A MODO DE INTRODUCCIÓN “New York, New York, it’s a wonderful town”, cantaban tres pulcros marineritos tras arribar a la gran manzana y mientras recorrían los lugares emblemáticos de la ciudad, en la obra de Leonard Bernstein “On the Town” (rebautizada en España como “Un día en Nueva York”)
Elvira Lindo, de quien nos ocupábamos en la entrada anterior, no quiere hablarnos, en este su más reciente trabajo, de esos “sitios emblemáticos” y archiconocidos de Nueva York. Paradójicamente (pues su título, “Lugares que no quiero compartir con nadie”, parece señalar lo contrario) la autora desnuda su alma mientras repasa sus rincones preferidos, cafés y restaurantes usuales, parques favoritos, aquellos lugares especiales y únicos, ausentes de las guías turísticas al uso, en los que se siente como en casa, donde ha disfrutado, durante los últimos años, de maravillosos momentos de soledad, de conversaciones amistosas, de degustación de sabores irrepetibles, etc.
Se equivocan quienes se acerquen al libro pretendiendo encontrar una relación de sitios a los que ir a comer o cenar en una escapada a Nueva York. “Lugares que no quiero compartir con nadie” es mucho más que eso: es un paseo aparentemente por la ciudad exterior para, con esa excusa, recorrer ese jardín interior de senderos que se bifurcan y que nos configura como seres frágiles necesitados de afecto, con nuestras neurosis y nuestras filias, persiguiendoese aroma agridulce que emana del transcurrir de los días y al que pretendemos encontrarle sentido cuando lo atrapamos.
La presente entrada va dirigida a todos aquellos que no tienen la posibilidad - sean cuales sean las razones- de viajar a la ciudad de Nueva York, y para quienes, como quien suscribe, consideran que si les hubieran dado a elegir, la hubieran escogido como lugar de nacimiento o trabajo (¡qué atrevida puede ser a veces la rendida admiración!).
Cálcense unas botas cómodas para caminar y recorramos Nueva York de la mano de Elvira Lindo. En esta entrada podrán encontrar las imágenes y los sonidos. El espíritu, el fondo, la complicidad, la amistad, ya saben dónde encontrarlo: en este libro pequeño y delicioso. ¡Vamos, no se demoren, que parece que hará un día agradable para el paseo!
DE QUEENS A LA QUINTA ESENCIA DEL UPPER EAST
En una ocasión le dije que tenía la intención de visitar Mount Morris Park, porque acababa de leer la memoria novelada, “A merced de una corriente salvaje”, de Henry Roth (…).
Pero Lexington, sobre todo el tramo por el que paseo ahora, a la altura de la calle 70, ofrece una autenticidad que sólo los neoyorquinos nostálgicos y sensibles advierten. (…) Suelo comenzar mi paseo en Corrado Bakery, que está en la esquina noroeste de la calle 70. Cuando vivía en el lado este, recalaba aquí para tomarme un café y un bizcocho de zanahorias (…).
Corrado Bakery
Los escaparates de la avenida, a esta altura, tienen un aire de establecimientos antiguos, de esa época en que todavía el lujo podía distinguirse de una ciudad a otra. “Henry Miller, Opticians”, reza el letrero y, aunque la tienda está ya cerrada, en su interior se ve al óptico encorvado sobre la mesa donde manipula unas lentes.
Llego a Swifty’s, ese restaurante que un editorialista del Wall Street Journal me definió una noche, mientras cenábamos, como “la quintaesencia del Upper East”.
Swifty
Swifty (interior)
Y algo de eso hay, porque al fin y al cabo J. D. Salinger, mucho antes de ser el escritor misántropo escondido en New Hampshire, fue un chico y un joven del Upper East.
J.D. Salinger de joven (entre 1934 y 1936)
SI QUIERES VER VIEJOS VEN A MI BARRIO / PASEANDO A UN NIÑO GORDO
El lugar elegido fue el Rose’s Turn, un piano bar cutre que cerró en 2007, cuando comenzaron a sentirse los primeros azotes de la crisis económica y los locales morían de éxito.
En el Rose’Turn los camareros hacían turnos para cantar, o por ser más esactos, los turnos los hacían para atender las mesas. La cantante más brillante de todos ellos era Terri White.
Aún no entiendo cómo acabé delante del micrófono pero sí recuerdo que de mi boca sólo salió una frase: “Bésame, bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez.” La pronuncié con acento americano, al estilo de cómo la interpreta Carmen McRae (…).
El Florent era un diner estupendo que había en la calle Gansevoort. Había, porque lo cerraron en 2008.
Ahora, sus nostálgicos pueden revivir las largas noches del Florent en un documental que cuenta la historia de un local en el que se celebraba el día del Orgullo Gay y el de la Revolución Francesa.
Entramos al Hotel Maritime, ese edificio de los sesenta que fue concebido como residencia para marinos y que está inspirado en la arquitectura de los trasatlánticos.
No es país para viejos, afirman con frecuencia, y lo hacen como si fueran los primeros en pronunciar la frase mientras tomamos un café con tarta de queso italiana en el Café Reggio, que se encuentra en el corazón del área de la Universidad de Nueva York.
