En busca de Klingsor, de Jorge Volpi

Por Ninyovampiro @ninyovampiro
Creo haber leído en algún sitio que la Segunda Guerra Mundial es la guerra sobre la que más libros se han escrito, seguida de la Guerra Civil española. Curiosamente, no obstante la abrumadora cantidad de información que tenemos sobre aquella contienda, hay un episodio que, aunque conocido, ha pasado relativamente desapercibido, pese a que marcó, o mejor dicho, estuvo a punto de torcer, el curso de la historia. Se trata del atentado contra Hitler que tuvo lugar el 20 de julio de 1944. En este atentado fallido, último de una larga lista, el Führer apenas sufrió unos rasguños. El plan, conocido como Operación Valkiria (que era, en realidad, el nombre del plan de acción aprobado por el propio Hitler para una hipotética situación de emergencia), organizado por el coronel Stauffenberg y otros oficiales de la Wehrmacht, falló por una serie de malditas casualidades (un maletín mal colocado, una inoportuna llamada telefónica) y porque fue llevado a cabo de manera algo improvisada y chapucera. Naturalmente, la venganza de Hitler fue implacable. Algunas de las ejecuciones fueron filmadas (se dice que para uso y disfrute del dictador) e incluso se vejó la dignidad de los cadáveres.En busca de Klingsor se abre con el Führer regodeándose con las filmaciones arriba mencionadas, y nos presenta en seguida al narrador, Gustav Links, un eminente matemático arrestado y juzgado por su implicación en el complot. Tras contarnos cómo se libró milagrosamente de compartir el destino de los otros implicados, gracias a una bomba aliada que destruyó la sala donde se celebraba el juicio y se llevó por delante al juez (todo esto verídico; se trataba del infame juez Roland Freisler, a quien veremos luego en acción) que estaba a punto de condenarlo a muerte, Links inicia su narración el día posterior a la caída del muro de Berlín. Así, el largo flashback que viene a continuación se presenta, a partes casi iguales, como las memorias de un conspirador contra el Führer, una interesantísima reflexión sobre la imposibilidad de llegar a conocer la verdad de los hechos, y una crónica sobre aquel frustrado magnicidio.Aquí tenéis unas imágenes de algunos de los acusados, del juicio y, sobre todo, del juez Roland Freisler, furibundo nazi y vergüenza de la raza humana, valga la repugnancia.

En busca de Klingsor se puede leer también como una novela de espionaje. Bien al principio nos encontramos con Francis P. Bacon, físico alistado en el ejército norteamericano, a quien, tras los juicios de Núremberg, se le encomienda la misión de indagar y tratar de averiguar la identidad de Klingsor, supuesto asesor científico del Führer y que gozaba del favor de toda la comunidad científica. Nadie ha visto a Klingsor, nadie sabe quién es, y se rumorea que en realidad nunca existió.Serán Links y Bacon quienes lleven el peso de la historia, pero siempre desde el punto de vista de Links, que nos refiere lo que oyó de boca de Bacon, con quien colaboró durante un tiempo. La novela está perfectamente estructurada, no sólo en el aspecto temporal, sino sobre todo por el modo en que Volpi ha conseguido armonizar la teoría cuántica (como lo oís) con la elección de los diversos puntos de vista. Aunque soy lego en casi cualquier asunto científico, si lo he entendido bien, uno de los corolarios de la teoría de la relatividad es que es imposible medir con precisión el universo que nos rodea porque estamos inmersos en él. Yendo aún más lejos, incluso por mucho que nos alejemos de la materia observada, por ejemplo el átomo, la acción necesaria para llevar a cabo la observación afectará al objeto de estudio. O algo así. (Y si no, me corregís). El autor integra perfectamente estas teorías en la estructura y la trama de la novela, y lo hace de una manera no sólo clara, sino apasionante.
Carta de Einstein a Roosevelt, donde le informa de los últimos avances en física nuclear y de su posible aplicación militar
Otro episodio que hoy apenas se recuerda es la carrera nuclear que tuvo lugar en aquellos años entre el Tercer Reich por un lado, y Gran Bretaña y EEUU por otro. Alemania nunca estuvo realmente cerca de conseguir una bomba nuclear, debido, sobre todo, ironías del destino, a la limpieza étnica que había llevado a cabo. Naturalmente, los más brillantes de los científicos que se vieron obligados a exiliarse acabaron desarrollando la bomba atómica para los aliados. Sin embargo, aun sabiendo que no conseguirían desarrollar la bomba, Hitler (o más bien, alguno de sus colaboradores más lúcidos) tenía la esperanza de acercarse lo suficiente a su objetivo como para estar en condiciones de negociar una salida airosa. Jorge Volpi (¡qué barbaridad! no he mencionado su nombre hasta ahora; breve presentación: nacido en México, excelente novelista) nos lleva a hacer un fascinante recorrido por algunos de los entresijos de esa desigual carrera nuclear y consigue que incluso lectores como yo, de ignorancia enciclopédica en el tema de la física, seamos incapaces de soltar el libro.
Sin bigote, joven abogado
Con bigote, gran escritor.
¿Y qué o quién es Klingsor? ¿De dónde sale el nombre? La verdad es que éste aspecto de la novela me ha resultado un poco abrumador. Klingsor es uno de los personajes de la ópera Parsifal, de Wagner, y, en mi opinión, el modo en que Links intenta establecer paralelismos entre la investigación llevada a cabo por Bacon y la obra wagneriana no consigue cuajar del todo y resulta, a la postre, un tanto confuso. Pero a todos nos gusta de vez en cuando ver que el autor es más listo que nosotros, ¿verdad?
Porque la verdad es que Volpi entrelaza con una maestría pasmosa ficción y realidad, de una manera muy parecida a como lo hizo Fresán en Jardines de Kensington. Una vez más, ha sido colosal el trabajo de documentación por parte del autor, que parece sentirse a sus anchas en la historia de la fisión del átomo. Y extraordinario es también el modo de presentar narración, intriga, ciencia e historia de una forma tan amena y en una novela tan inteligente.

Y la lectura de esta gran novela me sumió en una breve pero intensa fiebre por la Operación Valkiria que culminó con la película de 2008 del mismo título.
La verdad es que, en lo que respecta al guión y la fidelidad histórica, Operación Valkiria es impecable. Te atrapa desde el primer momento, el tratamiento de los personajes es verosímil, no cae en la sensiblería, el maniqueísmo ni la idealización de Stauffenberg (Tom Cruise), y la tensión va en aumento hasta el final. El trabajo de todos los actores es excelente, empezando por Tom Cruise, quien, por mucho que se tienda a ridiculizarlo por su vida personal, a mí siempre me ha parecido muy buen actor. Se echa en falta, quizá, una dirección algo más personal y ambiciosa. Parece que el director, Bryan Singer, se conformó con tener un reparto de lujo, muchísimos medios y un excelente guión, y no quiso arriesgarse a estropearlo imprimiéndole un estilo algo más definido y original, como sí hizo en aquella inolvidable Sospechosos Habituales. Pero en suma, esta película, pese a concentrarse sólo en uno de los varios ejes desarrollados en la novela, ha resultado ser un complemento perfecto a la apasionante En Busca de Klingsor.