En defensa de los Toros de Cenicientos

Por Antoniodiaz

Toro lidiado en Cenicientos del Conde de la Corte. Larga cambiada


Publicado enExtrapicurciela11- Septiembre-2009
Hace tiempo tenía en la cabeza escribir algo sobre los toros de Cenicientos.
Vaya por delante que escribo desde el estricto punto de vista de aficionado a los toros, con abstracción de todo aquello que pueda afectar a los habitantes de Cenicientos. Esa cuestión es suya y no mía. Y escribo lejos de rancias, caducas, viscerales y estúpidas rivalidades entre localidades vecinas, que hora es de arrinconar en el desván del olvido.
Dicho lo cual, me declaro defensor de los toros de Cenicientos (sobre todo desde que han abandonado la máxima del “toro grande, ande o no ande” y han superado la intransigencia relativa al sentido en que los picadores deben abandonar el ruedo). Me declaro, pués, defensor de un empeño colectivo por ser robinsones en el océano de la manipulación, de la mentira, de la estafa, del trágala y de la imposición de los intereses del taurineo. Allá quien le guste otro tipo de tauromaquia; con su pan se lo coman y con su cartera se lo paguen. A mí -ya lo dejé escrito- no me gustan los festivales, y menos aún esos auténticos festivales que asolan la geografía española y que se anuncian y venden como corridas de toros, y que la prensa vocea, casi siempre interesadamente. Una prensa que, a la mínima y en simbiosis, aprovecha para soltar una palmetada a ese mosquito (al que llaman “Valle del Terror”) que importuna a la “Familia Taurina”. Para muestra, tres botones:
PRIMER BOTÓN: Los hermanos Boix, Juan Blanco Palomo y Alberto Soler.
En 2002 se publicó el libro “Por los adentros”, de Jaime y Salvador Boix (Ed. Espasa, 2002). Después de publicado el libro, Salvador Boix se hizo cargo de la segunda etapa de la carrera de José Tomás. Leyendo el libro, no nos extraña la deriva que ha tomado la carrera del de Galapagar.
A propósito de un festejo en Villa del Prado, el libro relata los comentarios sobre el “Valle del Terror” de Juan Blanco Palomo, apoderado de José Luis Pérez “Niño del Tentadero” de los que entresaco las siguientes frases: “Nos hicimos enteros el Valle del Tiétar, de cabo a rabo. Aquello eran verdaderas corridas de toros, con novillos de más de quinientos kilos que asustaban. Esas barbaridades son allí normales. A mí me daba bastante apuro (…) porque allí se respiraba la tragedia cada tarde”; “Claro que también podía decir que no toreábamos semejante barbaridad; pero si dices eso, adiós muy buenas, ni pagando te vuelven a poner allí. No puedes escoger”; ”esto es de locos y a menudo piensas que no tiene el menor sentido: hacerte seiscientos kilómetros, y encima pagando, para ir a pasar miedo con toros de procedencia desconocida, de media o ninguna casta, o para que te peguen un revolcón o una cornada, como nos pasó en El Tiemblo; esta es la cara más amarga de la fiesta. En el Valle del Terror se torea todo menos toros”.
Escriben los autores: “El Tiemblo, 4.000 habitantes, provincia de Ávila, es uno de los pueblos de la vertiente norte de la sierra de Gredos que forman parte del circuito taurino conocido como el Valle del Terror, denominación que abarca un contorno geográfico no muy claramente definido y comprende diversos valles: el del Tiétar, el del Alberche y otros. (…) La región es, por cierto, hermosa. Por ella suelen moverse los aficionados para seguir a los novilleros que se ven sometidos a una prueba de valor, enfrentados a novillos más crecidos que toros y de una dureza no mineral, como los de Guisando, sino peor: animal y hasta a veces bestia”.