(…) y alguna librería, como Three Lives, en la que parece que están a punto de entrar o acaban de irse Lou Reed o Patti Smith.
Se me ocurre la pregunta comiendo en Pisticci, un italiano estupendo, agradable y de ambiente confortable que hay en los alrededores de Columbia.
Pisticci
De ese tipo es Carmine’s, que en su sede del Upper West se convierte los domingos en lugar de esparcimiento de familias negras que parecen venir, por lo impecables que visten las abuelas y los niños, de un servicio religioso.
Por su parte, Flor de Mayo es el restaurante al que acudimos nosotros cuando el cuerpo nos pide algo casero, y ésa es la pretensión que deben de llevar las familias negras que pueblan las mesas.
Y conviene, por qué no, glosar el Henry’s, el pub enorme y soso al que vamos siempre que no tenemos ganas de ir a ningún sitio.
Es relajante comerse unos huevos con salmón y beberse un Bloody Mary mientras escuchas, por ejemplo, “Take the A Train” (…).
Abuelos judíos que acuden a su templo de abastecimiento alimenticio del Upper West, Zabar’s, un supermercado en el que pueden encontrar todos los elementos para preparar aquella comida que procedía de unos y otros países de la Europa del Este (…).
Zabar's
(…) así que, dispuestos a seguir los dictados de la ciencia de la salud, nos encaminamos a Levain Bakery, donde hornean, según los expertos (…), ¡las mejores galletas de la ciudad!
Xavi propone la hamburguesa de Shake Shack, catalogada por la New York Magazine en 2008 como ¡la mejor hamburguesa de la ciudad!
A mí Skake Schack me viene estupendamente, ya que tiene una de sus sedes frente al Museo de Historia Natural.
Cuando estás triste, cuando necesitas de una clientela bulliciosa que se agolpe en la barra para beber una cerveza tras otra mientras se espera mesa, hay que ir al P.J. Clarke’s.
Hamburguesa en P.J. Clarke’s o en J.G. Melon, otra taberna al viejo estilo que, al estar más al norte, es menos frecuentada por jóvenes ejecutivos del Midtown (…).
J. G. Melon (recreación pictórica)
Los hay de todo sabor en Doughnut Plant (…). Tiene una de sus sedes en los bajos del hotel Chelsea, o del ex hotel Chelsea, porque su nombre acaba de pasar a la historia.
Una joya para el paladar, Veniero’s, establecimiento del Lower East Side, (…) con sus espejos ocres falsamente envejecidos en los que uno se refleja de color amarillo.
Antonio suele caminar a la vera del río. Yo, por el parque. Vamos por senderos paralelos, él más abajo, a la altura del cauce del Hudson, yo por arriba.(…) con New Jersey delante de los ojos entornados; el puente George Washigton a la derecha; (…).
Pero hay dibujantes como Roz Chast, nacida en Brooklyn, que incorporan en ésta y en otras publicaciones literarias a personajes del “otro lado” de la ciudad, (…).
Dibujo de Roz Chast
A veces, nuestros caminos se cruzan y nos encontramos los tres (contando a la sin par Lolita) caminando hacia Riverside South Park, una zona recientemente recuperada pero que, a pesar de ser nueva, porque los parques suelen ganar con la edad, es una de nuestras favoritas.
Recuerdo un mediodía de calor, al salir de la clase, haber visto en Madison Square a un grupo practicándolo a los pies de un busto enorme y sobrecogedor del artista Jaume Plensa.
Busto de Jaume Plensa
Siempre que nos toca sujetar la pelota visualizo aquel balón hinchable de playa que nos regalaron cuando éramos niños al comprar un tarro de Nivea.
Y una vez más me veo en la puerta de ese paraíso de lo hogareño que es Fishs Eddy.(…) Hay tiendas en las que más que comprar te gustaría vivir. Fishs Eddy es una de ellas (…).
Fishs Eddy
A veces, cuando nuestro estómago no se encuentra receptivo a este plato maravilloso de grasa, nos vamos a otro lugar cercano y alegre, el Live Bait, un restaurante que en Madison Square, mirando al Empire State, rinde homenaje al estilo sureño.
Live Bait (en los bajos de la finca pequeña color crema)
LA CAÍDA, LOS NIÑOS QUE DEJARON DE SERLO, UN ASESINATO Y UN ARMADILLO Ana me dijo que vivía en el Ansonia, uno de los edificios emblemáticos del Upper West.
Edificio Ansonia, tras estatua de Verdi
La noche de autos Ana y yo nos citamos en un restaurante en el que muy raramente se encuentra mesa, el Red Rooster.
Me dejó en mi portal del Duke Ellington Boulevard y pensé que era una suerte tener que bajar yo ahora a Lolita, prolongar esa noche de brisa tan delicada.
Duke Ellington Blvd.
Como estoy sola y un poco perdida, recurro a un terreno conocido, a un lugar en el que siempre me he sentido abrigada en los momentos de desamparo: el Barney Greengrass.
