El título no es una disyuntiva entre sentimiento y conocimiento... pero si que sirve para ilustrar los diferentes caminos que han seguido los museos para llegar a sus públicos.
Por ejemplo, los museos de ciencias (físicas, naturales,), arqueología, historia, tecnología o semblantes son instituciones que a lo largo de su historia han basado su difusión sobre la base de la adquisición del conocimiento. Dicho de otra forma, sobre la base de la educación formal y la formación de sus visitantes.
Este modelo se mantuvo buena parte del siglo XX... hasta la aparición de nuevos modelos museográficos basados en los conceptos sociales y democráticos de la "Nueva Museología" (podéis saber más de este movimiento aparecido en los años 80 y 90 del pasado siglo en el libro "Introducción a la Nueva Museología", el autor es Luis Alonso Fernández y la editorial es Alianza de Madrid)
Si a este movimiento de renovación le añadimos la aparición de conceptos sobre la educación informal y no formal, tendremos las bases sobre la que trabajan actualmente los citados museos (no todos, pero sí la gran mayoría) en la acción de atraer y mantener a los visitantes en el museo: "conseguir que aprenda y se emocione en la propia visita". Es decir, que mediante el uso de recursos escénicos, visuales o auditivos el usuario fortalezca su adquisicíón de conocimiento.
Precisamente, una de las teorías básicas de la educación moderna es la interacción entre la razón y las emociones del alumno cómo el método más efectivo de propiciar la comprensión. ¡Tampoco podemos olvidar que el teatro usa las emociones humanas como catalizador y difusor de textos dramatúrgicos altamente complejos de comprender sin estos recursos!
No obstante, aún no hemos tocado la temática de los museos de arte... en este sentido, no podemos apreciar una renovación comparable a la desarrollada por el resto de museos. Pues, siguen vigentes modelos cuyo objetivo es captar la atención del visitante mediante la esencia artística y emocional de la propia obra de arte en el museo, donde se manifiesta con toda plenitud, la "aura" referida por Walter Benjamin.
En este sentido, el uso de recursos tales como el etiquetaje con palabras claves por parte de un grupo de usuarios de unas determinadas obras de arte, propugnada por la experta Amelia Arenas es una solución o un camino... el otro camino recabe sobre la idoneidad de la propia obra, cómo elemento de difusión de su valor emocional (con alguna información sobre el autor). Es decir que aunque no llegue a todos los públicos, el museo cumple su función...
¿Ejemplos de este modelo? Algunos directores de museos tan importantes como el Museo Centro de Arte Reina Sofía o el Museo Nacional d'Art de Catalunya... Opiniones respetables pero que, en opinión de quién escribe, no cumplen con una de las principales actividades de la difusión cultural en un museo: buscar los recursos necesarios (artísticos, emocionales y de conocimiento) para hacer llegar los contenidos a un máximo número de públicos.
En este sentido, también deberíamos tener clara una situación: no es posible llegar a toda la población. Pero, no por eso, dejaremos de intentarlo...