Creo que la sensación es idéntica a la que producen muchas películas denominadas "de género". Es una vuelta al descubrimiento del cine. O mejor, al descubrimiento de las emociones a través del cine que nos traslada a la infancia y el papel que tuvieron muchas películas de género en nuestros recuerdos y posterior evolución como apasionados del séptimo arte. De la misma manera que muchos chavales trataban de imitar a sus ídolos futbolísticos en el patio de recreo, también se podía imitar con idéntica pasión las interpretaciones o las tramas de películas que de alguna manera nos marcaban entonces. Queríamos volver a proyectar eso que nos sacaba de la cotidianidad, y nos llevaba a otro lugar, dejándonos sentir emociones que en clase o en casa hubieran sido imposibles de vivir. Ese viaje de ida y vuelta a otros mundos hacía que magnificáramos cualquier película que nos impactaba, vista con los ojos amplificados de un niño, y no con los del adulto que (cree que) está de vuelta de todo. Lo mismo ocurre con nuestros primeros recuerdos futbolísticos. Pensemos cuántas veces habremos visto en los 80 a chavales imitar el salto de la grulla de Karate Kid y cuántas veces habremos visto los intentos de imitar las chilenas de Hugo Sánchez. De ahí que cualquier creador, guionista o futbolista, lo primero que hace es tratar de imitar lo que emocionalmente le ha maravillado y le gustaría volver a sentir.
Volviendo a los Mundiales, mi primer recuerdo se remonta al Mundial del 82, con Naranjito e Imarchi, su compañero mitad aspiradora, mitad televisor, de aquella serie (Futbol en acción) donde repasaban grandes momentos de los Mundiales. La conexión con el deporte y el mundo audiovisual era ya precoz entonces. En aquellas fechas también tuve mis primeros encuentros con el cine, especialmente con el cine de género (sobre todo acción, misterio, terror y artes marciales) y el de animación, que fueron constantes y fundamentales hasta mi adolescencia, en la que me fui convirtiendo más dramático.
Al ver esas historias podía sentir algo genial que no lo conseguía Dabadabadá, por ejemplo. Emociones. Y me pasaba lo mismo con el gol de Señor ante Malta, los cuatro goles de Butragueño en Querétaro o la celebración de Marco Tardelli en la final del 82.
Marco Tardelli - "Felice di stare lassù"
Y en los mundiales y eurocopas, con esa ceremonia fuera del campo (cromos, noticias, reportajes en la tele) como dentro (los himnos, saludos de capitanes, goles) era como asistir a un teatro, a un espectáculo en vivo donde el protagonista era un punto blanco en la pantalla, un balón que iba y venía y generaba emociones gracias a los jugadores. Todo eso lo vivía (y lo vivo) como si fuera una noche de Reyes. Con esa ilusión de encontrarme algo inesperado, genial, diferente. A ese sentimiento le ayuda, sobre todo, la tensión que generan las eliminatorias, con sus octavos, cuartos, seminfinales y finales.en partidos donde, al igual que coreaban en Mad Max 3, dos equipos entran y sólo uno sale. Sin tuviera que elegir una película en forma de partido de fútbol, el partido que todo hombre, mujer, niño, perro y loro debiera ver una vez en su vida es el emocionante Francia - Alemania de las semifinales del Mundial 82. Sobre todo el tiempo extra. En esa escasa media hora se concentran todos los géneros del cine posible. Hasta la tragedia, con aquel golpe del portero alemán Shumacher al defensa francés Patrick Battiston.Espectáculos deportivos como las Olimpiadas, el Mundial y la Eurocopa, tal y como pude comprobar el otro día con Dani, Polo y Ginés, nos saca la pasión explícita, la lucha por defender una ilusión, proyectando nuestros sueños de niño, con las más intensas emociones posibles que una neorrealidad sería incapaz de generar.
Como si estuviéramos en una película.