“Tu padre ha muerto” es una frase dura, “su padre ha muerto” también lo es, a veces peor porque faltan tantos datos; a la gente le impresiona mucho y con razón. En condiciones normales el padre es alguien verdaderamente importante en la vida de cualquier persona. Tu progenitor, tu tutor natural y legal, el que te lleva sobre sus hombros y sus bolsillos hasta que puedas valerte por ti mismo. Tu consejero, tu referente, tu garantía, tu valedor, el espejo en el que mirarte…
Pero padres, al igual que personas, los hay de muchos tipos, por más que a todos se les llame igual. Habrá entonces padres que llenen la palabra casi por completo y otros a los que le sobren varias letras.Mi padre cumplió con creces en aspectos importantes de la relación paterno filial y en otros ni siquiera se matriculó. En todo caso, y siempre en lo que a mí respecta, fue el mejor padre que tuve y que pude tener. Yo le quise especialmente mucho durante la infancia. Le besaba a diario, en cuanto asomaba por la puerta, igual que al terminar el día. El afecto y su demostración me parecen muy importantes. Es curioso que no tengo lo mismo con mis propios hijos, que apenas nos besamos. No creo que por eso sea peor nuestra relación, aunque desde luego sí menos afectiva en apariencia. Así que es ahora cuando me doy cuenta de que probablemente tanta afectividad era mérito suyo. Para eso debió de inventarse la frase esa de “en el fondo nos queremos”. Qué nos pasa a los humanos que nos cuesta tanto acariciarnos con lo bueno que es, si lo estamos deseando además. Lo omites una vez, se te olvida la siguiente y se convierte en una costumbre de mierda.Los besos y las caricias son pasos que se dan para acortar la distancia entre dos personas que se quieren.Que tu padre se muera te recuerda que eres mortal. No es malo recordarlo de vez en cuando pues quizá nos genere cierta prisa por vivir algo más intensamente.
Envié a mis hermanos el articulillo anterior a este y me pidieron que lo leyese en nuestra casa familiar el día del funeral. Mi cuñada me dijo, de acuerdo, ¿pero se lo dijiste en vida? Claro que no. No es nada fácil cuando no hablas de ninguna otra cosa, por distancia, por la sordera, por costumbre. Si el receptor natural de esas palabras ha muerto ya no es a él a quien se las dices, te lo dices principalmente a ti mismo y a aquellos que las leen, como una especie de desiderata… lo que pudo ser y no fue, lo que debió ser, lo que debería ser, lo que hubieses querido que fuera… No todo depende de uno y nunca en las relaciones, por definición. Decirlo te alivia un poco por lo menos. Supone cierto reconocimiento de deuda vital y un aviso a navegantes que no quieran estrellarse como tú en la costa de la vida tal y como acertamos a interpretarla los mortales a diario.