En días como estos, uno no puede sino admirar y emocionarse ante una mujer como Patricia Ramírez, la madre de "Pescaíto". Pocas horas después de que a su hijo lo encontrara la Guardia Civil muerto en el maletero de un coche, ha tenido la suficiente entereza para pedir a todo el mundo " que no se extienda la rabia, que no se hable de esa mujer más [la detenida por la Guardia Civil por su presunta relación con los hechos] y que queden las buenas personas". Hay que tener mucho corazón y mucho coraje para pedir algo semejante cuando a tú hijo lo ha encontrado muerto la Guardia Civil en un coche y la persona a la que detienen es precisamente aquella en la que habías depositado las sospechas desde el primer momento. Y es que en días como estos es esencial mantenerse lo menos contaminado posible del ruido y la furia de las redes sociales por las que en las últimas horas se han extendido los deseos de venganza y esa rabia desbordada que Patricia nos pide que no diseminemos a los cuatro vientos.
En días como estos, una sociedad democrática tiene el deber de imponerse a sí misma el apoyo a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para que aclaren lo ocurrido con las menores incertidumbres y en el menor tiempo posible. Del mismo modo, es propio de una sociedad madura poner en manos del sistema judicial la valoración de las pruebas y el establecimiento de responsabilidades mediante a la impartición de justicia, sin hacer juicios paralelos ni dictar sentencia acogiéndose a la ley del Talión. Pero sobre todo, en días como estos es imprescindible estar con los padres de Gabriel haciéndoles llegar apoyo, solidaridad y cariño que, por desgracia y por mucho que sea, nunca será el suficiente para llenar el vacío que deja la muerte de un hijo que empezaba a vivir. En días como estos toca estar con quienes sufren la pérdida de Gabriel y con aquellos sobre los que recae la grave responsabilidad de aclarar los hechos y de enjuiciarlos de acuerdo con el pilar maestro de todo estado democrático: el derecho.