Me acabo una novela de Gore Vidal, titulada En directo del Gólgota (Anaya-Mario Muchnik, Barcelona, 1995) y, sin haberme defraudado, me ha dejado más bien frío. Es una historia donde las constantes referencias al mundo mediático norteamericano se me antojan (a mí, que pertenezco al extrarradio de ese mundo) bastante lejanas: chistes que me pierdo, descripciones cuyo posible valor irónico no alcanzo a calibrar, etc. En ese ámbito no puedo pronunciarme porque, si he de ser sincero, tampoco me apetece documentar sobre la cuestión para emitir un juicio. La historia que Vidal plantea no deja de tener su originalidad (la lucha de una serie de cadenas televisivas para hacerse con los derechos de la crucifixión de Jesús, que ahora puede ser filmada gracias a un adelanto científico que permite desplazar cámaras y personas hacia atrás en el tiempo), pero su formulación es un poco embarullada: personajes que vuelve al pasado en dos estadios diferentes de su vida, rectificaciones del pretérito, etc. Ese tipo de juegos, que en otros libros han servido para componer páginas deliciosas, aquí sólo deparan una antología de situaciones discretamente atractivas.Dejaremos al autor neoyorquino entre paréntesis, mientras espero a ver si la vida me pone algún otro volumen suyo en las manos y puedo juzgarlo de una forma más contundente.
Me acabo una novela de Gore Vidal, titulada En directo del Gólgota (Anaya-Mario Muchnik, Barcelona, 1995) y, sin haberme defraudado, me ha dejado más bien frío. Es una historia donde las constantes referencias al mundo mediático norteamericano se me antojan (a mí, que pertenezco al extrarradio de ese mundo) bastante lejanas: chistes que me pierdo, descripciones cuyo posible valor irónico no alcanzo a calibrar, etc. En ese ámbito no puedo pronunciarme porque, si he de ser sincero, tampoco me apetece documentar sobre la cuestión para emitir un juicio. La historia que Vidal plantea no deja de tener su originalidad (la lucha de una serie de cadenas televisivas para hacerse con los derechos de la crucifixión de Jesús, que ahora puede ser filmada gracias a un adelanto científico que permite desplazar cámaras y personas hacia atrás en el tiempo), pero su formulación es un poco embarullada: personajes que vuelve al pasado en dos estadios diferentes de su vida, rectificaciones del pretérito, etc. Ese tipo de juegos, que en otros libros han servido para componer páginas deliciosas, aquí sólo deparan una antología de situaciones discretamente atractivas.Dejaremos al autor neoyorquino entre paréntesis, mientras espero a ver si la vida me pone algún otro volumen suyo en las manos y puedo juzgarlo de una forma más contundente.