Menudo lío el del flujo vaginal. ¡Dios por qué tanto castigo! Ya no era suficiente con la menstruación… sino que encima tengo que estar pendiente de otros fluidos. Es de locos. No me extraña que algunas acabemos majaretas perdidas. Y yo me pregunto ¿cómo a nuestras abuelas no les hizo falta tanta majadería para tener una extensa prole y a nosotras nos cuesta las de Caín? Si pensamos en el estrés, bueno… a veces puede que haya algo de razón y otras, como es mi caso, nos ponemos un poco psicópatas con el tema de la salud y pensamos que algo en nosotras no funciona.
En opinión de un ginecólogo y jefe de ginecología de la seguridad social,visitado por una servidora: “Si hay regla es porque ovulas”. Así que su receta fue, “tú pásalo bien con tu pareja y cuando quiera venir vendrá”. Pues menos mal… porque días antes otra ginecóloga super bestia a la que visité primero, me dijo 35 ¿y a qué estás esperando? Y empezó a hacerme una lista de contras. Seguramente pensaba criármelo ella, de ahí que tuviese prisa. No me habló del ciclo menstrual, ni del flujo, tampoco de si era regular ni tan siquiera si tenía la regla. Solamente se dedicó a hacerme una citología salvaje y una ecografía en la que me dijo que tenía un mioma y que me quería ver dentro de tres meses por si crecía; vamos, que casi me muero del susto, porque no sabía ni lo que era esa palabrota y trató de meterme prisa con el asunto de concebir por su mera opinión. Por poco me llama vieja y todo la muy cretina.
En tiempos de nuestras abuelas, también se tenían hijos tarde. No todas las parejas eran tan lozanas y perfectas, también había maternidades tardías y otros inconvenientes con el tiempo ideal para procrear. Lo que si está claro es que había menos recursos y las intervenciones eran más arriesgadas. Aún así, a menudo las familias eran amplias y los nenes venían sanos. Por supuesto que había pérdidas, pero el dolor se llevaba de manera más discreta, quizás porque había más desconocimiento y también la religión tenía mucho que ver: “así lo quiso Dios”. Y Dios era a menudo ese consuelo para que las familias pudiesen seguir adelante sobrellevando todo tipo de inclemencias.
De vuelta al foco ¿dónde está mi clara de huevo? Para empezar y grosso modo, se supone que durante el ciclo menstrual femenino vagina, ovarios y útero sufren una serie de alteraciones hormonales cuando el escenario se prepara para la fiesta de la concepción. En el caso de que esta no se produzca y el óvulo liberado muera, de nuevo el medio se vuelve hostil para los espermatozoides aunque hubiese una nueva fiesta, y las hormonas encargadas de estos menesteres se largan poco a poco, provocando que la cosa se tranquilice y el endometrio se va desmantelando poco a poco, pasando a formar parte de lo que conocemos como regla.
Este proceso se repite mes a mes sin que a menudo seamos siquiera conscientes, hasta que baja la regla, y en muchas de nosotras ¡Vaya que sí lo notamos! Durante el ciclo hay días de “secano” y días de “lluvia”, poco antes de que llegue el período y poco después de irse se dan los días de “secano” y aproximadamente pocos días después de “la indeseable”, variando de una mujer a otra, comienzan los días “de lluvia”, entre los cuáles se encuentran los más fértiles, sobre la mitad del ciclo y variando de una mujer a otra.
Se supone que a lo largo del ciclo menstrual, dure lo que éste dure, el flujo cambia, cierto, pero la clara de huevo, ese flujo super héroe que hace que los espermatozoides sean más rápidos y sobrevivan mejor en el cambiante escenario de la vagina y puedan llegar hasta el óvulo, no siempre se da en todas las mujeres y de darse, no siempre es en gran cantidad. De hecho, a menudo nos pasa desapercibido. Y ¿qué quiere decir? Horror… soy estéril, no, ni hablar, me niego a pensarlo. Sino que cada organismo es un mundo y a mi cuerpo no le gusta fabricar ese fluido en gran cantidad, yo diría que casi nada. Cada mujer tiene su propio abono que colabora o no para que los bichitos alcancen el óvulo.