Desde el naufragio, cuando que llegué a las costas de esta isla, convivo con la incertidumbre, signo inequívoco de los tiempos que corren o que, quizá, van demasiado lentos. Sea como sea, su marcha es irregular, lo que me obliga a cambiar el paso de continuo. Improviso excusas, acelero los plazos, paralizo las expectativas a la espera de evidencias, rompo cadenas para añadir nuevos eslabones en su parte central y hacerlas más largas, pero más pesadas al fin y al cabo. En esta mañana de primavera, todavía fría, incierta, me alío con el enemigo, brindo por la improvisación y elogio el fracaso vendido sobre plano. Que si la OTAN prevé que la guerra en Libia dure más de lo previsto (por ellos, no por Gadafi, que sabe que el tiempo juega a su favor), no seré yo quien tire la primera piedra ni entone el mea culpa antes de tiempo.