a la doctrina de la Revolución Cubana y a la teoría guerrillera del Che Guevara, y en eso trabajaba a tiempo completo. En el fondo Elmo era un hombre de la infraestructura de esas cosas que lo hacían viajar mucho. De hecho él tuvo un gran papel en la instalación del Che en Bolivia. Elmo pasaba poco tiempo en Chile en esos años”, finaliza Ernesto Carmona.

El Director del quincenario Punto Final, Manuel Cabieses, da su testimonio sobre la amistad que compartió con Elmo.
“Elmo Catalán participa en la construcción -en el Partido Socialista chileno- de esa sección del ELN de Bolivia. Ahí está gente  como Beatriz “Tati” Allende, la hija de Salvador Allende y el abogado Arnoldo Camú que fue el principal dirigente de esa sección, además de otros chilenos que se prepararon para ayudar al Che en Bolivia. Finalmente los sorprendió la muerte de Ernesto Guevara y la caída de sus fuerzas. Pero entonces ellos emplearon esa disposición para ayudar a los compañeros que reemplazaron al Che en Bolivia.
Elmo Catalán tiene bastante que ver con la historia del rescate de los sobrevivientes de la guerrilla del Che. Eso revela la conexión que había entre nosotros. El mensaje -de los guerrilleros sobrevivientes que trataban de salir tras la muerte del Che Guevara en octubre del 67- me llega a mí y lo primero que se me ocurre es hablar con Elmo. Yo sabía que estaba “en esa”, no sabía exactamente qué hacía, pero sabía que estaba”.

– ¿Cómo le envían el mensaje?
– Un boliviano, Jesús Lara, llega a mi casa tocando el timbre. Entonces hablo con Elmo y él puso en marcha lo que se trató de hacer aquí, incluyendo la solidaridad de Salvador Allende. Aparte que Elmo conocía muy bien toda la zona norte, pues trabajaba en la Confederación del Cobre y tenía gente ahí”, finaliza Cabieses.

En el libro “Teoponte, La otra guerrilla guevarista en Bolivia” el historiador altiplánico -ahora embajador en Perú- Gustavo Rodríguez Ostria relata la huida de los sobrevivientes de Ñancaguazú :
“Como fuese, tras sortear estas peripecias, los contactos con Chile adquirieron continuidad y firmeza. Dos razones explican su elección como escenario para la huida de los sobrevivientes: su proximidad geográfica y la sospecha, pero no la seguridad, que tras Los Andes se contaba con colaboradores, aunque no se conocía su identidad ni su localización exacta. Se tuvo que operar al tanteo, jugándose un albur. Alrededor del 27 de enero, Loro (Jesús Lara) viajó al país trasandino para solicitar auxilio. Sin otra referencia que Manuel Cabieses, que dirigía Punto Final, conocida revista izquierdista pro cubana, lo buscó una noche en su casa santiaguina. No se conocían, de modo que tuvieron que confiar el uno del otro. Años más tarde, Cabieses recordaría que la persona que lo contactó trabajaba en la empresa petrolera boliviana (YPFB) y que mostraba señales visibles de una enfermedad pulmonar. Efectivamente la tuberculosis acosaba a Loro (Jesús Lara) por lo que la esposa de Cabieses tuvo que inyectarle un medicamento. El boliviano informó al periodista chileno de la existencia de los sobrevivientes en manos amigas. Cabieses retransmitió la buena nueva a su colega y militante socialista Elmo José Catalán Avilés, Ricardo de nombre de chapa que cooperaba con los isleños desde hacía tiempo, quien retransmitió la buena nueva hasta Cuba. ¿Sería Loro con quien Salvador Allende mandó a Bolivia un embutido con un mensaje clandestino en el cual señalaba dos lugares de contacto y adjuntaba la foto de Ricardo, responsable de la operación de salvamento?
Lo que es seguro es que el senador socialista (Allende) envió dinero chileno a los sobrevivientes.

Es muy probable que tras estos contactos iniciales, un joven chileno, comisionado por Ricardo (Elmo), se hiciera presente en Bolivia para definir los planes de la evasión. Félix Huerta de 22 años y por entonces estudiante de medicina en la Universidad de Chile ha referido que luego de pasar por el Perú llegó a La Paz donde “debía contactar con un ingeniero de Yacimientos Petrolíferos Fiscales”. Obviamente se trataba de Loro, aunque Huerta no mencione nombre alguno. Lo buscó en su oficina. El santo y seña fue un paquete de cigarros Viceroy y la consabida, aunque segura, mitad de un billete de banco. Tras concertar detalles para la evasión y memorizarlos, Huerta retornó a Chile.

Con los chilenos se acordó fechas y lugares de contacto en las cercanías de la frontera con Bolivia. El 2 de Febrero, con las precauciones debidas, los cubanos, salieron de La Paz en un Jeep Toyota rumbo a Oruro, punto intermedio antes de su ingreso a Chile. Raúl Ibarnegaray, un ingeniero con estudios en Alemania, donde pertenecía al grupo de estudiantes bolivianos de izquierda, fue uno de los responsables de darles cobertura.

(…) Los tres cubanos, en cambio, decidieron correr el riesgo, sin preocuparse por lo que dejaban atrás. Tras permanecer bajo tensión casi una semana en la ciudad minera, el sábado 10 de Febrero se embarcaron al fin hacia la frontera con Chile. Se responsabilizó de guiarlos a dos militantes del PCB, Estanislao Wiilka, Tani y Quicanez, Nicolás.
El mismo día Saúl envió a Miky a Chile a ultimar detalles para la recepción del grupo. Seguramente esta determinación tuvo que adoptarse por el cambio de fecha de la huida, inicialmente prevista para el primer día de Febrero. Miky salió de La Paz en avión, como cualquier inocente viajero, blandiendo su nombre y su pasaporte legal. Apenas llegó a Santiago entró en el terreno del clandestinaje y vivió una rocambolesca aventura, digna de un folletín de espionaje. Me relató que para validarse frente a su contacto, que lo esperaba en un café céntrico:
Debía llevar visible una revista determinada (…), esta persona me debía pedir prestado para escribir un bolígrafo, el mismo que lo traía desde La Paz como consigna de identificación. (…) Tengo entendido que en su interior había una nota. El señor se alejó un momento, luego me devolvió el bolígrafo y me reconoció después de leer el contenido del mensaje.
Tras superar el chequeo, se reunió con Ricardo (Elmo) para coordinar acciones. Despistaba miradas indiscretas aparentando ser un turista adinerado. Se paseaba por lugares caros y bacanes, esperando el momento de servir de enlace entre los evadidos y los chilenos que los aguardaban.
Lo que no pudo prever es que el trío de cubanos y los dos bolivianos enfrentaría peripecias que alterarían el plan inicial. Las lluvias imposibilitaron que hicieran el recorrido en camión, como estaba previsto.
(…) Frente a nosotros teníamos el altiplano, un monstruo desconocido(…)
Un viaje estimado para tres días se transformó en una peligrosa caminata del doble. Tras seis jornadas, el quinteto cruzó sano y salvo la frontera y se introdujo en territorio chileno. Heroísmo y decisión, sin duda, pero también fortuna y condiciones favorables en una tierra de nadie, con escasa presencia estatal y pervivencia de fuertes lazos ciánicos. En el trajín valieron más las redes familiares de Tani —natural de la zona— que los apoyos orgánicos del indeciso PCB. Ilegal pero común y aceptada, la figura del contrabandista les proporcionó adecuada cobertura. Contaron, además, con la venalidad de las autoridades locales. En Sabaya, sobornaron -con la magnífica suma de cuatrocientos dólares- al único y necesitado policía para que los dejara continuar.  Contribuyó igualmente la incapacidad de las autoridades militares para reaccionar a tiempo y una gran dosis de buena suerte en forma de nuevas lluvias que esta vez entorpecieron las labores del rastrillaje castrense.

