En Defensa a los críticos de la MUD en horas luminosas para Venezuela.
Ejerciendo mi libre derecho escribo estas líneas como réplica al artículo: En Defensa de La Mud en horas oscuras para Venezuela de Pedro García Otero.Es mi parecer personal que el artículo en discusión representa una muestra del estatus quo que ha dominado la opinión pública por largos años en nuestro país mas que en la actualidad comienza a fisurarse siendo esto algo que celebro, pues recordando a Einstein “La locura es: seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes”.El autor inicia su exposición, sin mayor preámbulo, haciendo referencia a un fenómeno social que cataloga (prafraseando) como un dañino infantilismo inmediatista idiosincrático y dentro de las características de dicha “condición” social existiría avidez por buscar y señalar culpables cuando algo sale mal o cuando no ocurre lo que se espera en el escenario político y social. Algo así como un grupo social bastante malcriado incapaz de reconocer aciertos cuando no se adaptan a sus deseos específicos. Este fenómeno abarcaría a aquellos que criticamos con firmeza, denunciamos, ventilamos y reclamamos sobre la ineficiencia de la dirigencia política opositora. !Sí! INEFICIENTE (sin pelos en la lengua) para alcanzar los objetivos propuestos duela a quien le duela. Es matemática simple.Invito así a que alguien me responda dónde está el INMEDIATISMO, al que se refiere el autor, después de aproximadamente quince años de oposición al régimen (y por oposición me refiero al rechazo de la población al sistema chavista socialista del siglo XXI y no contaré los primeros años del “comandante intergaláctico supremo” pues no podemos negar la gran aprobación popular con la que contaba en sus inicios). Quince años en los que hemos repetido como máquinas que el régimen está más débil que nunca (y eso sí que se ha demostrado como wishfull thinking dadas las evidencias de la realidad), son quince años en los que la narcotiranía se ha atornillado, enroscado, engarrapatado y bestializado con todo éxito. Estos son hechos, no conjeturas. ¿Dónde está pues la infantil inmediatez después de quince años de oposición? ¿Para alguien de veinte años cuánto es quince? ¿Para alguien de treinta, cuarenta? No olvidemos que nuestra demografía es joven. Así visto es casi una vida. Tal vez para alguien de setenta que vivió los llamados años dorados de la nación la perspectiva es otra. Para nosotros no. La panorámica es aplastante. ¿Cuál sería entonces la medida de tiempo correcta según el estatus quo para que la urgencia no sea invalidada siendo equiparada automáticamente a una cualidad infantil? Por cierto que no todo lo infantil es merecedor de descalificación pues muchas veces los infantes captan con mayor agudeza las incongruencias y las toxicidades de su ambiente de lo que puede hacerlo un adulto cabalmente neurotizado, aunque ciertamente los niños aún no poseen los sistemas psíquicos sofisticados y adecuados para expresar este registro del entorno de forma efectiva, por ejemplo la capacidad del lenguaje. Por suerte un adulto escribe y otro adulto lee estas líneas.
En mi derecho a réplica diré entonces que podemos pensar en otro tipo de infantilismo. Uno caracterizado por la dependencia y aceptación sin cuestionar a todo lo que le dicen sus mayores o en su defecto por una férrea e imaginaria justificación ante cualquier traspiés de los mismos, en este caso tomemos por mayores a nuestros representantes políticos. Un infantilismo, tomando la referencia del autor, que no registra con precisión el correr del tiempo, viviendo en una suerte de perenne aquí y ahora, creyendo lo que quiere creer, por ejemplo: "El régimen está más débil que nunca" "En las próximas elecciones sí". Un perenne aquí y ahora que borra de su memoria discursos que re-aparecen en patrón pero que, una vez anulado el registro previo, los vive como si fuera la primera vez que los escucha desmintiendo un pasado.Es pertinente aclarar que los que criticamos la ineficiencia, por decir lo menos, de la dirigencia política opositora no lo hacemos desde la “malcriadez” de “echarle la culpa a alguien de todos los males”. A nuestro entender, ellos asumieron un liderazgo y !Sí! tienen mucha responsabilidad duela a quien le duela.
Por otro lado, pienso que este grupo de venezolanos críticos a sus dirigentes es una muestra de crecimiento social. Algunos más ácidos que otros en sus críticas y denuncias. Algunos sí que pueden ser hirientes desatados. Entiendo también que cuando nadie escucha las personas tienden a gritar. Pero al fin de cuentas, no han dicho nada demasiado alejado de lo que ahora un político tradicional no haya reconocido públicamente. ¿Ahora si tendrá validez? ¿O será que a él también le pegó el infantilismo inmediatista o lo manipuló el G2? Y no hablo sólo de Ledezma, muchos polítologos con trayectoria acompañan la crítica coherente y necesaria en mi opinión.Creo así que estos ciudadanos, por el contrario a lo planteado en el artículo en discusión, dejaron de ser infantiles, dependientes y creyentes ciegos en sus representantes, dejaron también de encontrar justificaciones infinitas, incluso a veces inverosímiles, a los "errores" de su dirigencia política. Comenzaron a realizar un examen minucioso entre la realidad de discurso y la realidad externa e interna que vivían día a día y así notaron incongruencias. Este registro continuó y el tiempo les fue confirmando sus percepciones. Esto los llevó a creer en sí mismos y cuando lo hicieron se sintieron libres, despiertos y jamás volverán a dormirse venga quien venga a asumir la enorme y honrosa responsabilidad de dirigir un país. Nació así una nueva generación que será de ahora en adelante vigilante de sus gobernantes. Ese fue su mayor despertar y mayor contribución a la madurez social. Una generación, por llamarlo de alguna manera porque no tiene faja etaria definida, que difícilmente se dejará manipular de nuevo para dar su voto y que se fortalece en la fraternidad y en la crítica. Una generación en la que el repetido "es lo que tenemos" no lo convence, pues tiene la firme convicción de que puede abrirse el espacio para otra cosa, una generación convencida de que "el peor es nada" es característico de la mediocridad. Somos venezolanos que nos cansamos de conformarnos y de sentirnos que "no tenemos vela en el entierro" más allá de apoyar lo que nos proponen porque “eso lo que hay” y porque “el enemigo es otro”. Somos venezolanos que entendimos que podemos ser nuestro peor enemigo si por desesperación caemos en una condición acrítica.Nuestra voz en nuestra vela en la oscuridad, nuestra crítica y exigencia nuestro instrumento.
Cristina Barberá González (Ciudadana/Psiquiatra/Psicoterapeuta)
Nota de la redacción. Desde esta web se le ofrece la posibilidad si lo desea de rebatir este escrito, al Señor Pedro García Otero. (redaccion@atracoalpueblo.com)TwittearEnviar este artículo a tus seguidores