En busca de Klingsor se puede leer también como una novela de espionaje. Bien al principio nos encontramos con Francis P. Bacon, físico alistado en el ejército norteamericano, a quien, tras los juicios de Núremberg, se le encomienda la misión de indagar y tratar de averiguar la identidad de Klingsor, supuesto asesor científico del Führer y que gozaba del favor de toda la comunidad científica. Nadie ha visto a Klingsor, nadie sabe quién es, y se rumorea que en realidad nunca existió.Serán Links y Bacon quienes lleven el peso de la historia, pero siempre desde el punto de vista de Links, que nos refiere lo que oyó de boca de Bacon, con quien colaboró durante un tiempo. La novela está perfectamente estructurada, no sólo en el aspecto temporal, sino sobre todo por el modo en que Volpi ha conseguido armonizar la teoría cuántica (como lo oís) con la elección de los diversos puntos de vista. Aunque soy lego en casi cualquier asunto científico, si lo he entendido bien, uno de los corolarios de la teoría de la relatividad es que es imposible medir con precisión el universo que nos rodea porque estamos inmersos en él. Yendo aún más lejos, incluso por mucho que nos alejemos de la materia observada, por ejemplo el átomo, la acción necesaria para llevar a cabo la observación afectará al objeto de estudio. O algo así. (Y si no, me corregís). El autor integra perfectamente estas teorías en la estructura y la trama de la novela, y lo hace de una manera no sólo clara, sino apasionante.
Otro episodio que hoy apenas se recuerda es la carrera nuclear que tuvo lugar en aquellos años entre el Tercer Reich por un lado, y Gran Bretaña y EEUU por otro. Alemania nunca estuvo realmente cerca de conseguir una bomba nuclear, debido, sobre todo, ironías del destino, a la limpieza étnica que había llevado a cabo. Naturalmente, los más brillantes de los científicos que se vieron obligados a exiliarse acabaron desarrollando la bomba atómica para los aliados. Sin embargo, aun sabiendo que no conseguirían desarrollar la bomba, Hitler (o más bien, alguno de sus colaboradores más lúcidos) tenía la esperanza de acercarse lo suficiente a su objetivo como para estar en condiciones de negociar una salida airosa. Jorge Volpi (¡qué barbaridad! no he mencionado su nombre hasta ahora; breve presentación: nacido en México, excelente novelista) nos lleva a hacer un fascinante recorrido por algunos de los entresijos de esa desigual carrera nuclear y consigue que incluso lectores como yo, de ignorancia enciclopédica en el tema de la física, seamos incapaces de soltar el libro.
¿Y qué o quién es Klingsor? ¿De dónde sale el nombre? La verdad es que éste aspecto de la novela me ha resultado un poco abrumador. Klingsor es uno de los personajes de la ópera Parsifal, de Wagner, y, en mi opinión, el modo en que Links intenta establecer paralelismos entre la investigación llevada a cabo por Bacon y la obra wagneriana no consigue cuajar del todo y resulta, a la postre, un tanto confuso. Pero a todos nos gusta de vez en cuando ver que el autor es más listo que nosotros, ¿verdad?
Porque la verdad es que Volpi entrelaza con una maestría pasmosa ficción y realidad, de una manera muy parecida a como lo hizo Fresán en Jardines de Kensington. Una vez más, ha sido colosal el trabajo de documentación por parte del autor, que parece sentirse a sus anchas en la historia de la fisión del átomo. Y extraordinario es también el modo de presentar narración, intriga, ciencia e historia de una forma tan amena y en una novela tan inteligente.
Y la lectura de esta gran novela me sumió en una breve pero intensa fiebre por la Operación Valkiria que culminó con la película de 2008 del mismo título.
La verdad es que, en lo que respecta al guión y la fidelidad histórica, Operación Valkiria es impecable. Te atrapa desde el primer momento, el tratamiento de los personajes es verosímil, no cae en la sensiblería, el maniqueísmo ni la idealización de Stauffenberg (Tom Cruise), y la tensión va en aumento hasta el final. El trabajo de todos los actores es excelente, empezando por Tom Cruise, quien, por mucho que se tienda a ridiculizarlo por su vida personal, a mí siempre me ha parecido muy buen actor. Se echa en falta, quizá, una dirección algo más personal y ambiciosa. Parece que el director, Bryan Singer, se conformó con tener un reparto de lujo, muchísimos medios y un excelente guión, y no quiso arriesgarse a estropearlo imprimiéndole un estilo algo más definido y original, como sí hizo en aquella inolvidable Sospechosos Habituales. Pero en suma, esta película, pese a concentrarse sólo en uno de los varios ejes desarrollados en la novela, ha resultado ser un complemento perfecto a la apasionante En Busca de Klingsor.