Si en el decir de Gamoneda, la experiencia poética es un no saber sabiendo, el descubrimiento de la poesía de Constantino Molina, joven poeta ya muy laureado, y en torno al cual se ha levantado una gran expectación por su Premio Adonáis y su Premio Nacional de Poesía Joven, es certificar el saber de que nuestros poetas son necesarios para hacer más llevaderas nuestras horas, más bella nuestra mirada del mundo, más comprometido nuestro lazo social. También para cerciorarnos de que el bosque es menos inhóspito si poetas jóvenes encienden una fugaz luz.
Se diría que nos agarramos a ellos, como si precisáramos de tener siempre al lado a Lorca. De hecho cuando regreso de nuevo a Fuente Vaqueros trato de hacerme con un nuevo objeto, a veces a Lorca mirando al objetivo, y pienso, lo que permanece es nuestra necesidad de ser mirados con mirada limpia, y desde luego, inocente.
Es tan grato el embargo/ de contemplar el brillo de inocencia/ latiendo en tu mirada./ Esa mirada clara/ que ya conoce/ el embate silente de la edad, ("Las Ramas del azar", 2015). Creo que necesitamos el brillo de las miradas inocentes, esas que portan los niños cuando van descubriendo el mundo, o la mirada sorprendida de los amigos fieles, que no se asustan de nuestras rarezas dado que las atribuyen a las batallas perdidas.
El poeta finaliza su poesía “Metafísica del orden”, con un "quizás usted lo sepa", dirigiéndose a alguien que le pregunta de dónde viene, qué intenciones guarda, hacia dónde se dirige. Nosotros podemos saber este viernes algo más del poeta joven, Constantino Molina, en el Encuentro poético organizado por el Ateneo de Palencia en la Caneja, al menos un no saber sabiendo, mientras escuchamos nuestro singular embate silente de la edad.