Publicado en Estrella Digital
Un reciente y por completo innecesario artículo de Ángel Vivas, publicado en el diario El Mundo el pasado diez de octubre, ha tenido el malaje de hacerme saltar de indignación en el asiento. En él, el periodista Ángel Vivas, en palabras del crítico literario José Carlos Mainer, tienen el desacierto de afirmar una serie de dislates en descrédito del escritor Gonzalo Torrente Ballester, entre otros. Según Mainer, o según Vivas, o ambos (pues no se sabe bien qué aporta cada cual), este literato encarnaba la cultura del bando franquista, formaba parte de la corte literaria de José Antonio, tras su literatura había una ideología hedionda, fue falangista convencido y, en definitiva, sólo su adhesión al franquismo le dio reconocimiento literario. ¡Por Cristo vivo, qué sarta de sandeces! Flaco favor les hacen Vivas y Mainer a la historia y a la literatura levantando tales infundios en desprestigio de uno de nuestros más grandes literatos.
Da la casualidad de que este humilde bloguero se conoce de pe a pa la obra de Gonzalo Torrente y no pocos datos de su biografía; y resulta que, a poco que se sepa sobre este gallego, no se puede ignorar que su escasa inclinación ideológica nada tenía que ver con la Falange, y que era más bien galleguista, si acaso con cierta tendencia al anarquismo. Antes de la guerra había militado en el Partido Galleguista, de corte regional, nada del agrado del Régimen; y si después se afilió a la Falange fue, desde luego, por razones de supervivencia, no de convencimiento. De hecho, en su obra no hay apenas un asomo de política y, si algo en ella se trasluce del escritor, es el gran apego a su tierra y un espíritu bastante liberal, de mente abierta y pocas certidumbres.
Y, para rematar el artículo, concluyen Mainer y Vivas diciendo que la novela Javier Mariño es el arquetipo de una conversión al franquismo. ¡Sálveme Dios! ¡Qué insólito disparate, dicho precisamente de un libro que fue secuestrado por la censura franquista!
Tal rosario de insidiosas inexactitudes revela, de un lado, un sentido crítico ofuscado por vaya usted a saber qué frustraciones, rencores o envidias; y, de otro, una perfecta incomprensión de la obra de Don Gonzalo. Me da la sensación de que los señores Mainer y Vivas no han entendido ni una sola palabra de lo que escribió Torrente Ballester; un hombre que, casi siempre tras una pudorosa envoltura humorística y metafórica, escribió sobre todo del amor y de la belleza: esto es todo lo que hay en sus novelas. Su único pecado, que la progresía no le perdona, es el de haberse mantenido al margen de ideologías y haber sobrevivido al franquismo sin exiliarse. De hecho, no sólo es falso que su adhesión al franquismo le diera el reconocimiento literario, sino que fue su supervivencia al franquismo lo que le bloqueó el renombre que se habría merecido.
¡Ay, qué enorme daño a la Verdad puede hacer un mal uso del privilegio de ser publicado en la prensa!
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