IMBANCABLES DE LO PEOR
Para ellos, la gran mayoría de la humanidad resulta invisible. También, inaudible. Quizá entre la numerosa clase de los imbancables -que nos importunan y rompen esa cosa que llamamos tiempo y no es menos que la vida- se ubican entre los de peor clase.
Son aquellos que dividen a sus prójimos en dos categorías: los que les pueden servir en su trepada al futuro y los que no cuentan para esa carrera. El problema es que a los últimos los tratan como si no existieran .
Se trata de esa clase de personas que jamás saluda a la señora o al señor que hace tareas de limpieza en el lugar de trabajo. Y que cuando se dirige a un mozo lo hace sin mirarlo y le da una orden o le dispara una pregunta perentoria. Desde luego, tampoco se despide al irse del bar o restaurant.
Las palabras "perdón" y "disculpe" no figuran entre las de su vocabulario . Cuando está dentro de una multitud avanza, empuja y desparrama sin el menor pudor, ya que los otros son siluetas, indignas siquiera de recibir una mirada. Y la palabra "gracias" la administra con avaricia.
Todo cambia cuando aparece alguien -un jefe o un compañero de trabajo que califica en el particular ranking de ellos- que le puede servir en su ascenso. Ese alguien propietario de cierto poder recibe la completa atención del imbancable, que se le pega como una lapa , le festeja hasta la última idiotez que pueda proferir como si fuera una humorada de Groucho Marx, escucha sus comentarios con reverencia y le propina un rosario de propuestas para lucirse.
Lo curioso es que a mucha gente con poder le agrada esa compañía que la ametralla a halagos. Será porque les masajea el ego o tanta complacencia los descansa.
Sin embargo, el deprimente espectáculo de verlos arrastrarse no es lo peor: lo más grave es cómo cosifican a aquellos que alucinan como inferiores. A tal punto los consideran objetos que sus desgracias o algarabías, por más que las proclamen, ni siquiera las advierten. Un mendigo podría agonizar ante sus ojos y ellos, resueltos, lo esquivarían.
Para el resto queda el consejo de Marco Aurelio: "Cuida de no experimentar con los hombres inhumanos algo parecido a lo que éstos experimentan respecto de los hombres".
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