Más tarde descubrí que el Barney’s había sido el escenario de algunas escenas memorables del cine, como aquella final de “Smoke”, y escribí un artículo en el periódico sobre este sitio que era ya mi sitio en la ciudad.
De cuando Arturo, por ejemplo, sobrepasado por una exhaustiva exposición al arte moderno, no entendía por qué un cuadro abstracto de Robert Motherwell se llamaba “Elegía a la República Española”.Robert Motherwell: parte de su "Elegía a la República Española"
En el Museo de la Ciudad también estuvimos solos, tan solos que el conserje se asomó a la puerta cuando nos vio salir y nos dijo: “¡Ay, Dios mío, que se dejan ustedes la planta de los bomberos, que es la más bonita!”
Museo de la Ciudad de Nueva York
El señor que sólo viste zapatos para las grandes ocasiones y la señora de las plumas van de vez en cuando al Four Seasons, a cenar al salón de la piscina luminosa que hace temblar la luz tenue convirtiendo en íntimo un espacio enorme.
Four Seasons
También van, el calzado y la emplumada, a tomar un sándwich club con un Martini al Hotel Carlyle, no al salón donde toca, entre otros, Woody Allen, sino al bar (…). No son los cócteles lo que merece el dinero que se paga, (…) son los murales con los que Ludwig Bemelmans, un dibujante de origen tirolés muy célebre en los cuarenta por sus libros infantiles, cubrió las paredes de este pequeño salón.
Bar del Hotel Carlyle (con murales de L. Bemelmans)
Hemos llegado una década tarde, eso sí, para escuchar a quien fuera el alma del Carlyle durante muchos años: Bobby Short, un negro con voz dulce, aguda, elogiado por su perfecto fraseo, con aires de cantante antiguo, elegante, sentimental, tierno y amanerado.
Keen’s, así se llama el refugio salvador. Está en una de las zonas más feas de Nueva York, en la calle 36 con la Quinta (…).
Es curioso que nunca me haya hecho una foto bajo el letrero de Tom’s Restaurant, la cafetería en la que se reúne el cuarteto de “Seinfield”.
El All State ha muerto de éxito. Como el Florent, (…) como aquel Le Café des Artistes decorado con unos frescos de los años treinta que mostraban a nínfulas medio desnudas jugueteando entre ellas en un bosque.
Le Cafe des Artistes
Una vulgaridad que nada tiene que ver con aquel lugar de carácter en el que una mañana de domingo me cedió el paso ese caballero llamado Harry Belafonte.
DONDE ESTÉS TÚ, ESTÁ MI CASA Anoche volvimos a Saint Mary the Virgin, la iglesia situada en el corazón de Broadway, escondida entre luminosos, neones, anuncios en movimiento y carteles a la vieja usanza de musicales.
Saint Mary the Virgin
Hace unos meses vinimos una noche de frío a escuchar la Misa del Papa Marcelo, de Palestrina.
Guiada por su influjo, el pasado domingo visité la zona de Cobble Hills, en Brooklyn, el lugar al que llega la irlandesa Eilis Lacey para comenzar una nueva vida, (…).
Zona de Cobble Hills
Imaginamos al escritor paseando por estas mismas calles, entrando en la Iglesia de San Bonifacio en la que se reunían, se protegían, se vigilaban los inmigrantes irlandeses, (…).
Iglesia de San Bonifacio
Me llevó primero a la casa de Louisa May Alcott, la creadora de “Mujercitas” y yo creí ver en aquella casa humilde de techos bajos de Concorde a la audaz escritora que inventó un personaje idéntico a sí misma, Josephine March, (…).
Casa de L. M. Alcott
De la misma forma, cuando visité la peculiar casa de Mark Twain en Hartford, Connecticut, creí verlo a él en aquel ático amueblado con una enorme mesa de billar en el centro (…).
Fachada y ático de la casa de Mark Twain El Highline es un parque diseñado sobre lo que fueron las vías del tren elevado de Nueva York, que comenzó a funcionar en los años treinta para evitarles a los ciudadanos de la isla el peligro y la molestia de los trenes de carga. Highline Park
Nueva York en verano es más plácido, aunque el restaurante lo desmiente: el Minetta Tavern es uno de esos lugares en que la diversión está directamente relacionada con el ruido de ambiente.
De camino a casa, después de bajarnos en la 103, pasamos, como casi todas las noches, por la puerta del Smoke. El Smoke es ese club de jazz que Antonio siempre soñótener en el mismo barrio en que viviera.
Siempre merece la pena ir al Smoke, aunque como yo tengo debilidad por la voz humana de vez en cuando reservamos mesa en el Oak Room del hotel Algonquin (…).
Oak Room
Allí he escuchado a la abuela con más swing del mundo del cabaret, Barbara Cook, o a la angelical Maude Maggart, a la que seguimos la pista desde hace años y que nos impresionó enormemente con un concierto dedicado a canciones de películas de Walt Disney.
Nada más ad hoc para despedirnos de este bello paseo con Elvira lindo por sus rincones preferidos de Nueva York, que la interpretación de Louis Armstrong y Ella Fitzgerald del tema "Autumn in New York".