¿De verdad queremos seguir viviendo en una sociedad que discrimina a nuestras madres, hermanas, esposas, hijas y amigas solo porque son mujeres? No cabe la menor duda de que ellas están haciendo su parte; nosotros, noPor José Ignacio TorreblancaLa violación de derechos humanos más masiva e importante de nuestro tiempo afecta a la mitad de la población del planeta y ocurre todos los días delante de nosotros, unas veces silenciosamente, otras de forma estruendosa. Porque aunque la declaración universal de derechos abre en su artículo primero con la proclamación de que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, la realidad es bien diferente.Solo por el hecho de nacer niña, esa persona tendrá automáticamente menos oportunidades educativas y laborales y será más proclive a sufrir discriminación e incluso violencia que si naciera niño. En la escuela, si llegan a ella; en el trabajo, si acceden a él; y en la familia, incluso cuando consigan formar una libremente y sin coacciones, las niñas y mujeres vivirán toda su vida bajo la sombra de la discriminación.Esa discriminación les seguirá desde la cuna hasta la tumba. La ausencia de aproximadamente 160 millones de mujeres, víctimas del aborto selectivo o el infanticidio femenino, muestra la brutal magnitud de la discriminación por razón de sexo con la que vivimos, que todavía hoy lleva a muchas familias, bien por razones económicas o por prejuicios sociales, a considerar imposible de asumir la pesada carga de criar y alimentar a una niña (“criar una hija es como regar el jardín del vecino”, se dice en
“Llamar a la mujer el sexo débil es una calumnia, es la injusticia del hombre hacia la mujer. Si por fuerza se entiende la fuerza bruta, entonces, en verdad, la mujer es menos brutal que el hombre. Si por fuerza se entiende el poder moral, entonces la mujer es inmensamente superior”Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indioSALVADOR DE PEDRO BUENDÍA