"¿Qué tal ha ido el día?" pregunta un marido a su mujer cuando llega a casa después de una jornada de trabajo. "Bueno...", resopla ella mientras en pantalla empezamos a ver en flash back un resumen de la jornada: una niña que se despierta a gritos: "¡Mamá!", peleas entre los hermanos, más gritos entre ellos, un bebé que tira los productos en el supermercado, cambios de pañales, lloros, más gritos... y, para acabar, una tarta que termina estampada en el suelo. Volvemos al presente: "Bueno..., un día normal", concluye la madre.
Después llega el turno de la hija mayor. "¿Qué tal el día?", pregunta el padre a la niña justo antes de que se vaya a dormir. Y su respuesta es completamente distinta. Donde su madre veía contratiempos, ella sólo apreciaba juegos, cariño, amor. "¡Ha sido genial!", concluye la niña, y esas últimas palabras, que han sido escuchadas por la madre, terminan en un llanto emocionado.
De esa mirada tierna de los niños hablamos ya en este blog. Pero hoy tenemos que repetirlo de nuevo: ¡Cuánto tenemos que aprender de la mirada inocente de nuestros hijos!