En Chile Ricardo (Elmo) comandaba la búsqueda desde el lado socialista.  Tati colaboraba en primera fila. Lo confiesa Benigno:
Beatriz viajó a la cordillera de los Andes, un lugar salvaje, en la frontera entre Chile y Bolivia. Una muchacha joven, bonita, estuvo allí una semana entera esperando para ver si nosotros aparecíamos… aunque no tan sola, pues iba armada de pistola, como solía hacer siempre. Incluso llevó armas para nosotros, por si llegábamos desarmados. También cargó colchas, abrigos, comida, cigarrillos y los medicamentos necesarios para la altura, así como distintos antibióticos.
Los comunistas chilenos concurrieron también con una pequeña misión de salvataje en una camioneta que les proporcionó la alcaldesa de Arica, Elena Díaz.  La integraban el aymara parlante y obrero del cemento Francisco Estay y el dirigente del sindicato de panificadores Epifanio Flores Carré. También merodean atentos y expectantes en otro vehículo Dinicle Chávez y Mario Díaz, dirigente de la Central Única de Trabajadores (CUT).  Por su parte, Miki recibió la instrucción de Ricardo (Elmo) de viajar hacia la frontera con el objetivo de identificar al grupo de fugados ya que era el único que los conocía cara a cara. No fue necesario. Las peripecias que enfrentaron éstos en su ingreso a Chile hizo inútil, afirma, su salida de Santiago acompañado de un grupo de militantes comunistas. El 16 de Febrero, el quinteto de evadidos ingresó a territorio chileno por el paso de Chinchillane, entre Isluga y Caraquiqma, a casi cinco mil asfixiantes metros sobre el nivel del mar. Mientras tanto, una amable cuarentona boliviana, Josefina Farjat Bustamante, de sobrenombre Panchita, arribaba a Santiago portando un bien custodiado cofre revestido de cuero y’ adornos de metal, que en La Fiabana adorna ahora el Museo de la Revolución. En la joya, se ocultaba un mensaje de Inti con la identificación de los cubanos. Llegó tarde. Panchita (en 1989) Para entonces la prensa local ya difundía el apresamiento del grupo. Panchita no realizó el periplo en vano. Al retornar a La Paz, en el doble fondo de una caja cubierta de deliciosos bombones, trajo un mensaje de Tati para Inti y Darío. Empezaban a tejerse las redes de una fructífera relación y colaboración.
La verdad es que la sincronización chilena falló por todas partes y no pudo localizar a los guerrilleros prófugos. Cada uno de los contactos en la frontera fracasó estrepitosamente. Conspiró la inexperiencia y el invierno boliviano que, con sus vientos helados, tormentas de nieve y lluvia, bloqueó rutas y quebradas con una muralla de agua y barro, impidiendo el acceso oportuno al punto de encuentro. De manera que tras su ingreso a Chile los cinco evadido deambularon casi una semana padeciendo hambre, sed y frío. El 21 a eso de las 10 de la noche buscaron refugio en la pequeña escuela de Chapiquilta (Comuna de Mamiña), una quebrada al frente de Iquique. No sabían que el joven socialista Huerta los esperaba allí disfrazado de antropólogo, provisto, como disfraz, de una batería de libros. Cada día se desplazaba a la cercana población aymara de Chapiquiña (cama de espinas), lugar previsto para el contacto. Retrospectivamente está seguro que vio a Willka, pero al no reconocerlo no buscó contacto.

Al no hallar los enlaces previstos, el quinteto decidió presentarse el jueves 22 de Febrero1015 a las autoridades y solicitar asilo por intermedio del periodista Luís Berengiiela del periódico Ultimas Noticias, a quien encontraron casualmente a la entrada de Chapiquiña. Al atardecer de aquel día Huerta observaría impotente cómo militares del Regimiento Carampangue detenían a quienes aguardaba. Por su parte, los comunistas Estay y Flores, que merodeaban muy cerca, vivieron una aventura de mal gusto. Cuando la Policía chilena los apresó en las cercanías, tuvieron que tragarse la foto de Tañí con su propia orina, dado el grueso del cartón. “Nos la manducamos con agua de pajarito” confesaron entre orgullosos y avergonzados a Luís Corvalán, jefe de los comunistas chilenos.

Pese al gafe, de ambos grupos izquierdistas, los evadidos-se salvaron, pero el desenlace pudo ser trágico. Los trasladaron primero a Huara y luego a Iquique, donde quedaron retenidos en la base aérea “Los Cóndores”, Alto Hospicio. Por entonces la zona contaba con escasa población y lo único relevante allí era la instalación militar. Apenas se difundió la noticia de su arribo, los fugitivos recibieron muestras de solidaridad popular. En la pequeña ciudad portuaria, el alcalde socialista Jorge Soria había impulsado la creación de un “Comité de Solidaridad”, que se constituyó el 20 de Febrero y que participó en la frustrada búsqueda de los guerrilleros y una vez hallados se encargó de velar por su seguridad Por los Zig Zag del cerro Esmeralda se las camionetas de autoridades y políticos subían raudas a Alto Hospicio a visitar a guerrilleros. Soria se entrevistó con ellos y aseguró que habría una huelga de hambre los tocaban. En las calles de Iquique los manifestantes que apoyaban a los cubanos se alborotaban liderados por un hombre de unos cincuenta años, Jorge Pavelic, comunista quien gritaba exigiendo la liberación de los guerrilleros enarbolando una bandera chilena de gran tamaño. Se lo llevaron detenido mientras la marcha se disolvía.

Las autoridades gubernamentales prefirieron no exponerse a las consecuencias del baño de multitudes y al atardecer del mismo 22, en un pequeño avión de la Fuerza Aérea Chilena (FACH), trasladaron a los cubanos y sus acompañantes bolivianos primero a Antofagasta, intervalo que la policía aprovechó para requisar sus pertenencias. Luego los trasladaron por vía aérea hasta Santiago donde llegaron al amanecer del sábado 24. En la pista de aterrizaje los esperaban altos dirigentes de los partidos comunista y socialista. En esta última delegación destacaban Tati, Salvador, su padre, y Carlos Altamirano. Tati, a modo de disculpa, les dijo: “Los estuve esperando toda una semana en la cordillera andina, no me fue posible hacer contacto con ustedes pese a todas las vueltas que di por el desierto”. Allende aprovechó la confusión y les pasó subrepticiamente una foto de Ricardo, señalándoles que les colaboraría en la conferencia de prensa que darían en horas. El periodista socialista cumpliría su labor y se encargaría de desviar preguntas embarazosas.

