Decía Terry Pratchett, autor británico recientemente fallecido: los gatos fueron dioses una vez, y no lo han olvidado. Partiendo más o menos de la misma máxima, la escritora francesa Stéphanie Hochet analiza en este peculiar ensayo (Editorial Periférica) la relación entre felinos y escritores, aunque de una forma que se puede hacer extensiva a todos los seres humanos. De todos los animales domésticos, el gato fue el último en aceptar la compañía del hombre, y se ha quedado en un limbo, en una especie de tierra de nadie. El gato acepta vivir en una casa y servir de compañero al amo, pero a la vez desarrolla un amor por la libertad que le hace pertenecer casi al reino de lo salvaje.
Analizando escritos de autores como Honore de Balzac, Rainer María Rilke, Charles Perrault, T.S. Eliot, Colette o Jean La Fontaine, la autora clasifica varios tipos de gatos. Según esta división, tenemos al autócrata, al libertario, al rellenito, a la mujer y al dios. El autócrataanaliza el carácter que exhiben los gatos cuando quieren que sus necesidades sean satisfechas aquí y ahora. El libertarioanaliza el comportamiento de los gatos y su amor a la libertad, y como tienen una parte salvaje, aun estando acostumbrados al hogar que hace que tengan la necesidad de salir y ausentarse de la casa, a la que acaban regresando para que se les alimente.
El rellenito hace referencia al gato castrado y hogareño, pero que sigue poseyendo una innegable fuerza interior. Se hace referencia en este apartado al gato gordo y voluptuoso al que da gusto acariciar, porque se apoya en nosotros y nos ronronea pidiendo más caricias. Este tipo de gato es como un buda en su pedestal. El gato mujer propone una comparación entre la mujer y el gato, que no por recurrente resulta menos interesante. Para ello, se analizan las películas de La Mujer Pantera, de Jaques Tourneur, y La Gata sobre el Tejado de Zinc, de Elia Kazan. En la primera, la mujer es el símbolo del gato elevado a la máxima potencia, que busca vengarse del hombre. En la segunda, se hace referencia al celo de las gatas y a su necesidad de ser amadas.
Mención especial merecen algunos de los cuentos o relatos que mencionan a los gatos más famosos de la historia de la literatura, como es el caso de El Gato Negro, de Edgar Allan Poe, en la que el narrador, un amante de los animales desde pequeño, acaba cayendo en el infierno de la bebida y maltratando a su mujer, hasta que un día decide acabar con su gato y al interponerse ella, recibe el hachazo que iba para el animal. El final es de sobra conocido por todos. Stéphanie Hochet analiza también el simbolismo de otros dos magníficos felinos, como son El Gato con Botas y el Gato de Cheshire, perteneciente a Alicia en el País de las Maravillas. Mención aparte merece Natsume Sóseki por su obra Soy un Gato. Un libro entretenido, ameno y simpático que gustará por igual a amantes de la buena literatura y de los gatos.