"Conocí a Dean poco después de que mi mujer y y nos separásemos."
Empecé a releer "En el camino" con la intención de contar algo sobre los hipsters. Después me aburrí del tema pero seguí disfrutando de la lectura.
No recuerdo mi primera vez con Kerouak. Supongo que me entrarían unas ganas locas de salir a hacer autoestop. Ahora preferiría la auto-caravana y una tarjeta de crédito en el bolsillo, pero el gusto se mantiene intacto.
Cuentan que tomó notas durante años de sus viajes por Estados Unidos y México, para después volcarlo todo en un rollo de papel de 37 metros en tan solo tres semanas. Esa es la leyenda. Algunos de los que le conocían piensan por el contrario que era tan maniático de la reescritura que cuesta creer que no volvió nunca hacia atrás para corregir o hacer algún cambio.
El caso es que Kerouak se convirtió en la cabeza de la "escritura espontánea" y dio las claves para llevarla a cabo a quien quisiera escucharle. Digamos que acabó alentando a premeditar lo espontáneo.
De todos los consejos que dio, hay dos que siempre me hicieron gracia: Enamórate de tu propia vida y trata de no emborracharte fuera de casa.
51 años después de la publicación de "En el camino" y con la 30ª edición entre las manos, sigue siendo un buen momento para leer esta novela.