Juan 6.26-35 | Dios creó a la humanidad para que se sintiera bien. En términos espirituales, todos fuimos hechos para experimentar paz, gozo y contentamiento. Pero muchas personas pasan por esta vida sintiéndose fragmentadas y vacías. Están buscando una persona o una filosofía que satisfaga su necesidad de sentir que tienen un propósito en la vida, pero solo terminan experimentando insatisfacciones.
En Juan 4, el Señor está hablando con una mujer samaritana que, evidentemente, se sentía incompleta y desilusionada (Juan 4.7-30). Había estado tratando de llenar su vida con el amor de un hombre; en ese momento estaba teniendo una relación pecaminosa, tras cinco matrimonios fracasados. Esta mujer había hundido su balde una y otra vez en el pozo del amor humano para tener la aceptación que le produjera bienestar. Pero todas las veces se marchaba sedienta. Frente a Jesús estaba un alma destrozada y marginada por la sociedad.
Las personas a lo largo de la historia han estado bebiendo de pozos falsos. Uno de los engaños más grandes de Satanás es convencer a las personas de que la felicidad y el éxito se pueden encontrar solo si se tiene mucho amor, éxito, poder, etc. Pero es fácil ver la mentira del diablo; basta con ver los muchos que tratan de llenar su vacío por medio de hábitos malsanos.
La verdad es que solo una relación con Jesucristo puede hacer feliz a una persona. De Él viene el agua viva que calma la sed para siempre. Eso significa que el Señor atiende cualquier necesidad nuestra en esta vida. En un mundo arruinado por el pecado, no tendremos una vida perfecta, pero por medio de Cristo podemos contar con tener una vida de plena satisfacción.
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