Obama ha trazado un derrotero que no tenemos más opción que apreciar desde las gradas. Que algunos le recuerden que le dieron su voto no es elegante, sobre todo porque debemos recordar lo agradecido por acoger varias generaciones de cubanos. Es una equivocación garrafal pensar que Obama debe defender los derechos de los cubanos cuando su obligación única es garantizar la prosperidad de los estadounidenses. Luego de haber cumplido con ello, puede –como ha hecho hasta hoy– solidarizarse con la realidad de los cubanos; pero los intereses políticos, económicos y estratégicos, sobrepasan a nivel presidencial lo que una parte de los buenos cubanos consideramos mejor para nuestra nación. Todos sabemos que el embargo era leve si lo comparamos –por ejemplo– con las sanciones que ahora mismo se aplican a Rusia. Con un porciento ínfimo al gobierno totalitario de los Castro, ahora estuviéramos escribiendo otra historia, quizás peor que la del Período Especial, y donde los únicos sufridos, por ende, bajas humanas, fueran los cubanos más desprotegidos económicamente por no poder enfrentar la hambruna extrema. Podríamos pensar que los Estados Unidos nunca quisieron cargar con esa culpa, porque –demás está decir– a los gobernantes, su cúpula y sus secuaces, no les hubiera llegado el rigor de esa escalada que, a la larga, hasta los más extremistas hubieran criticado. Por otro lado, no es igual exigir constantes vueltas de rosca a la depauperada economía cubana cuando se está lejos y se sabe que no se será ni siquiera salpicado con la miseria provocada.
Muy particularmente, continúo en contra de que se levante el embargo, porque –como he dicho con anterioridad– en la medida que la dictadura se fortalezca, así serán las ejecuciones arbitraria, ilegales y abusivas contra la disidencia. Pero por no sufrir nosotros, más de lo que normalmente nos corresponde, no debemos desearlo contra el resto de la población del archipiélago.
Ahora nos abrumamos la mente intentando desentrañar las intenciones del Presidente norteamericano. En el siguiente post compartiré mis elucubraciones al respecto, donde –quizás– todas puedan estar equivocadas, pues al encontrarme aislado no escucho a los especialista del tema. Quizás lo que considero un inconveniente, resulte ser una ventaja, pues el ciego escucha mejor el acorde del instrumento.
Ángel Santiesteban-Prats
Diciembre de 2014. Prisión Unidad de Guardafronteras Jaimanitas, La Habana.