Embalse, de César Aira

Publicado el 10 junio 2012 por Flenning

Decía o aún dice Slavoj Zizek, que la Realidad puede ser atrapada en fotogramas y que el análisis de la realidad social se reduce al análisis del cine de una época. Si usted quiere estudiar la realidad geotérmica de la Tierra, toma el testigo de una calicata y analiza los componentes químicos; pero si usted quiere analizar a los hombres y sus conductas sociales, quizás lo mejor sea analizar el testigo de una excavación de de celuloide (digo celuloide por antonomasia de cine). No se trata de comprender un hecho concreto, como si se tratase de una obra documental, sino muchos hechos, formas de ser, incluso; lo que emerge con más obviedad es el estilo de vida o las costumbres, pero también pueden descubrirse rastros de esperanza, miedos, fobias…

Si ese proceso de análisis que propone Zizek fuese cierto, entonces sería posible pasar del plano de las imágenes a una dimensión de valor fractal entre el plano y la Realidad.

Si usted es un homo sapiens-sapiens, no le resultará difícil imaginarse a sí mismo haciendo zapping entre los seiscientos canales del repertorio televisivo. Imagínese que está de vacaciones y que no tiene interés en ningún programa en particular, así que va desde el primer canal hasta el último, y luego vuelve a empezar. Está con las ojotas puestas y un vaso de whisky. Nada lo perturba. Al fin del día, llego yo y le pregunto: ¿los peces pueden volar? Usted recorre los fragmentos de los programas que vio e intenta componerlos y comprenderlos. Finalmente, después de un gran esfuerzo, descubre que la respuesta no está en ninguna de las imágenes que vio, y se pregunta si, acaso, la respuesta esté en las imágenes que no vio o si, peor aún, es parte de una realidad emergente, un corolario de todos los programas.

Ese desafío que le propongo podría ser equivalente ─como dice Martín, nuestro héroe de Embalse─ al de intentar comprender la orografía de Río Tercero sin despegarse del suelo. De hecho, Martin tiene ojotas y un whisky.

La realidad de Embalse es confusa; un rompecabezas, literalmente. En Embalse, nada es lo que parece, o sí, porque lo que acaso Es, solo lo es en parte, o en Todo, o en Nada. Lo que es, puede no ser o viceversa. En cualquier caso, lo que Es, en Embalse lo es, porque forma parte de un estilo de ser a medias: como una película apenas comprendida; como una síntesis que se desentiende de su análisis; como un autor que es autor y personaje secundario; como un personaje que no es protagonista; como el acertijo del hijo que es hijo y sobrino:


«… Es hijo del señor García. Y de la señora García. Un hijo indeciso. Hay muchas indecisiones en la vida de cualquier persona, y con más razones en la vida de cualquier matrimonio, pero rara vez estas indecisiones encarnan […]».
«… Con su rústica sabiduría, la niña había comprendido que al pasar de un hombre a otro, no cuentan los hombres que son una especie de ficciones, de maniquíes de cualidades viriles; unos tienen más, otros menos, y eventualmente se llegaría a uno que las tuviera casi todas, de acuerdo, con mucha suerte, pero la busca en sí es infinita, y se dirige, paradójicamente, tanto a la presencia como a la ausencia de las cualidades. Eso es el amor, y en esa definición se opone de medio a medio a la busca puramente mecánica con la que inició sus operaciones el profesor Halley […]».

La composición de la realidad, a partir de los fragmentos, puede dar como resultado una realidad alterada, una aberración, incluso, por lo incomprensible; pero la realidad aberrante no necesariamente es consecuencia de la fragmentación y del zapping. Si usted me contestase “sí, los peces pueden volar”, no significa que usted está bajo el efecto del whisky. Tampoco significa que hizo mal su trabajo de análisis de fragmentos. La aberración puede ser antipática y antiintuitiva a los ojos del observador, pero aun así, es inapelablemente real: es sencillo, Carlos, alguien manipula un gen o dos, y, en efecto ─responde usted─ los peces pueden volar.




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Aberración...
«… —¿Qué son los genes?, se dirá usted. ¡Y yo qué sé! Basta con saber que son la unidad que hace que sigamos siendo seres humanos a lo largo de las generaciones, y las gallinas gallinas, y las truchas truchas. Saber eso debe de ser interesantísimo, apasionante, incluso importante. Uno a veces se pregunta por qué no agarra un libro y se pone al día. Es como para apreciar la vida que tenemos, aunque no valga gran cosa […]».

Una realidad aberrante es antiintuitiva y, frente a ella, la primera reacción sería de rechazo. Es inaceptable que el agua quieta del Embalse se transforme en turbulenta, pero qué remedio, lo que es a medias también es, a su manera.


Sépalo, mejor ahora que después, también son antipáticos y antiintuitivos la dictadura, la decrepitud, el asesinato de John Lennon, quedar afuera de un mundial de fútbol y, sobre todo, interrumpir la hora de la siesta.