El lunes 17 se celebró la primera sesión del inmenso espectáculo de corrupción que será el juicio a los presos políticos, y como para celebrarlo aumentó varios grados el nivel de locura y estupidez con que en España se está tratando un caso de secesión como ningún país serio y civilizado lo haría, lo ha hecho o lo hará.
El mismo lunes en la vista en que se decidía si se mantenía el juicio en el TS o se trasladaba al TSJ de Catalunya me pareció que quedaba muy claro que cualquier parecido entre ese juicio y la verdadera aplicación de las Leyes no será más que pura casualidad. En el tribunal, tanto jueces como fiscales, en especial el fiscal, al referirse a los delitos cometidos y al contrario de lo que debería ser no solo su obligación sino su profesionalidad, en vez de mencionar hechos concretos haciendo referencia a su evidencia, utilizaron expresiones como “ataque al Estado”, “ atentado contra la democracia”, “golpe al estado de derecho” y otras expresiones aparatosas y muy sonoras pero nada concretas sobre los delitos objeto del procedimiento, probablemente porque todos ellos saben muy bien que si de algo hay evidencias rotundas es que no hubo rebelión, ni mucho menos golpe de Estado y ni tan solo malversación.
Mientras tanto Pedro Sánchez continuaba con su intención de celebrar el Consejo de Ministros el 21D en Barcelona, a pesar del ataque de cordura que sufrió el ministro Abalos cuando manifestó dudas de que acabase celebrándose, porque mientras continúe la percepción de la gran mayoría de catalanes, entre los que me cuento, que en Madrid no hay nadie con la más mínima intención de solucionar el problema, y que todas las propuestas acaban en tomaduras de pelo incumplidas tal reunión en Barcelona solo podía provocar serios problemas.
Encima, desde unos días antes ya se hablaba y se escribía en los medios de comunicación de Madrid sobre la explosión de violencia que con toda seguridad se iba a producir en Catalunya el 21D, hasta el extremo que Ciudadanos incurrieron en una de las peores de las muchas estupideces que han cometido en su obsesión por pedir algo así como la invasión militar de Catalunya, cuando Arrimadas anunció una demanda contra el president Torra por algo que no había ocurrido todavía pero que sin duda IBA A SUCEDER, la violencia del 21D.
Afortunadamente todos los líderes de partidos y organizaciones independentistas, libres, presos y exilados, no solo exigieron manifestaciones pacíficas, además pidieron señalar, identificar y en lo posible anular a posibles grupos violentos encapuchados, y gracias a que esta fue la actuación de los manifestantes, la violencia que con tantas ganas esperaba Arrimadas se limitó a pocos incidentes incluyendo un puñetazo que un encapuchado propinó a Cake Muniesa, periodista de Intereconomía especializado en exacerbar los ánimos donde sea que haya mucha tensión, por cuenta del canal propiedad de la Inquisición Episcopal, incidente del que hay fundadas sospechas de que fue un montaje.
Por si alguien dudaba de la inmensa cantidad de estupidez que el Estado español ha invertido en el problema catalán, Pedro Sánchez tuvo la amabilidad de proporcionar una verdadera joya de la idiotez. El Consejo de Ministros como regalo a Catalunya decidió, sin haber consultado absolutamente a nadie entre los receptores del regalo, que el aeropuerto de Barcelona se llamará Josep Tarradellas. Las carcajadas se oyeron hasta en la Barcelona de Venezuela.
La pocilga mediática demostró una vez más que los hechos son como ellos los describen y no como fueron en realidad. La reunión Sánchez-Torra acabó en un acuerdo sobre la necesidad de seguir dialogando aunque nadie, por más imaginación que le ponga, puede anticipar algún resultado final y a pesar de ello para la pocilga la reunión, por el mero hecho de celebrarse fue calificada con epítetos como traición , rendición, humillación y otros peores, y las manifestaciones pacíficas fueron descritas como verdaderas batallas campales por las calles de Barcelona, todo dedicado a los muchos ciudadanos españoles que les gusta oír y leer mentiras sobre desastres y barbaridades en Catalunya.
Lo que cada vez está más claro es que en España no hay la más mínima intención de solucionar el problema catalán de manera seria y civilizada, y por eso los políticos de Madrid, con pocas excepciones, se pasan el día soltando estupideces y barbaridades que lo empeoran, de las que, por cierto, Pedro Sánchez soltó una inmensa el lunes 17 en la celebración de la Navidad con los periodistas. Dijo “Los independentistas no tienen proyecto político más allá de los políticos presos”, pues si es así lo tiene muy fácil, los pone en libertad, acaba con las acusaciones sin pruebas y deja a los independentistas sin proyecto ni contenido.
Mientras, continuando lo iniciado por Rajoy y el PP en 2006, casi todos los políticos españoles se dediquen a incentivar de manera irresponsable la catalanofobia para captar votos, no solo no hay solución para Catalunya, además corremos el riesgo de un fin del problema imposible de prever que puede resultar en un verdadero desastre.
Cuando ya había acabado esta nota leo en La Vanguardia de hoy una entrevista a Pedro Sánchez en la que entre otras cosas dice “la Generalitat tiene que pasar de la proclama al diálogo real”. La actuación de Torra, tanto en lo que al diálogo se refiere como en general, en mi opinión no ha sido aceptable y plagada de errores amplificados por la pocilga mediática, pero que vomite ese comentario el Presidente de un gobierno que se ha negado sistemáticamente al dialogo y lo ha limitado solo a lo que les interesa, un Presidente que además, en el tema de Catalunya y en los demás (energías renovables, Ley mordaza, legislación laboral, etc.) ha hablado y prometido mucho pero lo que en realidad ha hecho es poco más que NADA, es absolutamente demencial y define bien el desastre de país en que los partidos del régimen del 78 han convertido a España.