Tras una breve estadía en la capital chilena, cargada de entrevistas y declaraciones de prensa, la madrugada del 25 de Febrero el grupo salió rumbo a Cuba, vía la isla de Pascua. Ricardo (Elmo) habría pagado sus pasajes de avión con dinero proporcionado desde La Habana. Un protector Salvador Allende, por solicitud del gobierno caribeño, los acompañó hasta Tahití, en la bella polinesia francesa. Tras dar una vuelta al mundo, con escalas que incluyeron las exóticas Ceilán y Etiopía y las famosas París y Moscú, el 6 de Marzo en horas de la mañana llegaron a La Habana en un avión IL 62 M de la soviética Aeroflot. Fidel Castro y altos miembros del aparato de Estado los recibieron con gran pompa, “como héroes”. Por la radio se exaltó a todos los aires su ejemplo de “extraordinario valor revolucionario”….
El terceto cubano rindió informe al más alto nivel de lo acontecido con el Che. Se sacaron conclusiones para enmendar errores y se determinó que Bolivia no era un capítulo cerrado”, señala Rodríguez Ostria en su libro Teoponte.

“Elmo era un hombre de los aparatos cubanos, eso yo lo sabía” confidencia Ernesto Carmona. “Entonces teníamos una relación -aparte de amistad- de mucha confianza política, y yo sabía por confidencia de Elmo su trabajo en la instalación del Che en Bolivia. Me llegó a contar, incluso, lo que yo no le creí mucho, que el Ministro Interior de Bolivia, Antonio Arguedas, era un cuadro nuestro. Yo no le creí pero era cierto. Arguedas fue quien entrego el Diario del Che. Y la discusión mía con Elmo era de que la guerrilla del Che iba a ser un fracaso porque no habían formado un partido que apoyara esa guerrilla, pues en el Partido Comunista no se podía confiar. Y posteriormente lo que viniera iba a ser peor todavía. Se hicieron muchos esfuerzos mediante Elmo e Inti Peredo, pero mi postura era que no tenía futuro un foco guerrillero sin el apoyo de un partido, como en efecto ocurrió. O sea, un foco guerrillero por sí solo, sin un partido detrás que mueva el apoyo popular, con la prensa en contra, con la ignorancia de la gente sobre su objetivo, puede pasar por un grupo de bandidos. Elmo no me convenció nunca sobre eso. Pero al final, por supuesto, él estaba empecinado y me trataba de demostrar que aquello no era relevante. En cierto modo Elmo era ingenuo políticamente porque eso lo manejaba como un dogma: la teoría del foco. Ese concepto ha sido un desastre en América Latina. A los únicos que les resultó fue a los cubanos. Y tampoco era tan foco porque los cubanos tenían un gran movimiento político detrás que era el Movimiento 26 de Julio, y no solo ese movimiento sino también tenían el Directorio Revolucionario y una tercera, tres organizaciones nuevas y grupos políticos que eran capaces de organizar una huelga en Santa Clara, en las Lilas, en ciudades claves”, finaliza Carmona.

El periodista Gustavo González, de dilatada trayectoria, corresponsal de Inter Press Service, autor de diversos libros y profesor en la Universidad de Chile, también da su visión acerca de esta arista: “Bolivia era un hervidero con una situación política muy inestable. Teoponte es lo más ilustrativo del fracaso de la Teoría del Foco. Algo similar a lo que hizo el MIR en Neltume. Elmo tenía que haber sido el jefe de la guerrilla más que el Chato Peredo. Creo que hubo demasiada confianza en la radicalización del movimiento obrero, de la COB, los universitarios y cristianos, propagaron una condición subjetiva que nunca se concretó. Pensemos también en la el contexto internacional: la política de convivencia pacífica de la URSS con USA, y que los soviéticos no veían con buenos ojos a los revolucionarios cubanos y por ende el apoyo de Cuba al foco en Bolivia fue menor”.

Valiente, decidido y corto de genio 

Muchos coinciden en que Elmo era un tipo de “mecha corta”. Corto de genio. Bueno para los combos cuando se sentía atropellado y los argumentos no eran entendidos por los intolerantes.
“Era peleador. Se agarraba con facilidad. Bueno para los puñetes”, manifiesta Gladys Díaz.
Elmo hijo me cuenta una anécdota ocurrida en el Estadio Nacional porque su padre era del equipo de la Universidad de Chile. Esto habría ocurrido durante la época de oro del Ballet Azul. Padre e hijo fueron como se acostumbraba en aquellos años: con una manta y una cesta con sándwich, huevos duros y café. Elmo hijo estaba dichoso. Era un clásico universitario y ambas barras desplegaban coloridas performances en la cancha. El espectáculo era inolvidable. Hasta que alguien le tiró una talla (broma) a su padre, quién contestó de inmediato. La broma y los epítetos fueron subiendo de tono y no pasó un minuto cuando su padre se puso a pelear con un hincha cruzado.
“No, esas cosas a mí no me extrañan nada”, confiesa Gladys Díaz al escuchar la anécdota del estadio. “Elmo no toleraba burlas ni que pidiera una cosa y las personas hicieran lo contrario. Una vez estábamos en un restaurante y ordenó un plato con la carne bien cocida. Sin embargo cuando la trajeron estaba semicruda. Se puso colorado y llamó al garzón y al dueño para reclamarle. Yo no estaba de buen humor, menos para enfrascarnos en una discusión así que lo encaré al instante.
– Elmo- le dije-. Si vas a hacer problemas por la tontera de la carne me paro y me voy inmediatamente- le advertí-. En este lugar no.
Me quedó mirando sorprendido y bajó la vista. Luego pidió con mesura que le cocieran un poco más la carne”, finaliza Gladys.

No es descabellado pensar que eso después tuvo que ver con el desenlace final de sus días: los bolivianos tienen una tendencia muy grande a sentirse maltratados si se les habla muy fuerte, ello sumado a que Elmo estuvo un par de años, sino más, recibiendo instrucción militar en Cuba. Entonces, a ese carácter fuerte le agregó mucha disciplina, pues era un hombre con una disciplina poco común.

“Yo me acuerdo que a mí me decía juntemos en la tarde a las 18,00 a trabajar -porque el último libro que él escribió, el del Hierro yo se lo corregí, fui como la editora de él-.
Era un hombre muy de a tal hora vamos a hacer tal cosa y se hacía”, cuenta Gladys. “Era muy disciplinado. Podía trasnochar , y sin embargo al otro día estaba a las 7 de la mañana en pie. Había dormido una, dos horas, pero él estaba. Yo no recuerdo nunca que me haya dicho o avisado “no llego” a alguna reunión porque se había quedado dormido. Y era bien bohemio. Le gustaba la noche, la conversa. Le gustaba tomarse unos vinos en El Bosco o en esos restaurantes que eran muy de periodistas”, rememora Gladys.

Ni a misa con la Coca Cola

“Él tenía una actitud muy anti imperialista. Tenía muy claro el rol que habían jugado los norteamericanos aquí; no solamente en el cobre sino también con toda la influencia política. Todo esto de la Escuela de las Américas para los militares. Él siempre decía: ‘Nosotros nunca nos olvidemos que somos considerados el partido trasero y  por lo tanto no nos confundamos cuando lanzan estos proyectos de ayuda para América Latina’. Él decía: ‘A ver ¿qué están buscando? Esto es un proyecto de dominación de los norteamericanos’, eso es una cosa que él repetía permanentemente”, finaliza Gladys.

