Muchos —ingenuos o acaso flemáticos—,
solo hallan en el bosque lánguidos encantos,
soplos fresco y perfumes tibios. ¡Son dichosos!
Otros —soñadores— se sienten atrapados por temores místicos.
¡Son dichosos! Pero yo, inquieto, y sin descanso turbado
por un espantoso y vago remordimiento,por el bosque tiemblo como un cobarde
que teme una emboscada o que ve un muerto.
Esos grandes ramajes nunca apaciguados, como la onda,
de los que cae un negro silencio como una sombraaún más negra, todo ese decorado lúgubre y siniestro
me llena de horror vil y profundo.
Sobre todo en las noches de verano: las llamas del ocaso
se diluyen en el azul grisáceo de las brumas que tiñede incendio y de sangre; y el ángelus que tañe
a lo lejos parece un grito plañidero que se acerca.
El viento se levanta caliente y pesado, un susurro pasa
y vuelve a pasar, cada vez más fuerte, en el espesorcada vez más sombrío de los altos robles, ofuscador,
y se esparce, así como un miasma, en el espacio.
Se acerca la noche. El búho alza el vuelo. Es el instante
en el que se piensa en los relatos de las ingenuas abuelas...Bajo la maleza, allá, vivos manantiales
con rumor de asesinos escondidos esperando.
Poema extraído de "Poemas", Paul Verlaine. Nórdica Libros: 2008