Herman Melville publicó en 1851 ese gran clásico literario que es Moby Dick, novela inspirada en los trágicos sucesos del Essex, un ballenero hundido por un cachalote en 1820. Esa historia real es la excusa argumental que utiliza Ron Howard para su película, partiendo del libro de Nathaniel Philbrick. Curiosamente, en el mismo año de 1851, moría J. M. W. Turner, cuya pintura bien podría haber sido una referencia estética para Howard al afrontar En el corazón del mar. Melville aparece como personaje en esta historia -interpretado por el últimamente ubicuo Ben Whisahw- y por eso lo primero que cuestiono es la decisión de contarnos los sucesos que inspiraron Moby Dick, en lugar de hacer una nueva adaptación de la novela. Sobre todo porque la única versión importante que existe es la dirigida por John Huston, protagonizada por Gregory Peck, y estrenada hace casi 60 años. Siguiendo esta línea de pensamiento, me ha resultado curioso el estilo pictórico que imprime Howard a sus planos -que parece más adecuado para la adaptación de un clásico literario- en lugar de buscar un mayor verismo en las imágenes para contarnos una historia basada en hechos reales.Dicho esto, En el corazón del mar tiene todos los ingredientes para ser una estupenda película de aventuras. Actores competentes, efectos especiales convincentes y un presupuesto suficiente para recrear los inicios del siglo XIX. Pero en mi opinión Ron Howard no consigue con sus imágenes la efervescencia propia del género, ni logra emocionarme con lo que cuenta. El estilo pictórico de las imágenes me distancia de la acción; el protagonista, Owen Chase, es un héroe plano que Chris Hemsworth afronta como si fuera Thor, con el que no he podido identificarme. La música de nuestro Roque Baños, tampoco me parece especialmente inspirada. Os pido disculpas por no poder justificar de una forma más objetiva mis problemas con esta película, pero lo cierto es que cuando el personaje de Tom Nickerson (Brendan Gleeson) duda en contarle su historia a Melville, porque este no está a la altura literaria de Nathaniel Hawthorne, yo no podía dejar de pensar que Howard tampoco es Spielberg.