“Papá era bien come cura, no le gustaba la Iglesia Católica. En ese tiempo estaba absolutamente prohibida la Coca Cola porque cualquier cosa que viniera del imperialismo norteamericano estaba totalmente vedado. Parece broma pero era en serio. Mi papá en ese sentido era bien riguroso, y a lo mejor quizás hasta muy dogmático y también consecuente. Tenía una ética bien estricta en ese sentido.

Me acuerdo que a él le importaba mucho que yo estudiara, trabajara, que estuviera siempre muy centrado en las obligaciones que tenía. Entonces cuando lo acompañaba a su trabajo yo siempre estaba haciendo algo que tuviera relación con mis tareas. Él estaba siempre muy preocupado que yo respondiera, que hiciera cosas. En general estaba centrado siempre en la acción más que la reflexión. Recuerdo que me aconsejaba no pelear con mi hermana, cosas más domésticas. Pocas veces lo escuché una reflexión más  política; salvo una vez en 1967 que fuimos a dejar -con el senador Carlos Altamirano- al aeropuerto Lo Cerrillos a otra persona que partía a México. Después nos devolvíamos y mi padre empezó a hacer toda una reflexión política respecto de la izquierda chilena. Yo estaba chico pero algunas cosas recuerdo de su reflexión un poco enojada. Él, al parecer, había tenido una discusión con esta persona que fue a dejar y después empezó a hacer esta reflexión en voz alta conmigo al lado. Yo lo escuchaba, no metía la cuchara o le preguntaba. Pero me dio a entender la inconsecuencia de  algunas personas frente a los principios que sustentaban en ese momento”, confiesa Elmo hijo.

Teoponte, el fin de la aventura

“Yo estuve tratando a Elmo hasta que se fue a Cuba a preparar. Cuando él vuelve entra totalmente clandestino, me llama y vamos a un lugar, tomamos té, y me cuenta que va entrando a la guerrilla. Estuvimos una tarde conversando. Él tenía una convicción muy clara”, manifiesta Gladys.

Otra hecho relevante con Elmo ocurrió cuando Eliana Cea cubría Política para el vespertino “La Segunda”. Siempre lo encontraba en el gabinete del senador Carlos Altamirano. “Creo que él asesoraba al político. Teníamos largas conversaciones acerca de la actualidad nacional, a fines de los 60. Un día me llamó al diario y me invitó a almorzar al Palmeiras, un restaurante muy concurrido por políticos y periodistas (se ubicaba en Huérfanos, entre Bandera y Ahumada). Una vez allí, noté que me iba a confiar algo de mucha importancia. Lo vi emocionado y contento.

-Esta noche- me dijo- viajo a Bolivia, porque se reanuda la guerrilla que empezó el “Ché”. En la madrugada de mañana, por una radio clandestina, uno de los hermanos Peredo leerá este mensaje- finalizó.

Con enorme confianza, lo cual me hizo sentir muy honrada, me entregó copia del texto que leería Peredo.

-Quiero que en la edición de mañana del diario La Segunda aparezca este texto y te ruego que no cuentes a nadie tu fuente informativa- señaló Elmo.

“Nos despedimos muy cálidamente. Creo que él estaba extasiado pensando en lo que vendría y totalmente seguro que ese era el derrotero que siempre anheló. Me dijo que el camino de la liberación de América Latina era ir abriendo conciencia y uniendo a los pueblos para que defendieran sus derechos; que Bolivia era clave para continuar luego con otros países y lograr armar una revolución continental.
A la mañana siguiente, entregué la información y exigí que no se me preguntara la fuente. La noticia salió en primera página esa misma tarde, tal cual lo deseaba Elmo.
Nunca lo conté, hasta ahora.
Años más tarde, trascendió que Catalán fue asesinado por un compañero de guerrilla, celoso de la simpatía que Elmo despertaba en una joven a quien él pretendía”, finaliza Eliana Cea.

La guerrilla de Teoponte estuvo conformada por 53 bolivianos y 14 extranjeros, entre ellos ocho chilenos, dos argentinos, un brasileño, un colombiano, un peruano y un español-estadounidense, sólo sobrevivieron 9 personas, entre ellos el jefe. Pero en los preparativos y en la logística de apoyo intervinieron cientos de militantes bolivianos y de otras nacionalidades.

“Yo creo que le dispararon, que fue una lucha intestina para un sector de bolivianos que, inicialmente, aceptaron que se incorporara un chileno, porque en la guerrilla boliviana hubieron varios chilenos. De hecho Elmo reclutó gente. Se van varias personas, dos o tres, del mineral de Chuquicamata, de El Salvador, que mueren allá,  y se va alguien también del Laboratorio Chile. Gente con la cual nosotros trabajábamos”, confiesa Gladys Díaz.
“Él tenía mucho influencia en eso. Entonces -independientemente de todo lo que he leído- yo me he hecho el cuadro de que hubo un sector que no aceptó a Elmo. En Bolivia se manejaba la idea de que alguien lo habría mandado a matar. Ahora yo no descarté esa idea por lo siguiente: nunca nosotros hemos entendido por qué la guerrilla no mató al asesino de Elmo, siendo él el jefe. Cuando en la guerrilla te matan por menos que eso, porque te comes la comida de tu compañero estás condenado a muerte. Entonces no es posible que el boliviano Aníbal Crespo Ross haya podido salir del país, vivir todo el tiempo que vivió en Argentina sin que nadie lo hubiera buscado. Es evidente: lo protegieron, lo ayudaron a salir, y eso solamente puede haber ocurrido si había gente que tenía poder, que lo decidió así” finaliza Gladys.

“Hay muchas más condiciones revolucionarias en Chile que en Bolivia” decía Miguel Enríquez quién se preguntaba: “¿Por qué en Bolivia? El Che está equivocado en irse ahí y de que los únicos sectores politizados y que tienen conciencia de clases son los mineros  bolivianos. Son una minería absoluta pero el campesinado es tan analfabeto y tan abusado y tan empobrecido y tan sobrepasado en su derecho que no está en condiciones siquiera de ver una guerrilla como salvadora, le va a dar miedo”. Miguel dijo eso: “No hay condiciones pre revolucionarias”, confiesa un ex MIR hoy, pasados 45 años.

El legado

¿Por qué se habría que traer al presente a Elmo Catalán? Para que tal vez las generaciones jóvenes lo conozcan?
Ese fue mi mensaje- responde Gladys-. Cuando yo explico de que nosotros teníamos un sueldo y que trabajábamos y hacíamos toda una labor y que la hacíamos fuera de las horas de trabajo y no cobrábamos, nosotros estábamos mostrando un valor. Estábamos mostrando cosas  que no se hacen ahora. Estábamos mostrando que los sueldos de los mejores periodistas de la época no tenían nada  que ver con esos que hoy ganan 25 millones, que ganan 15 millones,  que ganan 45 millones en la televisión. Yo también trabajaba en un programa en el canal 11 de la Chile y lo hacía gratis. Es decir, ni se nos pasaba por la cabeza que me iban a pagar. Ni siquiera te pagaban el taxi para llegar. Tú ibas porque quería que ese canal, que era universitario, creciera y le fuera cada vez mejor, que tuviera buenos programas y si el programa era bueno tú querías  eso. Era una época en la cual tú tenías metas, principios, ideas. Tenían que ver con los cambios, con la creación de un mundo mejor. Entonces yo quise decir eso: es otra forma de ejercer la profesión, de darle un sentido a lo que haces. Y eso fue así.

