Otra vez la gente se juntó en la plaza del Congreso para escuchar que la inflación y la pobreza se arreglan con más inflación y más pobreza. Comienza un nuevo ciclo neoliberal con la misma receta económica y con un ajuste apuntando a las clases populares.
Devaluación; “ordenamiento fiscal” contra los que menos tienen; toma de nueva deuda para reciclar la existente; achique del Estado como regulador de los desequilibrios sociales; tipo de cambio “sincerado”; congelamientos salariales y de la obra pública; emisión reducida hasta límites de irresponsabilidad institucional en todo mecanismo regulatorio del “mercado”, terminan inexorablemente en una catástrofe. No es un pronóstico. Es lo que, con sus variantes secundarias, aconteció con Martínez de Hoz, con Menem y con Macri.
Eduardo Aliverti
Parece que la luz al final del túnel del segundo semestre esta vez se cancela. Debe ser por eso que Mondino llamaba a comprar generadores.
Digo yo... ¿qué puede salir mal?
Primero hay que saber sufrir
Milei no da el discurso inaugural frente a la asamblea legislativa (donde estaba representada "la casta"), sino frente a la gente reunida afuera. Pero desde mañana que tiene que negociar con esa "casta" a la que desairó sus iniciativas de gobierno, comenzando por la ya famosa "ley ómnibus": no se sabe que es peor, si el nivel de improvisación política de los que nos van a gobernar a partir de hoy, o el nivel de imbecilidad de los que se están ofreciendo de antemano para "darle gobernabilidad" a un tipo que los odia, acompañándolo así en el seguro fracaso.
El presidente le dice a la gente que no hay otra manera de comenzar su gobierno que con un ajuste brutal de shock sin gradualismo alguno, porque "no hay plata"; y que ese ajuste empeorará los indicadores de la actividad económica, el empleo, el salario y la inflación. La gente reunida en la plaza del Congreso aplaude. Lo dijimos antes: tenemos que dejar de abordar el fenómeno desde otro lugar que no sea la salud mental, por lo menos por dos años.
El experimento económico consiste en aplicar un Rodrigazo inaugural para empeorar todos los indicadores, apoyado en el débil consenso social de una mayoría circunstancial y fluctuante, conformada en buena medida por los insatisfechos de la democracia, que serán a su vez las principales víctimas del ajuste. ¿Qué podría salir mal?
El experimento político consiste en intentar pasar por encima de las estructuras partidarias y combinar un poco de antiperonismo explícito y un mucho de anti política con el latiguillo de la "casta", mientras se mete en el gabinete a representantes de lo más conspicuo de la verdadera casta, a la cual no se le tocará ningún privilegio; y se le abrirán enormes oportunidades de negocios rapiñando el patrimonio público, mientras el país se hunde, y con él la mayoría de sus habitantes.
En el camino, se empieza por decirles a los argentinos (en especial a sus propios votantes) que no esperen nada bueno en lo inmediato, porque todo irá peor, por un tiempo que no se precisa y se apela a que confíen porque en algún momento, de un modo mágico y hoy invisible, las cosas empezarán a mejorar. De un modo no explicado -al menos hasta ahora- la inflación seguirá subiendo, los pobres serán cada día más y más pobres, hasta que de golpe, en un instante mágico, comenzarán a descender en número y en pobreza.
Y mientras tanto, no hay protesta social, todos ponemos el hombro y esperamos a que el milagro se concrete, confiando en las palabras del presidente frente a toda evidencia cotidiana en contrario. Si les sale, deberían patentarlo.
En todo su gabinete, pero especialmente en el área económica, prevalecen los agentes del capital financiero internacional (que tiene su principal base de operaciones en Manhattan, capitales financieros encabezados por BlackRock), mesturados con empleados o ex empleados del grupo económico local Eurnekian (Corporación América), encabezado por Eduardo Eurnekian. Si la justicia argentina fuera independiente, los principales funcionarios de economía designados por Milei no podrían llegar a serlo por connivencia con los factores de poder. Los tres hombres más importantes en el área económica (Caputo, Cottani y Bausili) deben mudarse de Nueva York donde viven, a la Argentina, para ser los principales funcionarios de la economía del país.
Leemos:
Más del 50 por ciento de los argentinos tienen buenas expectativas ante el gobierno de Javier Milei, piensan que el país va a mejorar. De entrada afirman que están a favor de un ajuste rápido y profundo, pero cuando se les plantea que ese ajuste les puede llegar a ellos, cambian y sostienen que están a favor de un ajuste gradual. O sea, están de acuerdo con un cambio, pero que no les pegue en su bolsillo. Estas son las conclusiones de buena parte de los consultores en campañas electorales y encuestadores que sondean el estado de la opinión pública de manera permanente. El punto crítico está en lo que el propio Milei anunció: si se camina a una estanflación, recesión con inflación, con reducción de consumo y de empleo, habrá que ver cuanto compás de espera, cuánta tolerancia tienen los ciudadanos, en especial los de clase media.
Como sucede siempre que termina un ciclo popular y empieza un ciclo neoliberal, el acento se puso (y se pondrá de aquí en más) sobre el orden, la disciplina, la eficiencia, el emprendedurismo, la meritocracia, el equilibrio del presupuesto y la atracción de los capitales del exterior y las virtudes del sacrificio popular. En general, esta apuesta del sector ortodoxo de la economía son paquetes de medidas que involucran una brusca devaluación, una caída de salarios, restricción monetaria, recesión y un deliberado esfuerzo de atracción de capitales extranjeros. Según su punto de vista y relato (repetido hasta el cansancio en la historia argentina) la recesión y la caída de los salarios reales no serían más que perjuicios momentáneos que corresponden a un período inevitable de sacrificio, necesario para ordenar y sanear la economía.
Ahora bien, hasta ahora este despegue nunca se concretó. Puede haber ciertos éxitos momentáneos, pero siempre se vuelve a caer en recesión, y más profunda aún que la anterior. Y la reacción de la ortodoxia frente a su falta de éxito ha sido siempre similar a la de la corriente popular: todos admiten errores, pero quienes sufrimos el presente para llegar a un futuro mejor que nunca llega, al contrario.
Es la insoportable levedad de una historia repetida. ¿Será hora de empezar a hacer algo diferente para obtener resultados diferentes?Empieza el experimento... agarrate Catalina!