Hoy que no me apetece escribir, lo más apropiado sería dejar en blanco esta entrada. Hacer lo de Malévich con su "Cuadro blanco sobre fondo blanco". Vacío, sin palabras. Aunque los entendidos en arte se llevaran las manos a la cabeza y me advirtieran de lo zoquete que soy al no valorar la apuesta del artista por la pureza o la incapacidad para apreciar en el cuadro la búsqueda de la libertad expresiva sin ataduras, referencias y vínculos culturales; por no distinguir la grandeza en la superficie inmaculada del cuadro.
Estamos en una época en la que un sector muy numeroso de la opinión publicada pervierte todos los preceptos, jalea la mediocridad y hace todos los días un descomunal corte de mangas al sentido común y a cualquier intento de razonar libremente. Igual es una moda pasajera, algo que caerá en desuso dentro de algún tiempo. En todo caso, y como suele suceder, se constata que siempre incordian los comprometidos con la sociedad y los críticos con el poder. ¿Qué hacer mientras tanto? Como la prensa busca adictos y los partidos políticos incondicionales, lo más sensato es no dejarse embaucar, dejar de ser espectadores y preferir el diálogo al monólogo.
Imagino los periódicos que ojeo a diario, con las columnas de opinión y sus editoriales en blanco; despojados de tantos mensajes vacíos, frases inútiles y con la doctrina ausente aunque sólo fuera por un día. Cada lector interpretando la falta de palabras como quisiera, en plena libertad, sin las moralinas de costumbres ni los intereses que siempre intentan pintarnos la realidad desde el punto de vista de sus intenciones.
Es lunes, escucho a Yusef Lateef:
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