– ¿Y ahora eso se ha perdido?
Totalmente- sentencia Gladys Díaz-. Fíjate tú el espíritu de servicio público. Dime tú lo que ganan los diputados, los Senadores, pero no solamente ganan eso sino que no se conforman y coimean, pasan boletas y el otro hace cuatro cosas escritas y le pagan 15 millones porque en el fondo se lo están comprando para cuando vote. Entonces, desde ese punto de vista, la figura de Elmo pasa a ser la recuperación de una forma de vida y del ejercicio de la profesión. Es un mensaje para los alumnos.

Vivíamos en distintos lugares: en Independencia, en la calle San Ignacio. Por lo general en el Centro”, rememora Elmo hijo.
“Bueno, por el trabajo de mis padres nos cambiábamos. Vivimos al lado de la casa de mi abuela, en el paradero 11 de Gran Avenida. Tengo recuerdos de chico, básicamente de jugar con él. Mi padre no era una persona muy afectuosa, pero era muy de acción, entonces recuerdo de hacer muchas cosas con él.
De hecho me acuerdo de haber ido muchas veces a la Confederación del Cobre junto con él, o a otros lugares y espacios laborales. Después, de más grande, tengo recuerdos más vivos en casa de amigos. Se juntaban mucho los días sábado hasta tarde y  muchas veces, entiendo que el día viernes, nos íbamos a la Peña de los Parra, íbamos, estábamos, escuchábamos y por lo menos su grupo  -especialmente los periodistas- eran de conversar hasta muy tarde, de hacer tertulias. Se juntaban en un par de bares y cafés en el Centro”, confiesa Elmo hijo.

Encuentro en Irarrázaval

Gladys Díaz me lo cuenta: “Una tarde Elmo me llamó para pedirme la casa para una reunión secreta. Tenía que juntarse con unas personas. Yo vivía a la altura del 1000 de Irarrázaval en un pequeño departamento interior. Le respondí que no había problema consultándole si era necesario que me ausentara. Elmo me respondió que no era necesario; al contrario: me pidió que preparara café y unos sándwiches porque entrada la noche les iba a dar hambre. La reunión iba a ser como a las 21,00 horas. Un poco antes herví agua y llené un termo. Luego me encerré en mi pieza y vi televisión. El sueño me venció. Como a la medianoche Elmo me despertó. Tenían hambre y desean comer unos bocadillos. Me levanté yendo a la cocina a preparar los sándwich. Una vez listos los llevé donde me esperaban. Elmo esperaba junto a dos hombres. Uno de mediana edad y otro pelado, joven, con un ojo medio caído. Los dos tipos comenzaron a preguntarme cosas sin importancia, nimiedades. Tenían un acento como venezolano, caribeño, bastante difícil de identificar. Tipos simpáticos, sencillos, bien agradables. El hombre calvo me pareció extraño. Luego de comer me retiré. No le di ninguna importancia al hecho.
Muchos años más tarde viajé a Cuba a un encuentro de periodistas revolucionarios y en medio del acto, muy importante por lo demás, me encuentro con el tipo que había estado aquella vez en mi departamento.
– Yo a ti te conozco- le dije-. Tú estuviste en mi casa.
Era Barbarroja, Manuel Piñeiro.
Y estoy segura que el otro tipo, el pelado con el ojo caído, era el Che”, finaliza Gladys.

No hay ninguna certeza de que ese calvo haya sido el Che; pero tampoco podría descartarse. En el Diario del Che se narra lo siguiente:
(…) El duodécimo día el Che Guevara parece reencontrarse con sí mismo, quizá con su fe, que había dejado olvidaba en algún lugar del Congo. El jefe guerrillero reportará:
“… Mi pelo está creciendo, aunque muy ralo, y las canas se vuelven rubias y comienzan a desaparecer; me nace la barba. Dentro de un par de meses volveré a ser yo”.

Gladys sigue contándome:
“Estaban yendo para Bolivia porque ya estaba caracterizado y después años después yo supe en Cuba que él era el Che, esa era la caracterización que él se había hecho: con un ojo caído y pelado. Eso después me lo dijeron a muy alto nivel.
Se veía como un hombre pelado de 40 años. Era un poco menor que eso, pero como la pelada te hace ver mayor. Era de noche además.
Nosotros debimos haber estado como una media hora porque después que terminaron de comer yo les serví café. Yo me retiré y ellos todavía siguieron hasta las dos de la mañana, incluso cuando Elmo me avisa que se van yo estaba durmiendo y le dije: “Ya, ya, sí, sí”, una cosa así.

En ese tiempo la verdad uno vivía unos protagonismos y no teníamos conciencia de esto”, finaliza Gladys.

