En busca del paraíso

Publicado el 19 septiembre 2013 por Pppua

"¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?". No, no es un nuevo twittero. Es el título de uno de los cuadros más importantes de Paul Gauguin y quizá las preguntas que se arremolinaban en su cabeza días antes de hacer las maletas para dejar su perfecta vida burguesa en París y partir hacia las exóticas tierras de la Polinesia.


El pintor postimpresionista tenía 35 años cuando decidió que la fría cultura occidental, con sus modas impuestas a los movimientos artísticos imperantes en el momento, no era lugar para él. Sin apenas nociones artísticas o clases profesionales, el espíritu anarquista y libre de Gauguin lo llevó a desaparecer del mundo artificial para sumergirse en uno propio, lejos de todo lo conocido, de su familia y su trabajo. "Bajo un momento a comprar tabaco", se rumorea que le dijo a su mujer mientras salía por la puerta.


Gauguin pasó por la fértil isla de Taboga y se impregnó de la sensualidad del color del Caribe, pero quizá su etapa más conocida fue su estancia en Tahití. Allí, rodeado de una cultura tropical y conviviendo entre los paradisíacos pigmentos de la naturaleza más colorida, el francés dio rienda suelta a sus pinceles creando brillantes obras que influirían más tarde en vanguardias como el expresionismo alemán o el fauvismo, donde el color cobra un protagonismo total deslizándose por el lienzo y conformando siluetas con unos trazos sugerentes. Gauguin fue, sin duda, uno de los padres de este movimiento.


La importancia de este pintor que renunció a su época y a su cultura y plasmó con sus pinturas algunos de los lugares más maravilloso de la Tierra parece cobrar últimamente un mayor protagonismo que ya iba siendo necesario reconocer. Mucho se ha hablado de Van Gogh y sus girasoles como gran representante del postimpresionismo mientras el pobre Gauguin se pasaba el día deslomándose en una isla paradisíaca de aguas cristalinas y nativas en bikini.


El museo Thyssen de Madrid expone "Gauguin y el viaje a lo exótico" desde el mes pasado como homenaje al aventurero artista y la escritora Ángeles Caso ha publicado una nueva biografía con el esclarecedor título de "Gauguin, el alma de un salvaje", en el que retrata el afán del artista de una búsqueda que le inspirase a crear un nuevo arte.


Gauguin, romántico e innovador, descubrió con su obra una nueva forma de vida, alejada de la "contaminada" civilización occidental, demostrando que los estándares que rigen una cultura no son siempre el único punto de vista. Dio un giro a su vida a una edad que actualmente es considerada como la adecuada para sentar la cabeza (una madre contemporánea te plancharía la cara con una sandalia nada más anunciar un "mamá, me voy a la Polinesia a dibujar") y sus ansias de renovación nos han dejado un regalo artístico impagable en la cultura mundial.


En un mundo que seguía encerrado en sus propias paredes, Gauguin logra lanzar un rayo de luz dejando un mensaje casi tan importante como sus obras, evocador, instigador y conveniente hoy en día; no le gustaba algo, y consiguió cambiarlo.