Todos los partidos oficiales, quiero decir cómplices y mafiosos están de acuerdo:
La verdad sobre el 11-M es tan terrible que mejor no investigar, lo dice el mismo juez del atentado Gómez Bermúdez.
“en el 11 – M han ocurrido cosas tan terribles que es mejor que nunca se conozcan”.
Y yo pregunto ¿mejor para quién?
Mejor para ¿Aznar y Zapatero? ¿ para los autores intelectuales? ¿para los que organizaron la destrucción de los wagones? ¿para los que mintieron en sede judicial? .....
Y por supuesto, mejor también para el propio juez Gómez Bermúdez.... por algo el PSOE lo ha condecorado tres veces...
La frase aparenta tener la intención de querer cuidar, proteger al ciudadano como si fuera un niño: mira hijo, hay muchos lobos y muchos cocos por ahí fuera pero no te preocupes, que yo me encargo de mantenerlos a raya. Tú sigue mirando a esos 22 millonarios corriendo detrás del balón que nosotros estamos al mando.
Os dejo con Diego Camacho y su fina descripción de esta nuestra realidad.
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RAJOY, RUBALCABA, NACIONALISTAS, DÍEZ…Y OLLENDORF por Diego Camacho.
La afirmación “en el 11 – M han ocurrido cosas tan terribles que es mejor que nunca
se conozcan”, atribuida al juez Gómez Bermúdez, merece convertirse en el triste
paradigma de nuestra realidad judicial y política. Es inaceptable que un juez prefiera la
ocultación a descubrir la verdad, por muy terrible que esta sea. Pero cuando a resultas
de esa actitud dicho juzgador es reiteradamente condecorado y ascendido queda
en evidencia el acuerdo existente entre el premiador y el premiado. En resumen, el
gobierno también está interesado en ocultar la verdad a los españoles.
Lo que hace más dramática a esta omertá, es el apoyo que recibe del principal partido
de la oposición. Su participación en la misma refuerza el aislamiento que siente
el ciudadano, al preferir aquel turnar con el gobierno en el ejercicio del poder que
constituirse en una verdadera alternativa política. Así se conforma de un lado un sistema
político: PP; PSOE; Nacionalistas; y UPyD, partidarios de pasar página y dar por buena
la versión oficial y del otro una opinión pública mayoritaria, que considera que el
engaño del sistema ha colocado a España en una situación de indefensión interna y de
desprestigio internacional.
El colmo de la hipocresía de los poderes del Estado fue toda la parafernalia institucional
montada el día del aniversario, funeral y reparto de medallas a las víctimas. No son
criticables esas acciones en si mismas sino que la escenificación no se vea acompañada
por la decisión de los poderes públicos de averiguar la verdad, que es en donde reside
su obligación principal. En su lugar se propagan declaraciones desde todos los ángulos
políticos en apoyo de una versión oficial, que en el fondo nadie se cree, o se respalda el
lanzamiento de un libro como el de Fernando Reinares, utilizando a propagandistas del
sistema como Antonio Camacho y Eduardo Serra.
Los poderes públicos han logrado, por ahora, que no se conozcan los objetivos del
atentado ni la identidad de los autores. No han conseguido que la falacia judicial que
han montado con todo el descaro imaginable sea creíble. Esa falta de credibilidad
es el resultado de un análisis global de los elementos de prueba conocidos. Los más
relevantes son los siguientes: 1º la destrucción de pruebas esenciales, como los trenes,
2º la creación de pruebas falsas, como la mochila de Vallecas, 3º la protección dada
a Sánchez Manzano a pesar de haber violado los protocolos con el explosivo, 4º la
utilización de confidentes de la policía y el CNI para embrollar la investigación, 5º las
contradicciones de funcionarios en sede judicial y parlamentaria, 6º el falso suicidio
colectivo de Leganés, 7º la defectuosa utilización de pruebas coránicas, 8º el ánimo
nada investigador de la Fiscalía en el juicio, a la hora de esclarecer declaraciones
contradictorias de testigos manipulados por la policía y 9º actitud muy poco objetiva del
juez Bermudez y sin embargo muy colaboradora con su cónyuge, periodista, para que
publicara un libro sobre el 11 – M, nada más terminar el juicio. Con todo lo anterior lo
razonable es no creer la psicopatía oficial.
Los que quieren convencernos de la versión oficial, es evidente que piensan como
Gómez Bermudez que la verdad es algo muy peligroso. Pues si no fuera así la mentira
que defienden carecería de sentido y en política todo tiene sentido, aunque esté oculto
o sea el resultado de la incompetencia. Por eso estos propagandistas hicieron oídos
sordos a la lógica, y por apuntalar la versión preconcebida cometieron numerosos
errores que, al estar protegidos desde el Poder, gozaron de impunidad pero que también
han permitido constatar el engaño. Esa falsedad es en realidad la verdadera conspiración
de los poderes públicos contra el ciudadano y no al revés como intentan propagar unos
partidos políticos que utilizan el método Ollendorf para hacer política.
¿Cómo van los ciudadanos a confiar en una clase política que tiene miedo a la verdad?
Diego Camacho