La masacre de El Salvador

La masacre del Salvador, en 1966, para mí fue un antes y un después políticamente, sino creo que hasta el día de hoy no me hubiera metido nunca en algún partido porque yo abomino de  las reglas y de todas esas cosas”, confidencia Gladys Díaz. La periodista y amiga de Elmo Catalán Avilés, lo recuerda como un periodista revolucionario comprometido con el devenir histórico de su país y del continente.
“La Mayoría de quienes ingresamos a la Universidad a estudiar Periodismo en la década de los 60 lo hicimos con un compromiso social de propósito y de vida, en el que la Revolución Cubana nos invocaba a ser protagonistas de los cambios, a ser la voz de los olvidados, los rezagados, a ser las correas transmisoras de  los derechos y de sus exigencias”, explica Gladys. “Elmo fue un ejemplo, una síntesis de esos anhelos, tal como él lo dice en una carta póstuma: fue el primer profesional universitario de su familia, una familia de escasísimos recursos, y por lo tanto bien podía haber elegido ser el eslabón central de un ascenso para los suyos. Y no fue lo que decidió.
Era un Profesional lúcido, inteligente y brillante. Pudo haber elegido poner su talento al servicio de las grandes empresas, de las transnacionales. Y eso ni siquiera se le pasó por la cabeza.
Como periodista era un lector y un investigador constante. Como reportero de la Radio Minería -cuando la radio era el medio de comunicación más importante y masivo de nuestro país- siempre estaba en la vanguardia noticiosa”, manifiesta Gladys y continúa:
“La década de los 60 fue marcada por el rol protagónico de los sindicatos, las federaciones y confederaciones de trabajadores, urbanos y campesinos. Eran la avanzada de las clases, buscando, no solo el respeto a sus derechos y la mejor participación en las ganancias y en los destinos de las empresas, sino también exigiendo la restitución de la propiedad de nuestros recursos, entonces en manos de consorcios extranjeros.
Hoy día es impensable que un destacado periodista teniendo las más diversas opciones laborales elija ir a encabezar las comunicaciones de una organización obrera. Elmo vislumbró, con agudeza política y olfato periodístico, que ese poderoso conglomerado de decenas de miles de trabajadores, organizados de la gran minería del cobre, tenía en ese momento un rol muy importante que cumplir para toda la clase obrera del país. Y allí puso todas sus habilidades. Desde su pequeña oficina, desde las alturas del edificio de la calle Mac Iver, dirigió las comunicaciones de muchos eventos, decidió junto a los dirigentes nacionales de la Confederación del Cobre su pliego de peticiones, hasta poner en números el latrocinio que significaba el robo de nuestro cobre por las empresas norteamericanas. Y así cada trabajador del cobre, primero, y más tarde todo trabajador de este país, exigía una verdadera nacionalización del mineral. Escribió un libro sobre la rapiña extranjera de nuestros minerales. Yo trabajaba en otra radio y cubría también los asuntos sindicales. Un día me llamó para que ambos -junto a Mario Vera, economista que también asesoraba a la Confederación del Cobre- formáramos una alianza, una especie de asesoría que ofreciéramos a los sindicatos que no podían por número, o precariedad económica, contratar comunicadores ni economistas. La propuesta era que brindáramos nuestros servicios en forma gratuita. Fue un tiempo fértil en que no habían horas libres ni fines de semanas  para descansar. Este trío se movió ágilmente por los Sindicatos de Cemento Melón, de la Papelera de Puente Alto, de los trabajadores de la construcción, de Pizarreño, de Laboratorio Chile, de los Bancos, etcétera.
Cada uno de nosotros tenía un lugar de trabajo con horario y remuneración de la cual vivíamos. Yo trabajaba ocho horas en una radio y Elmo y Mario en la Confederación, nuestras asesorías eran gratis eran compromisos con los trabajadores  nos subíamos a los escenarios de los Sindicatos y hablábamos de las posibilidades de éxitos que tenían sus movimientos si nos desplazábamos en tal o cual sentido, organizábamos las conferencias de prensa, buscábamos que nuestros colegas en sus medios entrevistaran a sus dirigentes, ayudábamos en las ollas comunes, acompañábamos las marchas, pernoctábamos con ellos, el alimento cotidiano de nuestras conciencias como profesionales en ese tiempo era la realidad dispar de Chile de los 60, nada diferente al de hoy en que las desigualdades resultaban irritantes y comprobábamos a diario de la arrogancia y mezquindad del uno por ciento del país. Eran días de cansancio pero de gran realización personal y donde el ejercicio de nuestra profesión tenía tanto sentido. Y llegó el tiempo de la gran huelga nacional de la gran minería del cobre que se inició a fines del año  65 y duró varios meses El Teniente, Chuquicamata, Potrerillos, El Salvador, decena de miles de obreros paralizados y con ellos la economía del país, el punto central de ese petitorio era la nacionalización del cobre en El Salvador y en el mineral más combativo se les declaró el estado de sitio y el ejército les cortó toda forma  comunicación  con el exterior, estaban  aislados y resistían la huelga sin saber si eran los únicos que continuaban la CUT los apoyaba y habían ordenado un paro nacional en apoyo a los cupríferos,  pero los obreros de El Salvador no lo sabían, entonces Elmo me pidió que yo convenciera a la radio en la que yo trabajaba para viajar  al norte a reportear lo que allí pasaba, fui la portadora de miles de ejemplares del Periódico de la Confederación que Elmo dirigía y que daba cuenta del estado de las conversaciones de que todos seguían firme sosteniéndola que estaba toda la clase obrera apoyando.  En El Salvador un chofer de taxis Socialista me llevo por ingresos clandestinos al campamento rompiendo las normas de estado de sitio y me dejo en la puerta misma del local sindical, adentro todo bullía, las ollas comunes, las reuniones, las arengas los discursos, las banderas, los panfletos, todavía tengo en mi retina la imagen y en mi corazón la emoción del espectáculo de jolgorio  de aplausos, de abrazos y de bailes se desató en ese local cuando yo tomando el micrófono y diciéndoles el apoyo nacional que tenían les entregue el Periódico, su Periódico, el Periódico de Elmo, deben haber si las 21 horas las mujeres me abrazaron me dieron un caldo caliente y yo estuve hasta las 6 de la mañana con mi grabadora entrevistando, preguntando, escuchando, les habían cortado todas las provisiones  no permitían entrar ni salir del campamento a nadie les racionaban el agua, habían cortados los teléfonos suspendido el correo, era una ocupación militar me indicaron que a un par de cuadras de allí había un lugar para dormir que ya me esperaba,  alcance a ponerme la camisa de dormir y golpearon fuertemente la puerta me dieron unos minutos para vestirme y esos uniformados me llevaron ante  el Comandante del Ejército que me declaró subversiva  por haber ingresado clandestinamente y por haber llevado el periódico también subversivo a los huelguistas me metieron dentro de un calabozo en la  de carabineros y en la celda contigua estaba también Douglas Hübner, periodista de un canal de televisión a quien habían detenido horas antes. Tuve derecho a una llamada y me comunique con Elmo. Él dio aviso a mi radio de lo que estaba pasando y movilizó al Colegio de Periodista y hubo una marcha hacia la Moneda, en Santiago, exigiendo mi libertad. Casi al medio día nos sacaron en una camioneta rumbo al desierto, pasamos por el costado del  sindicato y la gente me saludó con rostros sombríos como presagiando que ese viaje los dejaba nuevamente solos, huérfanos, sin testigos, apenas alcanzamos a perderlos de vista y empezó la balacera. Una balacera interminable. En una moto nos alcanzó el corresponsal de la Radio Chilena que era un funcionario  del Banco del Estado. Contó que habían llenado de bombas lacrimógenas el Sindicato y a medida que los trabajadores iban saliendo les disparaban. Ocho muertos, decenas de heridos y mutilados, una mujer embarazada que se envolvió en la bandera chilena y con las manos en alto salió pidiendo que pararan las balas también fue acribillada.
El entonces joven Diputado Luis Maira me encontró en  el camino a Pueblo Hundido y alcanzamos a llegar antes que el avión partiera. Llegué a Santiago y advertí desde lejos -dentro en el aeropuerto- el movimiento policial. Me escabullí hacia las oficinas de LAN y desde allí llamé a la radio en que trabajaba. Me dijeron “sal al aire y di solamente que fuiste liberada y que después contaras de lo ocurrido, porque en unos minutos más hablará por cadena nacional el Presidente Eduardo Frei Montalva para dar cuenta de lo sucedido en el Salvador”.
En Santiago nadie sabía lo que allá había ocurrido. Yo alcancé a decir brevemente al aire: “Esta reportera fue detenida en la madrugada y liberada al medio día, minutos antes que se iniciara una masacre en El Salvador en que hay obreros y mujeres muertas. Yo les contaré después que hable el Presidente como se hace una masacre bajo este gobierno”. Y me cortaron. Y nunca más hablé después del Presidente. Luego llamé a Elmo y me dijo: ´¿Tienes material grabado?´ Le dije ‘sí’. Tenía mucho. Había grabado toda la noche y al ser detenida guardé los materiales entre mi ropa interior. Entonces Elmo me dijo que el aeropuerto estaba lleno de detectives, que había orden de detenerme, y me aconsejó salir por otro lado donde me estarían esperando algunos compañeros. Yo era una independiente de izquierda, sin militancia, y sin embargo ese 11 de Marzo de 1966 pasé a la clandestinidad, mientras mi casa y la de mis amigos eran allanadas. Elmo me metía en una casa y después me sacaba, me llevaba a otra y por primera vez supe lo que era tener un día un nombre y al siguiente otro. En esa cadena nacional Frei dijo que una turba había asaltado el retén policial y los carabineros se habían visto en la obligación de repeler el ataque y que había algunos heridos. Nosotros teníamos un material grabado que desmentía todo eso. Pero nadie se atrevió a publicarlo. Nadie. Ni siquiera El Siglo, que era el diario del Partido Comunista. Y  nosotros, Douglas Hübner, Mario, Elmo y yo lanzamos por única vez una publicación de decenas de miles de ejemplares que se llamó Los Periodistas Cuentan la Verdad de lo que pasó en El Salvador. Publicación que hoy día se puede obtener en la biblioteca. Esa publicación, antes que saliera en los quioscos, la distribuimos gratuitamente en los colegios, en las universidades, en los sindicatos, en las empresas, en las oficinas públicas. Así que cuando intentaron requisarlos en los quioscos ya no tenía sentido. La impresión de esa publicación se pagó con la venta de un auto no muy nuevo de  Mario  Vera, unos pocos ahorros míos, y el resto con una parte del sueldo de Elmo.
A las 48 horas de la matanza los partidos comunistas y socialista pusieron fin al conflicto sin lograr los puntos más sentidos del petitorio. Había ocho muertos, decenas de mutilados, jóvenes obreros sin brazos o con una pierna menos, y se puso fin al conflicto sin lograr los puntos por lo cual los obreros del cobre estuvieron casi 4 meses en huelgas.
Fue entonces que nosotros nos radicalizamos: yo pedí mi ingreso al MIR, Elmo y Mario se comprometieron con la preparación de las circunstancias para la guerrilla Boliviana. Elmo fue el chileno de mayor confianza para los cubanos, para que a través de nuestro país ingresara a Bolivia el Che Guevara cuando se inició esa gesta. Y más tarde, como todos saben, Elmo se adiestró militarmente y se fue a la guerrilla boliviana como un combatiente internacionalista. Llegó a ser el sucesor del Che, el sucesor de Inti. Murió en dolorosas circunstancias, pero nada pudo impedir que ingresara a la historia de nuestro gremio con letras doradas, como el hombre que, surgido de lo más abandonado de nuestro pueblo, llegó a ser un excelente profesional titulado en la Universidad de Chile, que eligió vivir la coherencia y la consecuencia de nunca abandonar sus intereses de clase, llegando a dar la vida por ello”, finaliza Gladys emocionada.

