Elogio al caracol

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Me gustan los caracoles. De pequeña me encantaba cogerlos y ver cómo movían sus antenas para luego dejarlos de nuevo en su piedra y sentir cómo se pegaban cual ventosa a la superficie. Quizás por eso, cuando en Cataluña me ofrecían, con la mejor intención y cariño, caracoles como primer plato, con una sonrisa los rechazaba. Con el tiempo me he dado cuenta de que lo que me gusta de ellos es su parsimonia, esa calma que aparentan, esa lentitud con la que discurren por la vida y esa libertad con la que se desplazan con la guarida a cuestas.

Por eso no me ha extrañado nada el nombre que le han dado en China al joven que lleva seis años recorriendo su extenso país con su casa a cuestas: el hombre caracol. Reconozco que en días de temporal no envidio a Lin Lingchao, pero, como en el caso de los caracoles, sí que me gustaría sentir esa libertad de colgarse la casa a los hombros y caminar sin preocuparse por hallar refugio alguno. Vivir sin destino, sólo con un inmenso camino por disfrutar.

Foto extraída de caracooles.com