Revista Cultura y Ocio

En Concepción (Chile), hablando de ética, política, filosofía práctica y amistad en la comunicación pública

Publicado el 23 noviembre 2012 por Noblejas

Acerca del Congreso en que he participado en la Universidad de Concepción (Chile), los días 15 y 16 de noviembre de 2012, sobre 'La Ética y el Derecho de la Información ante la imprudencia mediática', hay buena información gráfica y noticias sociales y académicas en la página de Facebook. Para muestra, encuentro una fotografía de Mario Urzúa (c), el acogedor decano de la Facultad que nos recibió, Ignacio Bel (d) y quien esto escribe (i), antes de entrar a una sesión.

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Uno de los aspectos más destacables de la organización -a mi modo de ver y entre los muchos detalles que habría que agradecer- ha sido la entrega del volumen en papel y en CD con las ponencias y comunicaciones, a renglón seguido de la conclusión del Congreso.

¡Chapeau a la organización!

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Quizá debido a que mi ponencia se tituló y trató -imagino que con la debida seriedad académica- "Sobre la amistad y la comunicación de la verdad en la esfera pública", en el coloquio posterior hubo oportunidad para practicar la amistad con risas y sonrisas, como deja ver la foto:

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El texto, junto a las demás ponencias y comunicaciones, no está aún online, en las páginas de publicaciones de la Fundación Coso. Pero no dudo que muy pronto estará.

Puesto que me pidieron no leerlo, y así hice y lo agradezco, pensé que podía comenzar con unas palabras sobre una significativa anécdota de Elizabeth Anscombe, a propósito de su rechazo ético y político a que su universidad de Oxford concediera en 1956 un doctorado honoris causa a Harry Truman, dado que fué quien usó la bomba atómica contra objetivos civiles en Japón... 200.000 víctimas inocentes pesan demasiado cuando se trata de hablar de responsabilidad moral y de pérdida de la intención de la acción llevada a cabo por el presidente Truman. Así pude destacar que, si bien el Congreso trataba de ética y derecho, mi participación tenía sus raíces, más bien, entre la ética, la política y la filosofía práctica. Luego, lo escrito comenzaba así:

Como información acerca del motivo de cuanto diré a renglón seguido, he de señalar que la inspiración inicial se encuentra en la amplia, densa y bien documentada cuestión que plantea Clifford G.  Christians, uno de los más respetados estudiosos de la ética comunicativa, en Media Ethics in Education[1]. Traduzco un extracto significativo de su propuesta: “creo –dice Christians- que nuestros objetivos académicos en asuntos éticos requieren una instancia de mayor magnitud [que la que actualmente tienen]. Propongo que el objetivo de nuestras enseñanzas en media ethics sea lograr un modo de pensar filosófico. En lugar de enseñar asuntos estrictamente éticos, las cuestiones deben fundamentarse en saberes filosóficos acerca de la naturaleza del ser humano y acerca del sentido de la vida”[2].

   Entiendo que he de hacer mía esta propuesta de Christians para comenzar a responder algo acerca de lo que se me pregunta: “¿cuándo la justicia o la prudencia exigen que se comunique la verdad?”. Y deseo dar ya mismo –sin otro prolegómeno- una respuesta que, aunque pueda parecer evasiva (al no tomar en consideración directa y explícita la ética o el derecho de la información y comunicación), estoy convencido que se ajusta a la magnitud de la cuestión planteada.

   La respuesta puede formularse así: “la prudencia o la justicia exigen que se comunique la verdad en la medida en que –además de la justicia- la amistad sea vivida como una dimensión básica para las relaciones interpersonales y de comunicación pública en la esfera pública[3]”. Dicho sea recordando que desde Aristóteles sabemos que la estricta justicia sin amistad no basta para una vida en común que esté a la altura de la dignidad de las personas humanas. Y dicho sea sin entrar –en asuntos de justicia- en los matices que desarrolla brillantemente Michael Sandel ente la justicia nacida de la virtud, como propusieron los clásicos, y la justicia que nace de la libertad, según las teorías modernas[4]. Ni tampoco entrar en los matices que Ricoeur  utiliza para definir el ethos social como “el auspicio de una vida completa –con y por los otros- dentro de instituciones justas”[5]. Instituciones que –a mi entender- aluden a la dimensión ética y política en la esfera pública de la vida cívica, y por tanto a esas dimensiones en las instituciones de comunicación pública.

   En este contexto, pretendo por tanto hablar acerca de la amistad en la comunicación pública. Y pretendo razonar en torno a un sentido muy concreto del enunciado general del congreso que nos reúne aquí, haciendo ver que al menos hay dos grandes “imprudencias mediáticas”.

Una de ellas tiene que ver con la aceptación acrítica de los planteamientos del  positivismo relativista y empirismo cientifista que circulan en el ámbito de la comunicación, sobre todo cuando se trata de hacer justicia a la verdad del mundo y del hombre y sus acciones en él, asunto que es el gran núcleo temático de los saberes comunicativos. En este sentido, parece de justicia decir que la hermenéutica contemporánea (Ricoeur, Lévinas) facilita mucho las cosas frente al positivismo que despersonaliza la comunicación pública.

Entre otras cosas, porque denuncia y remedia esa otra “gran imprudencia” mediática que es la reducción habitual e injusta de las personas a los personajes o roles sociales (usuarios o consumidores de medios, votantes políticos, sujetos de leyes y códigos éticos o jurídicos, etc.), a través de los cuales las personas participamos en la vida conjunta en sociedad[6].

(...)


[1] Clifford G. Christians, “Media Ethics in Education”, Journalism & Communication Monographs, Association for Education in Journalism and Mass Communication, 2008, pp. 180-221.

[2] Clifford G. Christians, “Media Ethics in Education”, cit, p. 212.

[3] La noción de “esfera pública” nace con Jürgen Habermas, y designa el espacio público en el que las personas opinan libre y activamente sobre diferentes asuntos cívicos, sin necesidad de "ser" políticos. Cfr. J. Habermas, On Society and Politics, Beacon Press, Boston, 1989.

[4] Michael J. Sandel, Justicia ¿Hacemos lo que debemos?, Random House Mondadori, Barcelona, 2011.

[5] Paul Ricoeur, La persona, Morcelliana, Brescia, 1997, p. 39. El volumen Soi-même comme un autre (Seuil, París, 1990), trata por extenso este asunto.

[6] Robert Spaemann, Persone. Sulla differenza tra ‘qualcosa’ e ‘qualcuno’. Ed. Laterza, Bologna, 2005.


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