El comienzo del fin 

En El diario del Che se entrega un dato valioso acerca de la situación que viviría Elmo posteriormente:
(…) Una última jugada intentaría Monje ese día, Guevara relata: “Quedamos en que lo pensaría y hablaría con los compañeros bolivianos. Nos trasladamos al campamento nuevo y allí habló con todos planteándoles la disyuntiva de quedarse o apoyar al partido; todos se quedaron y parece que eso lo golpeó”. Monje se dirigió en estos términos a los bolivianos que se habían sumado a la guerrilla de Guevara y que hasta hacía poco pertenecían a las estructuras del Partido Comunista de Bolivia: “Cuando el pueblo sepa que esta guerrilla está dirigida por un extranjero, le volverá la espalda, le negará su apoyo. Estoy seguro de que fracasará porque no la dirigirá un boliviano sino un extranjero. Ustedes morirán muy heroicamente, pero no tienen perspectivas de triunfo”. El discurso de Monje sería premonitorio.

En la carta, posterior a su ida definitiva a Bolivia y de la cual no volvería nunca más, Elmo señala:
“… Pensarán que estoy equivocado al combatir en un lugar que —como alguna vez me dijeron en Chile— no es mi Patria. Discrepo profundamente con los que hacen tal planteamiento.
Patria tiene para mí un sentido real y profundo. Es ciertamente el territorio geográfico donde el individua nace. Pero Patria es también en toda su dimensión el suelo oprimido donde un revolucionario combate por la libertad de su pueblo o muere en defensa de sus ideales.
Patria es el cobre, el estaño, el fierro, el zinc, el petróleo, el oro, la plata, las materias primas que en poder de toda la comunidad crean la riqueza y la prosperidad de la nación que las posee.
Patria es el minero silicoso.
Patria es el campesino explotado.
Patria es la mujer humillada.
Patria es el niño desnutrido y analfabeto.
Patria es la revolución libertaria.
Patria es la Nueva Sociedad y el Hombre Nuevo que nosotros crearemos.
Para nosotros “la Patria es América”, como lo proclamara Bolívar en los campos de batalla.
No soy extranjero en Bolivia ni seré extranjero en ningún lugar de América latina. Extranjeros son los imperialistas y sus sirvientes nativos. Me siento tan patriota como el más patriota de los patriotas bolivianos. He aceptado todas las obligaciones y exigido un solo derecho: el de combatir”, escribía Elmo en la misiva.

Su muerte

El historiador boliviano Osvaldo Rodríguez Ostria narra en su libro Teoponte. La otra guerrilla guevarista en Bolivia, los últimos días de Elmo Catalán en Cochabamba.

“En las últimas semanas, la relación de Angelito (Roos) con Ricardo( Elmo) , exacerbada por la tensión de los preparativos y el largo encierro entre cuatro paredes, se deterioró al extremo. Ante la inminencia de ser padre, Angelito dudaba en marcharse al monte. Ricardo, conocido por su autoritarismo, lo acosaba constantemente recordándole su deber] de concurrir al llamado revolucionario, poniendo en duda su hombría y advirtiéndole de las graves consecuencias de eludir su compromiso de sangre. Angelito soportaba la carga denigratoria, hasta que la caldera estalló incontenible.
Ricardo y Victoria llegaron a su refugio a medio día del 8 de Junio. Almorzarían y luego prepararían las últimas provisiones para la partida de Ricardo. La compañera de Angelito y Jesús preparaban la merienda en la cocina, cuando retumbaron disparos. “Lo están matando” habría exclamado ella asustada, segura de que su esposo, había caído. Sus temores se disiparon cuando lo vio llegar corriendo. Imperativo demandó a Jesús la entrega de la llave del departamento, cerrado por seguridad desde dentro. Abrió la puerta y escaparon raudos. Jesús ingresó al cuarto y se encontró con el horror “Ricardo -me relató- estaba parado de espaldas a la puerta. Se dio la vuelta y me miró. Quizá creyó que fui yo quien le disparó. Luego se derrumbó. Victoria estaba acurrucada, herida junto a la máquina de coser”, finaliza el historiador en su texto. Y prosigue:

“Solamente existían tres llaves del departamento, que se cerraba por dentro. Una en manos de Ricardo y la otra en las de Jesús.
Asustado, suponiendo que los disparos alertaron al vecindario y sin comprobar si ambos estaban muertos o agonizando, huyó presuroso en busca de contactos. Llegó muy perturbado hasta una casa de seguridad cerca de la laguna de Coña Cofia. Luego de contar lo ocurrido lo enviaron a La Paz para informar al Estado Mayor.
Un comunicado del ELN, casi con seguridad redactado por el grupo de Cochabamba, ciudad donde fue publicado inicialmente, afirmó que Ricardo y Victoria cayeron en manos de la represión en una acción de guerra. La prensa boliviana y chilena, por su parte, hablaba de asesinatos políticos, torturas, graves mutilaciones c inenarrables vejaciones. Punto Final, la revista izquierdista donde Ricardo colaboró tituló: La CIA mató a Elmo Catalán. En su interior, Jaime Faivovich, periodista amigo de Ricardo, aseguró al público que los cadáveres, fueron hallados “desnudos, maniatados y brutalmente flagelados”. Nada era cierto, pero servía en un clima de sospechas. ¿Quién sino el enemigo podría ultimar a la pareja revolucionaria?
Apenas la mala nueva se supo, la llama de la protesta, agitada por informaciones sensacionalistas, se encendió en las universidades autónomas. En Cochabamba comenzó la violencia a mediodía del lunes 15, apenas concluido el sepelio de ambas víctimas. Al anochecer, quedaron tendidos 17 heridos de bala. La batalla callejera llegaba a su clímax en todo el país”, concluye el texto de Rodríguez Ostria.

