Emocionalmente dependiente

Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22

La otra mujer asentía con la cabeza, ambas se miraban con complicidad, a la vez que reprobaban el comportamiento de esa chica más joven que se paseaba con el odontólogo dueño de varias clínicas, mucho mayor que ella pero forrado de pasta.

Era fácil ver que estaban juntos por un tema de cobertura mutua de necesidades, él satisfacía su necesidad de reconocimiento y lucía a su flamante novia joven y atractiva, a la vez que su nuevo coche último modelo, carísimo.

Lo que esas mujeres no eran capaces de ver es que ella, la chica joven a la que despreciaban, porque se liaba con un viejo, había tenido una infancia marcada por la escasez en el plano económico, sus padres apenas habían podido mantenerla, siendo una niña. Veía como sus compañeras de colegio se iban de vacaciones mientras ella siempre se quedaba en casa por los veranos. Sus amigas hacían fiestas de cumpleaños y sus padres no le dejaban ir al no tener dinero para comprar un regalo decente. Los reyes magos le traían pijamas y ropa interior, cuando ella pedía muñecos y bicicletas. Al principio pensaba que ella había hecho algo mal y los reyes no la querían, con el tiempo inconscientemente la palabra dinero se convirtió en su objetivo y se prometió a si misma que nunca volvería a pasar por eso. Los hombres con dinero le parecían súper sexys, no había nada más apetecible que un hombre rico, la volvían loca, le encantaba lucir los collares que le regalaban y conducir sus flamantes coches.

Por eso, Lucía, esta chica era absolutamente inocente, realmente se enamoraba de ellos, le fascinaban, le encantaban, otro tipo de hombres no llamaban su atención... Inconscientemente se enamoraba de hombres que le daban lo que papa y mama no le habían podido dar.

Luis el odontólogo había tenido una infancia en la que su padre apenas estaba en casa, trabajaba muy duro de albañil, llegaba a casa reventado y se ponía a beber. Cuando Luis se acercaba a hablar con su padre, su padre le mandaba callarse, apenas le mostraba atención, estaba tan cansado que sólo quería ver la televisión, mientras bebía cervezas. Su madre tampoco le dedicaba excesiva atención con otros 3 hijos.

Inconscientemente, Luis estudió duro para llamar la atención de su padre, para que su padre estuviera orgulloso de él y su padre lo estaba pero era un hombre rudo, primitivo con muchas dificultades para manifestarlo. Luis nunca se sintió valorado o reconocido por su padre. Le fascinaba Lucía encontraba en ella toda la valoración y el reconocimiento que no había tenido en la infancia, se sentía importante, se sentía valioso. Lucía era justo lo que necesitaba. Realmente estaban enamorados.

Su relación estaba basada en la dependencia emocional, es decir en la cobertura mutua de necesidades, en la cobertura mutua de carencias, ambos estaban poniendo un parche a su dolor. Lucía se sentía segura y Luis se sentía importante.

Las dos mujeres que los observaban y juzgaban tenían serías carencias afectivas y llevaban años en relaciones de pareja basadas en la dependencia emocional. No eran felices, tampoco estaban especialmente a gusto, pero era mejor eso que estar solas y al menos tenían un marido.

Inconscientemente, estaban juzgando a Lucía por hacer con la seguridad, a Luis por hacer con el reconocimiento, exactamente lo mismo que ellas hacían con el afecto: un contrato mutuo de cobertura de necesidades y los cuatro protagonistas de esta historia lo llamaban amor.

¿Y por qué lo llamamos amor cuando queremos decir miedo al abandono?

¿Y por qué lo llamamos amor cuando queremos decir miedo a la escasez?

¿Y por qué lo llamamos amor cuando queremos decir miedo a no merecerme nada mejor?

¿Y por qué lo llamamos amor cuando queremos decir miedo a no ser valioso?

Porque somos seres humanos y la mayoría de nuestras relaciones están basadas en contratos inconscientes, en el apego y en la dependencia emocional...

Qué bonito verlo, que bonito hacerlo consciente porque es el primer pasa para sanarlo y trascenderlo.

¿Y cómo se trasciende?

Identificando nuestra carencia y siendo conscientes de que buscamos eso en nuestra pareja, cambiamos de pareja con los mismos resultados porque estamos poniendo un parche a nuestro dolor.

Un parche que puede durar 6 meses, un año, pero que a largo plazo nos vuelve a dejar la herida en carne viva y hace que nos duela más que antes. Carencias inconscientes que perpetuamos en nuestras relaciones responsabilizando a nuestra pareja de nuestro bienestar, de nuestra felicidad.

Locos humanos que han entendido que el miedo es amor y no ven que la fascinación del enamoramiento, posesivo y egóico por definición, es transitoria y acaba peor de lo que empezó.

Dejemos de juzgar a los demás por hacer lo mismo que nosotros, dejemos de juzgarnos a nosotros mismos por hacerlo porque no sabemos hacer algo mejor. Asumamos que nadie va a venir a hacernos felices y comencemos a responsabilizarnos de nuestras vidas.

Porque el único que puede superar la dependencia emocional y responsabilizarse de mi necesidad de seguridad, de reconocimiento o de afecto, SOY YO.

Y paradójicamente cuando lo hacemos, aparece un individuo pleno que se autoresponsabiliza de si mismo, dispuesto a compartir su vida con nosotros.

Curiosa y bella paradoja, jugar al juego de la vida.

Había un sabio maestro, al que todos conocemos que decía:" ama al prójimo como a ti mismo " pero lo hemos entendido mal, sólo nos hemos preocupado de la primera parte. La paradoja es que si previamente no hemos aprendido a amarnos a nosotros mismos, no podemos amar a nadie.

Fuente: Covadonga Pérez Lozana. Coach de referencia nacional en relaciones de pareja.

C. Marco