Reproducen los comentarios de un banderillero, Alberto Soler, que no tienen desperdicio: “Bueno, yo empecé por esa zona [el Valle de Tiétar], sí; pero ahora veo las cosas de otra forma. Allí se exige el toro grande, con peso, con pitones. Este toro no puede embestir la mayoría de las veces. Se defiende. Esto no da espectáculo. Como banderillero, creo que es casi un crimen mandar a novilleritos sin oficio a entrenarse con animales con los que no pueden. Muchos acaban en la enfermería. Ni las empresas ni los toreros tienen nada que decir porque allí eligen los toros las comisiones de fiestas o los concejales, y no se dan cuenta de que los toros grandes no son necesariamente los toros buenos para disfrutar con un buen toreo. Pero, en fin, esto no cambia. Y los novilleros no tienen más remedio que aceptar lo que les echen o dejarlo correr”. Se da un dato final: “El banderillero Alberto Soler ganó en 2001 el premio al mejor peón de brega en la Feria de Cadalso de los Vidrios, en estos valles”.
SEGUNDO BOTÓN: Fernández Salido.
En el periódico LA RAZON del 22 de agosto de 2004, bajo el titular Tarde de toros en el «valle del terror» Alberto Fernández Salido daba cuenta a su manera de lo vivido una tarde en Almorox, en que se anunciaron reses de Monteviejo para El Fundi, Rafael González y Gómez Escorial. La entradilla del reportaje era todas una declaración de intenciones:
“La tarde del jueves pasado, tres toreros tenían una cita en una plaza portátil con seis toros de espanto y una afición brutal y algo cainita. Eran fiestas en Almorox, pueblo toledano enclavado en lo que los mentideros taurinos llaman el «valle del terror». Éste es el relato de una tarde de toros donde todo resultó exagerado”
Y su resumen sobre la zona era el siguiente: “El «valle del terror» es, en efecto, un reducto deshumanizado de la Fiesta Nacional. Todo sociólogo interesado en conocer los recovecos del alma ibérica se sentiría enriquecido si se dejase caer por aquí en tarde de toros. Un lado cainita y brutal, muy español, se sienta en el tendido y se hace fuerte entre la masa hasta cobrar fuerza y expresar a gritos sus pasiones más crueles. El jueves, desde el callejón, entre dos fuegos (el de la arena, a un paso de los gladiadores y de las bestias, y el del público ávido de tragedia) fue un buen día para observar.” Lo de “en efecto” surge al hilo de un presunto comentario de uno de los actuantes (Gómez Escorial) del siguiente tenor: «Lo de Almorox es lo más parecido a un ejercicio de gladiadores. Suena brutal, pero es que es brutal. En esos pueblos poco importa el torero, sólo se fijan en el toro. Disfrutan más viendo caer de cabeza al callejón a un banderillero que contemplando un buen par»
TERCER BOTÓN: Vicente Zabala.
En su crónica diaria de la Feria de Abril de Sevilla, el hijo de Zabala, tan cursi a veces, aprovecha el viaje para clavar una pullita a su colega Moncholi, que ni pasaba por allí, utilizando como arma a Cenicientos:
“Pero cuando quinto y sexto -otra expresión, otra encornadura, otra forma- metieron la cara, las cosas no se redondearon. Vilches viene de una cornada de caballo con arrancamiento de safena en la «Monumental» de Cenicientos, que es la plaza de Moncholi y una carnicería de toreros. Y allí, curiosamente, también cayó Joselillo con las carnes rotas en el ferragosto criminal. No valen disculpas, pero cuentan las historias. Ocho meses se ha pasado Luis Vilches reconstruyéndose el cuerpo y el alma. Y con las cicatrices de la memoria trató de hacer de tripas corazón con el toro de la tarde, y en líneas generales su concepto del toreo rayó a buena altura en un trincherazo monumental, en fases de viejas promesas de calidad (ABC 21/04/2009)."
