Shankara era el camino por el que te perdías.
El hombro sin espacios
por el que te enredabas a mi pelo mojado.
Shankara era encinas, las fosas de tu cuerpo,
mis besos sin medida mordiéndote la sangre.
mandarinas de oro cayendo en el asfalto
y tu sueño rendido a la luz de febrero,
mucho antes, quizás, de llegar a Shankara. ** Recuerdo el amor que me nacía al tiempo de la lluvia.
Recuerdo los baúles y las colchas de hilo,
las flores de lavanda volando por espacios abiertos y felices,
aquella despiadada multitud de grillos debajo de las lápidas,
y tus besos, pan y aceite, detrás de los postigos.
Recuerdo aquellos días cuando tú me besabas
tras las torres caídas del castillo y las olas.
Y recuerdo las noches naufragando tu cuerpo
en aquella penumbra universal del hambre.
Yo entonces era otra.
Pero no he renunciado ni al amor ni a la herida.
**
Me importaban un carajo las mareas,
el aire que respiras
y ese montón de hormigas
que pisas al mirarme.
(A mí lo que me importan son tus piernas,
el tono algo inquietante de tu melancolía
y esa forma que tienes de quererme
cuando estás frente al mundo)
Elsa López Antología Sharon Keefe Ugalde, 2007 En Voz Alta. Poesía Hiperión