El legado

“A Elmo el origen de clase no se le notaba para nada”, confidencia Gladys Díaz. “Era un hombre que se expresaba muy bien. No te olvides que él era hijo de una lavandera. Yo conocí a la madre de Elmo en la escuela. El año 71, en diciembre -porque me acuerdo que era verano-, instituyeron un premio al periodista más destacado del año en lo social, en lo comprometido con la lucha de los obreros, de los campesinos, de los estudiantes. Y ese premio por única vez me lo dieron a mí. Fueron todas las escuelas del país: Antofagasta, Concepción y Santiago, la Católica y la Chile. Y quién me entregó el premio fue la mamá de él, porque la señora vivía en Arica y los chiquillos la hicieron traer. Yo andaba en Buenos Aires. Un día antes me dijeron: “Oye, te dieron un premio, tienes que venir mañana a recibirlo”. Entonces me presenté ahí y fue muy emotivo. Yo recuerdo que estaban todas las aulas, habían representantes de todas las escuelas, fue en la escuela de la Chile donde me había educado y formado como periodista. Me emocioné mucho cuando salió una señora de primera fila y dijeron que ella me iba a entregar el premio. Ese día almorcé con ella y estuvimos conversando. Ella me contó detalles de la infancia de Elmo que yo no conocía, Elmo ya estaba muerto en el 70”, concluye Gladys Díaz.

“En la propia tesis de mi padre, que no es muy larga, él al final hace un par de conclusiones y un par de recomendaciones. Una de éstas dice que sería interesante que la Universidad de Chile a través de la Escuela de Periodismo tuviera un Centro de Investigación que hoy está cobijado bajo el Instituto de Comunicación e Imagen. O sea todos los Doctorados y Magister apuntan justamente a que sea un centro  de investigación justamente el que trate esos temas”, concluye Elmo hijo.

“Elmo Catalán no despertó -simplemente- un día, revolucionario.
Conquistó la difícil condición de revolucionario en la ardua tarea del vivir cotidiano. En la imperiosa necesidad de darle un sentido trascendente a su existencia. En el estudio acucioso de nuestra brutal realidad de pueblos sumergidos en la miseria física, en la degradación moral y en la angustiosa opresión. Jamás buscó refugio en la soledad propia del intelectual o del artista ensimismado en un saber puro o suspendido en el vacío de su única e intransferible verdad. Todo lo contrario. Se sumergió anhelante en el inagotable manantial de la vida. Nada le fue extraño. No estuvo libre de errores, miserias, locuras, odios y amores. Como tampoco estuvo ausente en las grandes batallas sociales de nuestro tiempo. Participó en ellas hasta la entraña de su ser.  Sin propósito subalterno. Sin cálculo mezquino. Esta fue – tal vez- su característica más valiosa. El compromiso contraído, sin barcos de regreso, con su propia conciencia y con lo que él estimaba su superior deber de revolucionario”, escribió Carlos Altamirano en Punto Final del 7 de julio de 1970, a pocos días de su deceso.
“Como estudiante, en la inmensa ciudad -extraña y hostil- cercada por la sórdida miseria de pobladores innúmeros; como periodista, en un medio alienado por valores inherentes a una sociedad cada día más escindida por agudas y dramáticas tensiones de clase, raciales, sicológicas y generacionales; como dirigente de gremios, la mayor de las veces dominados por urgencias inmediatistas, y ajenos en consecuencia al verdadero carácter de la lucha violenta y revolucionaria, signo insoslayable en la guerra liberadora de los pueblos, en esta hora estelar de la humanidad; como combatiente guerrillero en las ciudades de Bolivia; en todos los lugares y en todas las variadas fases de su multifacética existencia, Elmo Catalán fue siempre fiel a sí mismo. Guardó inexorable consecuencia con su pensamiento político. Mantuvo terca e irreductiblemente sus posiciones ideológicas. Hizo de la palabra y del verbo acción y realidad.
Fue más que un idealista. Fue un realista. Un auténtico realista armado de una concepción muy clara acerca de la estrategia. Y tácticas de lucha a seguir para liquidar las seculares estructuras de dominio y lograr así construir una nueva sociedad y un Hombre Nuevo”, finalizaba Altamirano en su escrito.

El periodista Gustavo González describe a Elmo como muy decidido y directo al grano. Muy culto, pero que no intentaba ser simpático de buenas a primeras. “Pese a ser de origen humilde asumió con mucha conciencia sus orígenes y no cayó en el arribismo. Elmo refleja el proceso de radicalización y que frente al gobierno de Frei Montalva concluye que en Chile no hay futuro respecto a la participación electoral, salvo tomar el ejemplo de la revolución cubana y del Che. Sin lugar a dudas hoy la figura del Elmo, para algunos, en el Partido Socialista es incomoda”, sentencia Gustavo González.
González cataloga profesionalmente a Elmo como un periodista serio y pionero en establecer un método de investigación poco común en la época. “Las memorias de título habitualmente eran sobre la historia de El Mercurio o de la propia Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Algunas sobre la incipiente televisión chilena. Pero Elmo se distingue por un tratamiento ideológicamente complejo, con un densidad científica frente a los problemas de actualidad como el de la propaganda”, advierte González.
“Uno podría tomar la lista de los Premios Nacionales de Periodismo y hay muchos grandes periodistas que nunca tuvieron el Premio Nacional. Mario Planet por ejemplo. Elmo es de los principales periodistas de la segunda mitad del siglo XX en Chile. Su estudio sobre la concentración de los medios, su compromiso con el periodismo sindical, sus hazañas como reportero, y su incursión en la docencia así lo ratifican. Elmo fue un tipo excepcional”, finaliza convencido Gustavo González.

El 8 de junio de este año se efectuó un acto en el Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile para celebrar  la figura de Elmo Catalán. Sus compañeros y amigos, el mundo universitario y las nuevas generaciones, se congregaron para brindarle un emotivo homenaje. Hubo discursos y sentidas loas. Su hijo, Elmo, al hacer uso de la palabra se quebró emocionado. Muy certero finalizó con un poema de César Vallejo, el vate peruano, que bien hizo sentido en todos los que se reunieron esa memorable noche. El poema dice así:

Masa

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…

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“Sufrimos cortinas de silencio tremendas, desde mi propia madre hasta mucha gente de la familia y en realidad yo era un niño que vivió el funeral simbólico de mi padre a su modo. Es un largo y duro proceso”, apuntó.

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