El problema es que la verdadera realidad de los toros de Cenicientos, y por extensión de toda la zona, sólo la conocemos los que aquí vivimos y unos pocos que tienen interés en la tauromaquía con toro de lidia. La mayoría, gracias a estos personajes, sólo tienen como referencia los hechos que, de forman torticera, se publican en diarios nacionales o en libros de editoriales especializadas. Podría de mil y una formas responder a estos personajes (y hasta zaherirlos, que lo tienen merecido), muestra variada de lo peor del taurinaje (matador de toros, uno; banderillero, otro; apoderados, dos; y periodistas, cuatro); no están todos los que son, pero son todos los que están. No respondo porque me parece innecesario, pues presumo que el lector está suficientemente capacitado para sacar sus propias conclusiones. Yo sólo pido que, al menos, nos dejen en paz a los que nos gusta la fiesta íntegra y respeten los escasísimos reductos donde aún se lucha, no siempre con victoria, por algo tan simple como el respeto y cumplimiento de las normas esenciales del Reglamento Taurino. Sólo eso; no creo que sea mucho pedir.
P.D. He encontrado en otro libro, un cuarto botón. Se trata del libro titulado "Sonajero", del que es autor Felipe Garrigues, publicado por Espasa en 1998. Así se explaya el "abogado, periodista, ex novillero, ganadero de toros bravos y , sobre todo, un profundo conocedor de la fiesta" (según reza en la solapa del libro):
"Por otra parte, el boom televisivo español de los últimos años ha llevado el toro grande y cornúo de Madrid a la última pedanía, creando una moda que, como mancha de aceite, se reparte por el resto de la comunidad madrileña y pueblos aledaños de Ávila y Toledo. Quieren ser como en la capital, ¿por qué menos? El toro autobús, el barbas para imberbes, para chavales sin padrino que no tienen más remedio que tragar -si quieren torear- una corrida de toros sin picadores y auxiliados por cuadrillas de charanga, con medias raídas y oronda barriga de escultura de Botero.
Estos festejos, retazos de la España negra y que siguen existiendo en el umbral del 2000, sólo son noticia si llega el cornalón, el tabaco gordo, como se dice en el argot. La autoridad tan obsesionada con el fraude en el festejo mayor, hace la vista gorda en el menor. Aplicando con firmeza el reglamento, gran parte de estos festejos habría que suspenderlos. Pero es la propia autoridad municipal quien no sólo tolera, sino que fomenta. En el mes de mayo, los campos de toros bravos se ven invadidos por concejales de festejos en busca del trolebús con cuernos para sus fiestas patronales de agosto y septiembre. La complicada (apenas diez animales) búsqueda se prolonga a veces varios meses, jalonada de comidas y visitas a puticlubs, para solaz del concejal en cuestión y merma evidente del erario municipal. Este novillo, más bien toro, amoruchado y embastecido -engordado con saña (porque si no, no se vende), incluso con el guarismo sobreherrado para disimular la edad-, ha sido la dulce escuela por la que han tenido que pasar toreros españoles como Miguel Rodríguez, Javier Vázquez, Miguel Martín, El Fundi y algunos más. Es desde luego una prueba de fuego para el que consigue sobrevivir y también un pozo donde se han ahogado talentos, quizá más grágiles pero con cualidades evidentes.
Muchos piensan que la formación de un torero tiene que se dura, para forjar carácter... Dura sí, pero no un calvario. ¿Qué hubiera sido de Aparicio, de Chamaco, de Litri, Finito de Córdoba o Jesulín, si hubieran tenido que forjarse en la comarca -el nombre lo dice todo- llamada Valle del Terror? Rivera Ordóñez, que está cuajando en torero pundonoroso a pesar de sus cuidados comienzos, jamás se las tuvo que ver con semejantes bisontes. Ni muchos otros: Ponce, Joselito, etc..."
No tiene desperdicio, ¿verdad? Sólo diré una cosita: Enrique Ponce toreó una corrida de toros en Cadalso, acompañado de César Rincón y Lara el 3 de junio de 1990; y es que conviene documentarse mínimamente antes de escribir un libro (¡ah! y saber sobre lo que se escribe).