Son jóvenes, los dos querían tener hijos y en enero descubrieron que ella estaba embarazada. Todo era perfecto, o casi. La felicidad de la futura madre de 26 años se truncó cuando comunicó la buena nueva en su trabajo, una guardería privada de la prefectura de Aichi, a unos 350 kilómetros al sur de Tokio. Se topó con las caras largas de sus compañeras y una reprimenda del jefe, que la acusó de egoísta y de saltarse el turno. La joven acababa de descubrir lo que en Japón se conoce como matahara , un término que define el ambiente laboral hostil y el acoso que sufren la práctica mitad de las trabajadoras cuando se quedan embarazadas.
“¿Cómo has podido romper las reglas de forma tan egoísta?”, es lo primero que oyó del jefe, en lugar de una felicitación. Y ella no sólo se sintió avergonzada por la reprimenda sino también por la actitud de sus colegas, que le reprocharon su iniciativa. Acababa de saltarse una regla tácita: se había saltado el turno para tener un bebé.
La norma no es legal, pero existe en muchas compañías y responde a la tradicional cultura laboral japonesa. En ellas, el jefe es el que determina los turnos para que las empleadas se puedan casar o tener hijos y así se asegura que no haya muchas trabajadoras de baja al mismo tiempo. Y, evidentemente, está prohibido saltarse el turno ante una compañera con más antigüedad o cargo superior.
Era el caso de esta joven, a quien la regañina dejó sumida en la angustia. Indignado, su esposo denunció la situación en una carta abierta en el periódico de gran tirada Mainichi Shimbun. El marido explicó la existencia de esa norma en el parvulario donde trabaja su mujer y la situación que vivieron cuando fueron los dos a disculparse ante el jefe de ella.
En Japón muchas empresas fijan en qué orden pueden quedarse encinta las empleadas
“Lamentamos quedarnos embarazados”, dijeron. Una disculpa que el director del parvulario acepto “a regañadientes”, según el esposo, quien señaló que desde entonces su mujer ha sido reprendida en diversas ocasiones. “Mi esposa se siente culpable al pensar que tenemos la culpa de no haber planificado bien”, ha escrito el marido. “Respeto a mi esposa por su compromiso con su profesión (…), pero las condiciones de quienes cuidan a los niños son la evidencia de un país atrasado”, añadía el texto.
La carta ha provocado un debate nacional, ya que ha hecho aflorar algunos de los principales problemas de la sociedad japonesa, como son la escasez crónica de guarderías (más de 47.000 niños estaban el año pasado en listas de espera), la situación de la mujer en el trabajo y el acoso que sufre cuando se queda embarazada. Una situación que se conoce con el término de matahara y que se refiere al ambiente hostil que se origina en torno a las trabajadoras que se quedan embarazadas.
La historia de la joven de la guardería no es, sin embargo, un caso aislado. Forma parte del 48,7% de mujeres que han sido acusadas de “causar problemas” en el trabajo debido a su embarazo, según una encuesta del Ministerio de Salud sobre el matahara del año 2015. El estudio, el único que se ha realizado, revela asimismo que una de cada cinco fue despedida de su trabajo.
Otra joven de Tokio, también de 26 años, explicó en su día que su supervisora en una firma de cosméticos le advirtió que no se le permitiría tener hijos hasta que cumpliera los 35 años. Y recibió, a modo de recordatorio, un correo electrónico con un calendario de matrimonios y embarazos para ella y sus 22 colegas, con la advertencia de que “el trabajo se retrasa si cuatro o más personas toman la baja al mismo tiempo” y que “el comportamiento egoísta será castigado”.
Un comentario que revela el arraigo del matahara y la hostilidad a la que se enfrentan muchas japonesas en su trabajo. Se las tacha de egoístas si deciden tener hijos o cuidar de ellos, pero también son criticadas si no tienen descendencia. ¡Que difícil es ser madre en Japón!
Via: La Vanguardia.com